PESCANDO EL RIO RAHUE

Viajamos a Puerto Varas desde el alto río Puelo tras un recorrido en lancha por el lago Tagua Tagua y luego en camioneta por la carretera Austral, pasando por Cochamó donde nos detuvimos a comprar unos frascos de la especial miel de ulmo. El ulmo es uno de los árboles integrantes de la selva Valdiviana y sus abundantes flores blancas dan origen a una miel única en el mundo, perfumada como pocas que deja en el paladar un largo recuerdo, como el mejor de los vinos.

Desde el Puelo nos acompañaba una llovizna intermitente común a ese clima dominado por los vientos y humedad del océano pacífico. Sin ella no existiría esa selva templada que se alza sin solución de continuidad en las laderas que no han sido taladas por los colonos. Densos bosques cubrían toda la región, en parte fueron cortados o quemados pero actualmente se están recuperando con gran fuerza y en muchos lugares ya se han borrado las cicatrices producidas por los primeros colonos que tuvieron que sobrevivir con muy pocos recursos en un ambiente tan hostil como bello.

El clima cambiante seguía cuando llegamos a Puerto Varas y tuvimos que adivinar los volcanes Osorno y Calbuco cuyas cimas permanecían ocultas entre las nubes bajas. El lago Llanquihue se mostraba calmo y de un color azul profundo por la falta de luz.

Puerto Varas crece incesantemente pero a pesar de haber entrado de lleno en los tiempos modernos no pierde el clima de sus orígenes germanos. Muchas de las casas históricas del siglo diecinueve y veinte se han conservado bien, incluso podemos albergarnos en alguna de ellas como en la casa Raddatz construida en los albores del siglo veinte. La casa Korman de la misma época también brinda alojamiento en grandes habitaciones donde alternan la madera de raulí con otros materiales que usaban los colonos como la arpillera. No dejan de asombrar los perfectos jardines llenos de flores en cada casa; todo luce cuidado e impecable incluso la avenida costanera donde los turistas y corredores pueden ver al lago Llanquihue en toda su extensión. Es un lago enorme que todavía tiene buena pesca en bahías y ensenadas alejadas de Puerto Varas a las cuales normalmente se llega solo en bote.

La temporada pasada habíamos flotado el río Petrohué y en esta oportunidad Rodrigo Mol Catalan quien dirige una prolija empresa de rafting y pesca conocida como Martín Pescador nos había propuesto conocer el río Rahue, desagüe natural del lago Rupanco.

Hace muchos años habíamos pescado intensamente el lago Rupanco y los ríos que desembocan en el, como el Gaviotas y el Bonito pero nunca el Rahue. Eran tiempos de grandes truchas arco iris en el rupanco y nos quedábamos en una cálida hostería que se llamaba Bahía Escocia, hoy desaparecida, cerca del río Bonito. Todavía no había tantos salmones, solo pescábamos de vez en cuando algunos silver salmon pero no había kings y las grandes arco iris eran las reinas del lugar.

El río Rahue nace en el extremo poniente del lago Rupanco y en su curso medio se levanta la ciudad de Osorno en pleno Valle Central. En su curso superior corre rápido y encajonado lleno de alegres correderas, pozones y traicioneros troncos hundidos que esconden muy buenas marrones o farios como les dicen en Chile. El tramo inferior en cambio es lento y antiguamente incluso lo navegaban embarcaciones de buen tamaño. El Rahue tiene aguas bastante claras la mayor parte de la temporada, no tiene una orilla fácil de caminar, por no decir imposible, hasta el agua llega un denso bosque de especies nativas propias de esa zona tan lluviosa como el roble pellín, ulmos, cohihues, helechos gigantes, nalcas y otros tipos de vegetación muy densa como la terriblemente espinosa zarzamora. Por esto se lo pesca casi siempre flotándolo.

El moderno hotel AWA nos dio la bienvenida cerca de Puerto Varas en dirección a Ensenada. Este hotel es la perla de la hotelería en esos parajes y un placer sensual que disfrutamos tanto como la pesca. De arquitectura ultra moderna donde se entrelazan líneas puras de acero, hormigón y cristal pensadas para no ocultar ni al lago ni al volcán Osorno que dominan toda la vista y son el marco perfecto para enormes habitaciones que parecen flotar en el aire, sobre el agua. Día y noche podemos admirar el lago y el volcán bajo diferentes luces viendo como los adornan el amanecer y el ocaso. Cada habitación y todo el hotel nos regalan un encantador mundo privado que refleja la filosofía de los dueños y el personal que lo maneja, y son el complemento perfecto para el mejor día de pesca en los ríos y lagos cercanos.

La llovizna nos acompaño a lo largo de toda la noche pero a la mañana cuando Felipe nuestro guía llegó con su cataraft a buscarnos comenzó a ceder. El cielo por momentos se abría completamente permitiendo ver el Llanquihue absolutamente calmado con el volcán Osorno reflejado en sus aguas. La imagen del volcán en el agua solo era molestada por la estela de un pequeño bote que hacía trolling a unos cincuenta metros de la orilla buscando alguno de los salmones del lago.

La idea era flotar el Rahue en su su cauce superior y para alcanzar el punto donde bajaríamos el cataraft Felipe tomó la ruta que bordea la margen opuesta a puerto Varas del lago Llanquihue que es la margen norte del lago.

En Ensenada tomamos rumbo a noroeste por un tramo bien pegados al lago donde se veían bahías muy atractivas para la pesca antes de llegar a la zona conocida como Las cascadas y mas allá.

No teníamos tiempo para intentar pescar en ellas ya que el Rahue no estaba tan cerca y había que maximizar el tiempo de pesca, pero siempre me tientan los lagos porque esconden las mejores truchas.

Pesqué mucho el Llanquihue en los ochenta pero mi trabajo pronto me mantuvo ocupado en otras aguas y recién ahora vuelvo a pescar la zona que no ha perdido un ápice de su encanto y buena pesca, sobretodo en los ríos donde abundan las truchas marrones que tanto placer entregan durante su pesca.

A poco de alejarnos del Llanquihue cruzamos el río Coihueco un río que me trae buenos recuerdos por su belleza y pesca interesante. Nace en el cerro puntiagudo fluyendo entre los lagos Rupanco y Llanquihue por unos 80 kilómetros antes de unir sus aguas al Rahue. Hoy el Coihueco tiene mejor pesca que antes y Felipe me mostró fotos con muy buenas marrones pescadas hacía solo unos días. Es otro de los ríos que se puede flotar pero presenta mejores orillas que el Rahue si deseamos vadear un poco.

Dejando atrás el Coihueco llegamos al Rahue por un camino vecinal hasta un punto donde era sencillo bajar el bote. Mientras Felipe preparaba todo vimos con mi esposa unas truchitas que subían en la superficie casi al lado nuestro.

Laura sacó enseguida una con una de sus secas favoritas de CDC. Era una marrón o fario chica, gorda y muy bien pigmentada.

Dejamos la camioneta abajo de un gran sauce que ofrecía buena sombra y nos enfrentamos entusiasmados y por primera vez al río Rahue que en ese lugar mostraba rápidas corrientes y orillas altas tapadas de vegetación. Pronto nos dimos cuenta que sin un bote poco se puede hacer en ese cauce. La selva Valdiviana llega hasta la misma orilla, que es en general alta y socavada. La cantidad de troncos a lo largo de las márgenes impediría casi cualquier intento de vadeo o por lo menos lo haría muy penoso.

Pero esa misma abundancia de troncos crea el ambiente perfecto para las truchas marrones que salen de abajo como un rayo a tomar un streamer bien presentado.

Los troncos hundidos aceleraban parte de la corriente y mientras Felipe sostenía el bote con los remos nosotros pasábamos los streamers de conejo verde sobre los troncos tratando de no enganchar.

Hay un fino balance entre dejar hundir el streamer lo suficiente para tener piques y dejarlo de adorno en un tronco.

Curiosamente si el streamer no tomaba cierta profundidad, las marrones no salías de su escondite entre los palos.

En otro río hubiera usado una línea de flote pero nuestro guía había sugerido líneas de 200 grains y eso habíamos armado.

Pronto notamos que las marrones solo atacaban la mosca si esta nadaba muy cerca de los troncos, todos los piques se daban al límite del enganche y nunca subieron a una mosca cerca de la superficie como si tuvieran miedo de algo.

Los piques eran un relámpago de color entre los palos y no siempre lográbamos clavarlas con seguridad, muchas se nos escapaban en el mismo pique y ninguna lo repetía.

Hay muchísimos martines pescadores en las ramas que se proyectan sobre el agua y esto serviría para explicar el peculiar comportamiento en el pique de estas farios que me hacía acordar al de las payaras amazónicas o los tiger fish africanos donde también las aves de presas son especialmente abundantes.

En los primeros kilómetros el Rahue es de corrientes rápidas, divididas por los interminables grupos de troncos hundidos. Hay formaciones rocosas que se proyectan desde las orillas y forman atractivos pockets de tanto en tanto donde adivinábamos buenas arcoiris que esta vez no estaban comiendo arriba. Las marrones que sacamos, mas de una docena por la mañana, iban de las 15 a las 20 pulgadas. Peleaban duro en ese mundo de troncos y ramas y agradecí haber armado cañas número 7 porque con equipos muy livianos no hubiéramos podido sostener a esas truchas antes de que se engancharan en las maderas. Todas estaban en un estado perfecto, gordas y con hermosos colores y manchas. Es evidente que entre esos troncos debe haber ejemplares enormes que seguramente comen cuando la luz se va.

Cuando podíamos parábamos en los pedreros alargados para pescar vadeando, en los remansos atrás de estos se veían arco iris comiendo arriba junto a muy buenos pejerreyes que decidieron no tomar ni una de nuestras moscas y eso que jugamos con ellos un rato. Las arco iris no tomaron secas pero picaban las ninfas con avidez y al igual que las marrones estaban en muy buen estado.

Pasamos por pools muy profundos de altas orillas donde colgaban nalcas gigantes y helechos junto con flores de aljaba de encendidos colores rojos y violetas. Trabajamos varios de estos pools prolijamente pero no tuvimos resultados, las truchas estaban mayormente entre los palos y casi todas las que picaban eran marrones.

Paramos un rato para almorzar en un largo banco de piedras, Felipe se las ingenio para encender un fuego donde preparó un buen asado mientras nosotros vadeábamos río arriba buscando algunos piques mas. Pronto el olor del fuego y aroma de la la carne asada nos llegó aguas arriba y decidimos dejar en paz a los peces por un rato. En ese momento había salido el sol y hacía bastante calor y por suerte los famosos petros o jejenes no nos descubrieron esta vez.

Felipe nos sorprendió con unos buenos lomos asados a la perfección y un buen cabernet de ese lado de los Andes que atentó con nuestra eficiencia por la tarde.

Las grandes nalcas que nos rodeaban son comestibles, parientes cercanas del ruibarbo y sus tallos ácidos van muy bien con dulce de rosa mosqueta como postre.

Finalmente luego de un almuerzo de esos que obligarían a una posterior siesta cargamos el bote de nuevo y salimos a conquistar el último tramo de la flotada.

El carácter del río rápido y rumoroso aguas arriba se iba serenando dando paso a larguísimos runs de altas orillas donde la vegetación dominaba todo. Esa misma vegetación que impide el paso cuida el río dejando muy pocos puntos de acceso.Pescarlo caminando es impracticable y solo vimos otro bote en el río, maltrecho y desvencijado desde el cual tiraban unas cucharas dos pescadores posiblemente de algún fundo cercano.

La actividad de las truchas luego del almuerzo no fue tan intensa pero donde había maderas acumuladas por la corriente alguna marrón enseguida mostraba las garras atacando la mosca con un pique fulminante.

La técnica que mas funcionó fue castear aguas abajo del bote para recoger el streamer a los tirones con la caña y la mano sin dejarlo quieto ni un segundo. Cuanto mas lográbamos alejar la mosca del bote mas firmes eran los piques si bien algunas tomaron cerca en general parecía que el paso del bote las asustaba un poco. Felipe frenaba el bote para que el tiro aguas abajo mantuviera la tensión correcta, necesaria para que los streamers de marabou, conejo y gomas se movieran sin pausa.Las truchas salían de lo mas oscuro entre los palos, iban verticalmente a la mosca que nadaba mas arriba y la mordían con fuerza tratando de bajar de inmediato. Nos hicieron acordar a las truchas que pescábamos hace mucho en el río Claro de Tierra del Fuego, entre los palos, o las de las castoreras del lago Yakush.

En el Rahue Felipe nos decía que a veces comen selectivamente secas y emergentes, pero esta vez tal vez por el clima inestable, las subidas a las secas fueron pocas y espaciadas, sin embargo las ninfas en los pedreros resultaron muy efectivas sobre todo con arco iris.

Con una marrón muy buena Felipe tuvo que trabajar duro para maniobrar el bote entre los palos, estuvimos a punto de perder la batalla varias veces pero finalmente logramos llevarla a aguas tranquilas para meterla en la red. Una buena marrón para ir finalizando el día.

Fue un buen momento para hacer un alto y charlar con Felipe acerca del Rahue y los otros ríos cercanos. El Coihueco está dando muchas sorpresas por lo que fuimos planeando una futura visita mientras tranquilamente dejábamos que el Rahue hiciera el trabajo de llevarnos al punto de salida. Recuerdo que el último kilómetro casi no hablamos y simplemente nos dedicamos a disfrutar el río y la selva que lo rodea mientras lentamente guardábamos el equipo que habíamos usado.

Durante nuestra vuelta al hotel AWA aprovechamos para ver partes del paisaje, el lago y los volcanes nevados que se nos habían escapado por la mañana, son un par de horas de camino que dan tiempo suficiente incluso para parar en algunos puntos de interés panorámico. Los fundos cercanos se dedican a la producción de leche y carne por lo que hay vacas de varias razas dispersas en praderas intensamente verdes. Muchas casas todavía son de tejuela de alerce, con la pátina plateada de los años y la sal marina que trae el viento del Pacífico y musgo verde en postes y tranqueras que dan al sur. Por la tarde las chimeneas dejan escapar volutas de humo blanco señal de que se aproxima la hora de la cena.El terreno es ondulado aún cerca del lago y los innumerables rollos de pasto color dorado para alimentar el ganado en invierno le agregan un encanto muy especial. Pareciera que el mejor paisajista estuvo jugando con sus artes en esas tierras. Memorias de esa parte de Chile que nos acompañaran hasta la próxima temporada.