Esta temporada debía iniciarse el 15 de noviembre, según especial resolución de los entes responsables de la pesca surera. Con esa premisa, y con nuevos “fanáticos” de la mosca, Carlos López Rey y Jorge García Longo, salimos de Buenos Aires el día trece, tanto como para llegar de un tirón, y tener un dia libre allá en Junín de los Andes, para sacar permisos, preparar todos los elementos, y comenzar el 15 la actividad tan esperada.

Llegados allá tal cual lo previsto, nos enteramos que la temporada había comenzado el sábado 13... sin comentarios.

Así fue como el 14, tras hacer rápido todo lo que teníamos que hacer salimos como estampida hacia el Altar Mayor de la Catedral de la Pesca de Trucha con Mosca.

Un amable y responsable señor, de apellido Pelletieri, en nombre de la provincia de Neuquén, nos solicitó los correspondientes permisos de pesca. ¡Gracias a Dios, las cosas ahora se hacen bien! Ese fue nuestro pensamiento expresado a voz en cuello y con todo entusiasmo. Ya veremos después qué pasó...

Tras recibir la buena noticia de que Chiche Aracena -ese gran pescador de Río Grande que ahora reside en Neuquén- había sacado el día anterior ocho (¡sí, ocho!) truchas en boquilla, todas de entre cuatro y tres kilos, y pensando ya en la pesca que íbamos a realizar con un poco de suerte, comenzamos a vivir el momento soñado, tantas y tantas veces, durante este invierno que pasó.
 
El tiempo, ideal, diríase que parecía verano lindo. El agua, abundante, no lo era tal para la época, lo que hace suponer que junto a la poca nieve que hay arriba - solo hay en las altas cumbres, y poca- y estos calores prematuros. Al promediar la temporada la cosa se va a poner difícil por escasez del líquido elemento. De no haber nevazones tardías abundantes, y seguidas por tiempo frío como pronostica el “adivino” mendocino, el panorama es oscuro al respecto.

Al tercer tiro en la boquilla, un violento tirón, y de inmediato una arcoiris plateada, cabeza chica, comenzó a pelear con grandes bríos, intentando disparar lago adentro. Realmente, como primera opción, esos 2.800 gramos que pesó, fueron satisfacción a pleno en esa tarde estupenda del Huechulafquen. Poco viento, y la altura ya referida del agua, me habían permitido entrar hasta ese lugar, cosa que en los días siguientes no pudo ser casi nunca. 

Minutos más tarde, una pieza que no pude ver, pero que sin duda era grande inició su marcha hacia las profundidades del gran lago. Bruscamente, como había empezado, aflojó y nunca más. La CatFisch -que tan buen resultado nos diera en este viaje- volvió solita y sin pescado.

El primer día había culminado con éxito para mí. Los amigos, pagando el debut mosquero, todavía tuvieron que esperar un poco...

Al día siguiente repetimos la Boca. Nos gustaba eso, pues había control gracias al entusiasmo de Pelletieri, quien muy responsablemente, pedía permiso a todo el mundo. Como debe ser... Y, además, buena pesca. ¡Asado y todo el día al Altar Mayor!

Ese segundo día fue realmente impactante.


























Carlos López Rey se despachó a eso de las cuatro de la tarde con una arco iris, que si mal no recuerdo, pesó 2.500 gramos y se vino muy contento a mostrarnos el gran debut. ¡Un loco más para el manicomio de mosqueros!

Indudablemente esta cosa de debutar así, con una buena pieza, con mosca y en ese lugar maravilloso, merece ese estado de enajenación que todos hemos adquirido. En buena hora. Y señal de que Palermo y la Asociación sirven para algo... ¡aunque algunos desorejados no lo crean!
Un rato más tarde y en el para mí más emocionante y completo, a la vez que difícil lugar, la curva y su continuidad hasta el puente, tuve la alegría siempre indescriptible para mí, de clavar una marrón grande.

Tomó la mosca -como casi siempre pasa allí- viniendo desde abajo, con toda la bronca, y con el envión mismo, se disparan hacia arriba fuera del agua. ¡Un verdadero espectáculo!

Dio una guerra impresionante. Llegué a tenerla cerca a la altura de los ñires, casi a mis pies, mientras mis amigos señalaban que ya estaba vencida. Allí inició una rápida y vigorosa marcha aguas abajo, hacia el temido puente, complicando la cosa, porque allí no se puede bajar al río sin riesgo de perder trucha abajo del puente. Ahí me acordé de aquella gran trucha que una tarde perdió Eliseo Fernández en ese lugar, y que yo siempre sostuve que en ese lugar no conviene acompañar sino quedarse, afirmarse todo lo posible, pero no caminar.

Así lo hice. Habré podido pararla a unos sesenta metros de donde me encontraba, y muy lentamente, vuelta a vuelta del reel, con mucha paciencia, la comencé a acercar. Cada cinco metros que recogía, y como si supiera que iba a pasarle, volvía a sacar tres o cuatro hacia el puente...

Fue larga la lucha, extenuante, y siempre esperando otra corrida larga que acabara esta vez con todo, con mi trucha de ese lugar, ¡las que tanto quiero y deseo!

Final feliz para mí, 4.000 gramos de trucha marrón, y la lógica alegría de todos.

Había sido una gran tarde. Al día siguiente volvimos, pero ya el viento comenzó a jugar sus malas pasadas.

Cambiamos por la Unión (Paimún y Huechulafquen).

Tras iniciar la mañana con un maravilloso y peleador salmón de 1.800 gramos, que saltó sobre la cola más de diez o doce veces, reluciente en las quietas aguas del lugar, peleé con una marrón importante que no pude sacar, y extraje aburridísimas nueve (sí, nueve) percas, que siguiendo la nueva reglamentación que impide matar percas como protección a la misma, en su carácter de fauna autóctona, devolví vivas al agua sin excepción alguna. 

Ese día tanto Carlos como Jorge hicieron buenas capturas, y se divirtieron de lo lindo con arco iris entre un kilo y medio y tres, que aumentaron la locura colectiva.

Claro que no todo fue alegría aquella jornada del lago.

Con todo desparpajo pasaban delante nuestro las lanchas troleando -en ese lugar, Parques ha prohibido la pesca de trolling- y reían ante nuestra advertencia del hecho. Sabían... pero como típicos “argentinos piolas”, es más divertido violar las reglamentaciones.

Claro... ellos son así... ¿cómo evitar que hagan mal?

No hay guardaparques, se nos dijo. He de proponer algo serio.

Que se nombre guardaparques ad honorem a los propietarios de las hosterías de la zona, responsabilizándolos sobre la pesca que hagan sus huéspedes, aplicar sanciones severísimas (incluso las de cancelar las concesiones a los mismos) a los propietarios de esos lugares. Es una medida que a la larga los beneficiará, pues si allí se acaba la pesca por estos descuidos... ¿quién les va a llenar las hosterías?

Tiene que terminarse con este estado de cosas, que para quienes pagamos permisos (personalmente adquirí el de temporada completa con autorización de zonas preferenciales y por ello pagué $4.500 ley) es francamente ofensivo, injurioso.

Pretendemos que las cosas mejoren en realidad, y para ello deben implementarse las soluciones con rapidez, con ideas dinámicas, con aires renovadores. No pasó lo que pasó en el país, para que ahora nos podamos conformar con decir: “no hay guardaparques”.

Hay que hacerlos, inventarlos, transformar empleados públicos en guardaparques creando condiciones aptas para ellos, recurrir al apoyo de las gentes de la zona y premiar esos apoyos, apoyar en serio la tarea de guardaparques ad-honorem, darle ejecutividad y posibilidad para que en caso de ser necesario pueda recurrir a la fuerza pública, etc., etc. Hay cosas para hacer. Esto no puede seguir así.

Siguiendo con la primera pesquería del año, a mediados de aquella semana llegó el Bebe Anchorena. Al segundo día de estar tuve un acierto que cuento. Estaba yo tratando de sacarle una de esas soñadas marrones a la curva, cuando pensé en que dado el momento y el estado del río, la rendidora Blonde Negra podía darme una satisfacción. Lo razoné, lo decidí, y no lo hice. Un llamado de bocina, y salí del agua. 

Detrás mío entró el Bebe, con su Blonde Negra, y clavó la marrón esperada. ¡Pesó 4.900 gramos!Al día siguiente marchamos a la Balsa Vieja, donde decidí no pescar para permitir a Carlos y Jorge aprovechar mejor aquellos extraordinarios lugares que hay en ese gran trecho del Chimehuin. Ahí fue donde Jorge, que había marchado aguas abajo, clavó lo que debe haber sido un “gran aparato”, que terminó enredándole todo, y perdiendo incluso la línea completa. Cara en pesos la experiencia, pero ésas sirven más aun al incremento del estado demencial, pues dejan “la espina” realmente incrustada. ¡Creo que nunca olvidaré ninguna de las grandes que se me escaparon! 

Recorrimos otros lugares, pero salvo las piezas que sacamos en la Boca, y las de la Unión, el resultado fue muy magro. Lady’s Pool, Matadero hasta las Piedras Blancas (dos veces) no dieron ningún resultado, salvo alguna pieza que no llegó al kilo en los dos sitios. Quiero creer que esta ausencia de pique se debió a que hay agua abundante a esta altura de la temporada. Tuvimos noticias después de que en Correntoso se dio un gran pique, con muchas truchas entre seis y tres kilos.

Días después a lo nuestro, Eliseo Fernández tuvo un día de buena pesca, con una marrón de 4.500 gramos y varias menos importantes. También tuve noticias de Pepe Delgado que parece haberse divertido de lo lindo en todos lados, tales como Nahuel Huapí, Traful y Epulafquén, aunque no me hace comentario exacto de los lugares. A propósito de Pepe, confirma lo que a nosotros nos pasó. Él estuvo allá catorce días, y no vio ni un guardaparque, con el agravante de que tampoco los encontró en sus casas, las que están prácticamente abandonadas y algunas de ellas en muy mal estado. Según él, el 99 por ciento de los pescadores no tenían permiso de pesca, y ellos, cuando lo sacaron en Neuquén, advirtieron que allí ni había ni nociones de las llamadas zonas preferenciales, y la forma en que ellas rigen.

En Puerto Canoa encontró lo que llama acertadamente un cementerio de truchas, pues en una de esas “fosas comunes” encontró 32, entre 25 y 80 centímetros de largo. Era un artefacto bien cubierto con lonas y como para que no haya lugar a error, dice: fue el 25 de noviembre. ¿El guardaparque? Y después dice Pepe, textualmente: “Te aclaro que no estoy amargado pero comprendo que a esto se ha llegado por querer hacer de la pesca de truchas “algo demasiado popular”, y aunque lo que te escribo conspire contra mi comercio, creo que la única solución es poner las cosas en su lugar, cobrando lo que se debe cobrar por pescar truchas. Si no se hace así, no pasará mucho tiempo, para que tengamos que conformarnos con mirar las fotografías de tiempos pasados.

Sin duda Delgado pone el dedo en una de las llagas, y además, enseña el camino a muchos. A pesar de tener un negocio de atado de moscas y como tal necesita la venta fuerte, ¡propone medidas que la restrinjan! Esto le vendría bien a algunos, que solo piensan en su negocio, o a veces negocito, y entonces utilizan su posición para tratar de mejorar la cosa del profesionalismo. Ya, en otra parte de este Safari comenzaremos una guerra que mucho tiene que ver con todo esto. Volviendo a mi experiencia, volvamos al guardaparques Pelletieri.

Fueron pasando los días, y Pelletieri debió irse por no tener ningún medio, ni garantía, ni nada. Y la Boca quedó sola, a expensas de la depredación, del desastre, del colectivo donde bajan a montones con latas y cucharas, del campamentero que sabe que no puede acampar allí pero igual acampa, en una palabra a expensas de la falta de previsión. A los responsables, sean quienes sean. Al Director del Servicio de Parques Nacionales. A la Comisión Asesora de Pesca (entre los integrantes está mi hermano). Lo que aquí se dice es, obviamente, tremendamente cierto. Me pasó a mí. Y debe seguir pasando a juzgar por los comentarios de los amigos. 

No es admisible que se diga que no hay dinero para pagar guardaparques, porque hay exceso de empleados públicos, y ésta, puede ser una manera de solucionar parte de problemas enormes. No se crea que esto es una locura.Más de uno, con toda seguridad, aceptaría a cubrir esas funciones, con casa en territorio de Parque, tal como están las cosas hoy por hoy. Probar no cuesta nada. Como mucho, un aviso en los diarios y un comunicado a los distintos entes oficiales. Hay que tener imaginación.

Lo que no es posible, lo que sí es una locura, es seguir así permitiendo el desastre con algo así como una suerte de resignación. “No hay plata para pagar guardaparques...” Esta frase la he escuchado varias veces. No quisiera escucharla más.

Y ya, cuando escribo estas últimas líneas, estoy pensando en mi Año Nuevo, allá, con los chicos (4), con las tres carpas instaladas, con el fogón prendido alegrando el todo, riendo y cantando la alegría porque es la mejor manera -ya lo dije alguna vez- de pasar las fiestas con todos los de uno, con el ámbito maravilloso del sur como manto y escenario, al borde mismo de algún lago cristalino o de un río murmurante, gozando cada minuto, en el esencial contacto natural. Iremos los seis, no sé a dónde, si a Traful, o al Rincón, o al Filo Hua Hum, o por ahí buscando algún lago chileno... pero lo importante, lo fundamental: agradeciendo estar allí y así.

A la vuelta les cuento. 

¡Felíz Año Nuevo a todos, y que 1977 sea por fin el año del ordenamiento auténtico de la pesca deportiva en Argentina!