Los días iban pasando y el verano se consumía, muchas horas de agua habían arrugado nuestras manos y decenas de cortes en nuestras canillas marcaba una temporada con mucha labor en la costa esteña pero aun así estaba incompleta la temporada.

Desde hace 5 años cuando aquel mosquero casual capturo la primera Corvina Negra logro convertir esta especie en un nuevo reto del Saltwater Charrúa.

Es cierto que no depende solo de las ganas y los intentos mosqueros, la pesca de esta
especie está limitada por un montón de variantes climáticas y casuales. Depende
de ciertas formaciones de bancos de arena donde puedan subir a comer, así como también la salobridad del agua juega un papel interesante a la hora remontar los
arroyos y todo esto sin poner en la balanza que hay que estar en el momento
exacto el día indicado.

Hasta ahora habíamos hecho cálculos y conjeturas eh incluso soñado con pararnos frente a un cardumen de negras sin más resultado que la desilusión de cada pesca sin
encontrarlas, pero junto con la marea llegaron novedades, una llamada de Carlos
con voz temblorosa me dio el argumento necesario para romper varias leyes de tránsito
y apresurarme a llegar al lugar lo antes posible.

…y ahí estaban, un arroyo de agua salada que corría como nunca, y un pequeño brazo de arena desgastado que iba dejando un descanso de agua en forma de pileton a modo
de suite para que las pequeñas negras tomaran sol y esperaran algún desafortunado
cangrejo que fuese arrastrado por la corriente.

Mi mirada atónita fue sorprendida ante la llegada de un mosquero amigo que desde lejos miraba los brillos cuan fuesen espejitos de colores; sin salir del asombro armamos los equipos y con decisiones equivocadas pusimos las moscas en el agua. Un millón de
pensamientos pasaban por nuestras cabezas al ver ese cardumen de cientos de
ejemplares y sin tener resultados ningunos, comenzamos con cambios de lugares,
moscas y estrategias de stripeo.

Tras los cambios y algo de fortuna, la temporada había comenzado a completar su paga, sentí en mi línea un cabezazo profundo con una corrida larga y continua, no había posibilidad de que no fuera una hermosa Pogonias  cromis, el sonido del reel comenzó a acelerar mi corazón mientras pensaba en lo frágil que lucía el pequeño anzuelo #4 de la mosca que elegí.

Fueron 20 minutos de pelea de fuerza bruta hasta que logre hacer contacto con la pieza,
una vez más el mar nos había dado una satisfacción en forma de pez, esta vez había
sido la primera Corvina Negra de la temporada, una especie que seguimos viendo
como un trofeo en cada pieza pero que de a poco cada vez más habitual en
nuestra pesca.

La tarde se hizo larga con varias capturas más por parte de los presentes, hubo peleas perdidas y anzuelos enderezados pero también algunas ganadas con fotos para un recuerdo de pesca y aprendizaje.

Las Corvinas se marcharon y el sol caía pero estaba claro que mañana volveríamos al
agua con algo más de sabiduría esperando una nueva sorpresa que la marea nos traiga.