En ese primer breve y humilde artículo quiero rendir homenaje a un gran amigo pescador y pronto lo entenderán. Ricardo Becker es su nombre y esa historia pasa en el sur de Argentina en el año 2011, cuando hicimos un hermoso viaje entre amigos hacia esa maravillosa tierra.
Con unos días de pesca en el Parque Nacional Los Alerces decidimos pescar el Lago Verde, el palco de esa tragicómica historia.
Así que llegamos en el lago, ansiosos por pescar, empezamos a poner los waders. Mientras tres de nosotros llenaban los flotadores, los otros tres ya íbamos montando las cañas. Tocó que Ricardo fue el primero a terminar y como no conocíamos nada del lago salió así que pudo para explorarlo. Yo había sacado una linda marrón un día antes en el Rivadavia, así que estaba más tranquilo y me puse a ayudar con los flotadores.
Al cabo de unos minutos, no sé decir cuántos pero aún no estábamos de todo listos, escuchamos unos alaridos y deducimos que Ricardo o estaba en apuros o había clavado algo importante, así que me puse a correr con la cámara y con la rede en manos para socorrerlo en cualquiera de los casos.
No entendía bien dónde estaba él, y me perdí un poco entre los árboles, estropeé la rodilla subiendo en unas piedras pero al final lo vi. No perdí tiempo y mismo un poco lejos saqué esa hermosa foto que les enseño aquí, entonces bajé rápido para ayudarlo con la hermosa captura.
Ricardo estaba en una piedra aislada con un enorme precipicio de agua verde cristalina bajo sus pies con la hermosa trucha que las fotos sugieren. Después de unos cuantos minutos de pelea fuerte la trucha se arrimaba y me tocó intentar encestarla equilibrado en una escarpa que solo cabía de lado y agarrado con una de las manos a la piedra grande. Al largo de unas cuantas corridas y arrimos, unas otras tantas casi caídas al agua, pudimos ponerla en la red para nuestra inmensa satisfacción.
Como estaba un poco atrapado por la línea prontamente saqué la mosca y traté de dejar la trucha que conformaba una “U” en la rede dentro del agua después de su larga lucha mientras intentábamos cambiar de lugar para más fotos.
En eso, una inesperada convulsión del “trucho” hizo que tuviera que intentar acompañarlo con la red y por fin reaccioné dejándolo escapar al agua al envés de caer yo.
No es difícil imaginar todo lo que pasé (y aún paso) por el infeliz accidente… los chicos hasta hoy hablan en envidia porque la trucha de Ricardo era más grande que la mía del otro día, pero no pude hacer más que pedir disculpas muy avergonzado por que en realidad lo era. Tampoco pudimos conformarlo con que lo más difícil él había conseguido, que lo más importante era engañar la trucha y que volvería al agua do todas formas. Aunque sea verdad no es fácil dejar el trofeo de un viaje así sin registro…
Yo, por fin, guardo una de las más hermosas fotos de esa aventura en Patagonia de una trucha que continuará habitando mi imaginación (seguramente la de Ricardo) y aprendí la lección de nunca sacar el anzuelo de una pieza interesante antes de una foto.
Gracias Ricardo por haber enfrentado esa terrible trucha!