La pesca de truchas invita a la meditación y a la vez nos da la oportunidad de entender el sentido profundo de un amanecer, los árboles o el viento en la cara. 
El acolchonado musgo sobre las rocas se convierte en el sitio ideal para descansar un rato y admirar todo un mundo que el pescador debe conocer para entender la verdadera magia de estar pescando.
La pesca de truchas es el vuelo de las golondrinas capturando con precisión insectos en el aire, la picada de un águila mora sobre una liebre que en el último instante burla a la rapaz con un rápido giro lateral, el enojado canto de un martín pescador cuando invadimos su arroyo favorito, un ciervo macho bramando mientras cruza el río sin notar nuestra presencia, el color de la vegetación a lo largo de la estación de pesca.
La pesca de truchas es el color que se apaga en el río por la tarde, el brillo diamantino de los rápidos que se vuelve plomizo mientras los rojos, azules y amarillos en el agua se convierten en un único brillo metálico a veces dorado al tiempo que el verde de los árboles y arbustos lentamente pierde su lustre dando paso a un tono gris que anuncia el fin de la jornada.
La pesca de truchas es el viento y la lluvia en una orilla lejana, o el relax en el auto mientras apuramos un café casi frió y terminamos el resto de los sandwiches, recuperando el calor necesario para volver al río.
La pesca de truchas es también la misma trucha en su medio, ondulando suavemente las aletas, mirando con atención la superficie en busca de un bocado.
La pesca de truchas es la delicada danza de mayflies y caddis sobre la bruñida superficie en esas tardes sin viento y el movimiento de la trucha hacia la superficie, un balet de gracia y precisión que solo nos deja un fugaz conjunto de círculos que se agrandan y desaparecen con la misma suavidad del ser que los produjo. 
La próxima vez que estén pescando, tomen unos momentos para observar al más delicado y refinado de los insectos, un mayfly adulto. Esta frágil criatura es una creación perfecta que solo vive unas pocas horas. La mayor parte de su vida la pasa bajo la superficie como ninfa. Los mayflies adultos son una lección de vida, en ningún otro insecto el adulto tiene una vida tan corta y fugaz con un propósito tan singular. Tenemos que apreciarlo tanto como valoramos un atardecer porque ambos duran solo un instante de tiempo y luego se esfuman como la niebla, casi sin que nos demos cuenta. Les pido que resistan la tentación de lanzar una mosca al llegar a la orilla y ver los primeros mayflies sobre el agua, o las primeras truchas. 
A lo mejor cuando todo vuelve a calmarse tras nuestra torpe llegada una silueta grande e inesperada se materializa donde hasta el momento nuestros ojos no habían descubierto nada. Es la trucha con la que siempre soñamos que aparece luego que las pequeñas han hecho los suyo como jabalí grande llega a la aguada solo cuando se siente seguro. Sentados con la quietud de los árboles mientras la miramos, podemos planear con calma nuestros próximos movimientos, esta es la magia de pescar truchas. El valor de los pequeños detalles que nos rodean en todo momento.
El mundo de las truchas es un evento o más precisamente una serie de eventos a veces sutiles o violentos totalmente interrelacionados donde cada uno precede irrevocablemente al siguiente. Si nuestra mente se abre podemos instintivamente predecir lo que va a pasar y actuar sin desentonar con el pulso natural.
Hay pescadores de mosca que nunca parecen acertar con el “Tempo” preciso que lleva a la gracia de pescar truchas con eficiencia. 
Uno los ve corriendo de pool en pool con un ritmo frenético mientras tratan de cubrir la mayor cantidad de kilómetros que el tiempo les permite. 
Otros se eternizan en un pool castigando el agua hora tras hora sin interrupción, enojados por la falta de pique como si ese fuera el único atractivo de la pesca.
Ciertamente el río que vemos más allá tiene un magnetismo enorme, y no es fácil resistir la idea de una trucha enorme tras la próxima curva. 
Esto es una parte, una parte importante de la pesca de truchas, el espíritu de explorar aguas nuevas, de ver lo que hay más allá. Pero tanto o más importante es volver a los viejos y conocidos lugares donde comenzamos, para volver a ver las pequeñas cosas que se nos escaparon por el camino al correr en busca de tantas quimeras. Realmente empezamos a pescar truchas cuando empezamos a valorar otras cosas, no solo las truchas que logramos engañar. Esto no quiere decir que no sea importante sacar truchas o que un día donde no logramos pescar nada sea mejor que un día como los que todos hemos experimentado donde nos convertimos en uno con los peces. Significa que para los que saben mirar, la naturaleza ofrece maravillas capaces de atenuar cualquier frustración en la pesca y allí encontraremos verdadera magia y atractivo de la pesca con mosca, el poderosos atractivo de los pequeños o grandes detalles que nos envuelven en todo momento contándonos mil historias. Andar de prisa bloquea nuestra mente y nos saca de tono con la naturaleza . Tampoco es bueno tener prisa para conocer todo, de vez en cuando una modesta ignorancia es muy relajante y satisfactoria para el alma.
Un pescador no puede forzar su fortuna estando rabioso o descontento, tiene que aguardar el tiempo justo, las condiciones del agua o el apetito de los peces además de muchos otros factores que no puede controlar.
No es bueno que por desear tanto un resultado llegue a la rabia al no obtenerlo ya que en toda pesca no solo tenemos que disfrutar los logros sino el camino que nos lleva a ellos o no. 
Hay ríos y lagos a los cuales he vuelto tantas veces que las truchas en cada curva o bahía se han convertido en algo familiar al punto que cada cast y mosca en el sitio exacto que no vuelve a mostrarme una presencia familiar me hace pensar que algún pescador menos cuidadoso pero certero pasó por allí antes que yo llevándose a mis amigas.
Hay truchas que conozco perfectamente y me acompañan hace años, incluso he extrañado algunas en sus sitios habituales pensando que habían muerto para volver a verlas nuevamente esta temporada. A muchas las he pescado frecuentemente a lo largo del tiempo y curiosamente cada vez su pesca es más interesante y desafiante.
Hay sin embargo una trucha en el Malleo superior que solo me permitió engañarla una vez y sigue allí midiendo mis mejores artes. Cada vez que lo intento y fallo pienso en la frase que dice que todos somos iguales frente a un pez y le agradezco a esa trucha la lección sobre la humildad y la necesidad de seguir aprendiendo, renovando sentidos que yacen dormidos en lo más profundo de nuestras células.
El Malleo inferior tiene un pool donde siempre pierdo una trucha grande. El agua es profunda y turbulenta, con un fondo donde abundan rocas de buen tamaño.
Se ha convertido en un pool donde siempre me detengo a observar y descansar un rato, un pool que pesco con gran respeto y cuidado tratando de cambiar los resultados que he tenido hasta ahora.
La pasada temporada ya casi de noche algo enorme se llevó un ratón de foam cortando en las afiladas piedras del fondo. Solo vi un flanco ancho y masivo seguido de una cola impresionante mientras la marrón desaparecía con el ratón en la boca para no volver. Esa marrón más que otras que he sacado, me hace un mejor pescador. 
Espero que todo suceda de nuevo esta temporada porque he peleado con esa trucha en mi imaginación centenares de veces convencido que siempre estará esperándome donde nos encontramos la última vez. 
No haber pescado agudiza y afila los sentidos en profundidad algo que no sucede cuando tenemos éxito. Cuando acertamos siempre pensamos que es por nuestro conocimiento de los peces, habilidad con el equipo o la pelea, desechando la suerte y halagando nuestro ego. Una bolsa vacía en cambio nos obliga a pensar en mil y una razones para explicar el fracaso que en todos los casos es un maestro muy superior al éxito.
Cuando uno falla recupera al mismo tiempo la razón y el balance de las cosas ya que es bueno darse cuanta que no todos los peces son iguales y algunos requieren que afinemos nuestras habilidades para vencer nuevas condiciones.
Mientras pienso que hubiera pasado si hubiera sacado esa trucha, mi vida como pescador no cambia en nada, o es menos intensa por no haber tenido éxito. Por el contrario los peces perdidos incitan a soñar mucho más que los que hemos sacado y llevan a pelear con más fuerza por conservar esos sitios donde conocemos el verdadero valor de las cosas.
Como todo pescador recuerdo más los peces que se han ido y es reconfortante y un placer recordar cada pool en particular. Cada pool es un mundo entero y encantador con un universo de cosas y seres que lo rodean. 
Pescar es realmente fascinante, cualquier tipo de pesca pero los sitios donde viven algunos tipos de peces como las truchas y los dorados tienen un poder especial que afecta profundamente el alma del pescador agregando sensaciones que no encontrarnos en otros lugares. En estos lugares pescar solo por los peces nos empobrece al aislarnos de la armonía y belleza que siempre los acompaña.
Los que pescamos con mosca algunos tipos de peces especialmente truchas formamos una familia que para el observador externo parece fuertemente unida sin embargo hay grandes diferencias en su seno. 
La maravilla de esta fuerte individualidad es que llegado el momento en que la pesca con mosca es atacada todos se unen y en poderosa estampida arrasan con el atacante y no podemos negar que muchos sitios de pesca se han conservado en todo el mundo gracias a la fuerza de los pescadores con mosca. 
Con el crecimiento de las poblaciones los sitios realmente salvajes se van tornando cada día más escasos. Los que apreciamos la pesca con mosca y la serena belleza de los lugares que visitamos tenemos que buscar el medio de conservarlos y conservar los valores originales de nuestra forma de pescar. 
Hay muchas formas de belleza natural, desde la inmensidad de un cielo estrellado hasta los millones de formas que adopta la vida natural. Pero hay algo especial, algo que renueva el espíritu y lo recrea para todos aquellos que logren caminar un río escuchando la música del agua y sus criaturas.