Matias nos había invitado varias veces a pescar en este lugar pero por uno u otro motivo no habíamos podido ir. Finalmente el feriado del 31 de Enero combinamos para conocerlo.

A sólo 2 horas de la Capital Federal, el delta entrerriano tiene una densidad poblacional de 2 habitantes por kilómetro cuadrado, comparable a la meseta patagónica. Aquí surgió un proyecto ciclópeo gracias a la visión y garra de un emprendedor serial: Martin Anguiano. Lo que era un pantano ahora son 3 desarrollos muy particulares: Alto Pecan y El Curupí, son dos barrios de chacras náuticas, el primero de ellos basado en un modelo sustentable con producción de nueces pecan; y el tercer proyecto es un barrio náutico llamado Sagastume.

Varios kilómetros del mítico arroyo Martínez corren dentro del campo donde está el emprendimiento. Todo esto ha generado innumerables recovecos donde la tararira (Hoplias malabaricus) se encuentra a sus anchas. El ambiente también está poblado por dorados (Salminus maxillosus). Sólo faltaría encontrar aquellos históricos ejemplares de chafalote (Raphiodon vulpinus) que vemos en viejas revistas y hacen suspirar a más de un pescador. Confío en que tarde o temprano volveremos a verlos.

Es realmente impactante pescar tarariras y dorados en este ambiente, la vegetación y el color del agua le dan un marco muy especial. Sólo en el delta entrerriano y bonaerense se da este mix de especies de árboles nativas y exóticas. El agua suele ser muy transparente ya que proviene de la decantación de agua de lluvia de los campos.

Pescamos de vadeo con moscas de superficie y streamers. En mi caso refloté una vieja caña Fenwick 858 de fibra de vidrio, regalo de mi tío. La vistieron un reel de freno a click de los 80’ y una línea de flote número 6. Hice esto para darle mayor rapidez a la caña. Fue un placer usar este equipo, tiene la enorme ventaja de manejar muy bien los tiros cortos, pero con el truco de la línea también logro manejar tiros muy largos perfectamente. Lanzar con fibra de vidrio de vez en cuando me resulta muy interesante.

Almorzamos en lo de Martin, su amigo Antoine y la familia nos recibieron a cuerpo de reyes. Comimos un asadazo acompañado de vino y champagne. Fue duro levantarse de la mesa y salir del fresco de la casa para volver al barro y al calor. No fue el mejor día de pesca, aunque tampoco el peor. 

Las tarariras estaban poco querendonas, tuvimos algunos piques francos y otros rolidos desganados. Un par de followings de tarus buenas en serio, nos dejaron pensando en lo que puede pasar en nuestra próxima visita. La tararira de río tiene un comportamiento muy particular y aún no del todo estudiado o comprendido, esto le agrega un plus a su pesca.

En cambio los dorados si estuvieron más activos. Me llamó la atención lo intempestivo de los piques. De golpe los poppers desaparecían en una explosión en el agua sin un wake o algún otro aviso previo. Costaba arrimarlos pese a que no conectamos ninguno grande.

Haciendo un balance, creo que como lugar de pesca es excepcional por su entorno, además creo que el sueño de muchos nosotros es poder tener una casa en un marco de campo y agua como este.

Texto: Nicolás Schwint / Fotos: Luis San Miguel y Matías Sabatini.