En noviembre del año pasado, durante un viaje de pesca a Salta, conocí a Alex, un guía oriundo de la ultima frontera. Compartimos una revista de Fly dreamers que yo llevaba, y entre anécdotas de pesca y fotos, entablamos amistad y nos pasamos los contactos. Así fue que comenzó a gestarse la posibilidad de cumplir el sueño de mi vida. 

La fecha recomendada por el fue septiembre u octubre, para que vaya a pescar las grandes trophy rainbow de fin de temporada, arco iris nativas, según Alex extremadamente fuertes y acrobáticas y que suelen superan las 30". Pero no podía ir hasta allá a pescar sólo truchas. Quería vivir la experiencia de pescar algunos de los salmones por los que es tan reconocido este destino. Me sugirió fines de agosto así llegaría para el último run de sockeye, pink y silver, siendo este último el más buscado, por su tendencia a atacar la mosca, y por ofrecer tremendas corridas y saltos espectaculares. Además tendría la chance de conectar con una de esas truchas a las que el le hacia tanta fama.A lo largo de este tiempo fuimos hablando de las técnicas de pesca, los equipos y las moscas, lo cual sobre estas últimas me extrañaba que no me de detalles ya que decía que todo lo que necesitaba eran beads (bolitas de acrilico que imitan ovas). No obstante até decenas de moscas, veía videos y me quedaba hasta largas horas leyendo en la web. Quería saberlo todo. Me devoraba la ansiedad por lo que iba a descubrir y aprender pero sobre todo por el sueño que iba a realizar.

Luego de 9 meses de estudios y preparativos, llegaba la hora de dar a luz esta aventura. Después de 24 hs. de viaje, llegamos a Anchorage junto a Hernán, otro loco como yo de la pesca que no dudó en seguirme cuando le conté lo que tenía en mente. La típica llovizna del clima local nos daba la bienvenida y se encargaría de escoltarnos durante toda la semana. Nuestro destino se encontraba a tan sólo 100 millas por ruta, por ende no fue necesario tomar otro vuelo. Buscamos el auto que habíamos rentado y emprendimos nuestro viaje hacia Cooper Landing, en la región sur central. Ese era nuestro destino y donde Alex y otros guías del Drifter Lodge nos aguardaban. Luego de circundar la reserva forestal Chugach, llegamos a esta pequeña localidad de carretera en la que albergan tan sólo 300 habitantes cuyas vidas giran en torno a la pesca y el majestuoso Kenai River, reconocido por poseer los runs más grandes de Alaska, las truchas y los king de mayor tamaño. 
Los primeros dos dias flotamos el Kenai en las áreas conocidas como Upper Kenai national wildlife refuge y el Lower Kenai que es la zona de la desembocadura en el Skilak lake y luego continua como Kenai hasta desembocar en el mar. Es un rio que no sólo nos impactó por su caudal similar al del Limay Medio pero lechoso como el Santa, sino también por las estructuras que alberga en cada curva; como islotes, cañadones, barreras de pinos, y playas empedradas. Luego de una completa instrucción de seguridad por parte del head guide, Matt Lewallen, y habiéndonos puesto los chalecos salvavidas, abordamos el bote para comenzar a vivir esta fantasía. 
En principio, la pesca no requería de mucha destreza técnica, mas que la de estar atento al hundimiento del indicador; pero al ver que errabamos piques debido a la velocidad con que tomaban las truchas y la confusión que prestaban los toquecitos del anzuelo en la grava, tuvimos que agudizar los sentidos para ser más rapidos con la caña y no regalar ni un cm. de tensión. El uso de leaders largos de 12' a 13' tampoco facilitaba las cosas, por ello fue necesario ser más cautos en el control de la deriva a fin de estar más conectados con el indicador y hacer que el dropper de beads navegue libremente por el fondo, cual ova arrastrada por la corriente. Los droppers los arman en un tippet de 12 lb., con una separacion de unos 8 cm. aproximadamente entre el bead y el anzuelo.  El uso de cañas de 10' fue fundamental a fin de tener un mejor control de la linea, y en #6-7 debido a la fuerza incomprensible de las arcos respecto a sus tamaños. Truchas que quizás aquí las pescamos con #4 o #5, allá requerían de dos números más. Esto se debe a su dieta hiperproteica, ya que estas truchas se alimentan netamente de ovas y de otros subproductos propios del  salmón que se hallan en el fondo o son arrastrados por la corriente. Es una sensación que hay que vivirla para poder creerlo. De a poco iba entendiendo por que tanta desmesurada publicidad a estas truchas y no así por los salmones.  

No tardamos en ponernos cancheros y ya para el mediodia habíamos metido unas cuantas truchas que oscilaban entre 40 y 60 cm, algunos dolly varden e incontables  salmones pink (humpy), pero que no ofrecían tanta batalla como las arco. Cada vez que pinchábamos una era una fiesta por haber lograda tentarla entre miles de salmones. Automáticamente te dabas cuenta qué era cuando picaba porque, una embestia saltos y corridas imparables para todos lados; en cambio el otro, dos o tres cabezazos y ya lo tenias en la red. Es muy notable el cansancio físico que arrastran estos bichos.

Si entre tantas cosas son estrictos, el horario de la cena no es la excepción, así que a las 17 hs. ya daban por finalizada la excursión. Era muy raro estar a las 18 hs sentados en la mesa, aun faltando 4 hs para que oscurezca. Pero como yo tenía una gran amistad con Alex, después volvíamos al rio para hacerle una flotadita mas. Eso era genial.
El tercer dia, la cosa pasó de excelente a espectacular. Conocimos a Nick, un guía completísimo, felizmente casado con una  amante del spey y las sth. El nos hizo conocer el Russian River o como lo bautizamos nosotros, Jurassic River. Adentrarse al corazón de este río a través de sus boscosos senderos de coníferas y abedules, caminar entre helechos, arbustos y troncos tapizados con hongos y musgos, hace que te sientas en la célebre película jurassic park. Vadear sus aguas de 30 cm de profundidad viendo cómo los salmones se pelean por las hembras mientras éstas hacen las camas de desove, te hace replantear si no estás soñando. Nos mirábamos con Hernán, sonrientes, cómplices, felices de lo que estábamos viviendo. 


La estrategia de pesca era sencilla, no tan asi tentar a las truchas. Teníamos que dar con el bead que imite la ova correcta. Había tres especies de salmón en este rio, sockeye, pink y silver. Un roll corto 45° corriente arriba y acompañar la deriva aguas abajo, como pescar con secas pero en cambio lo haciamos con huevos. Las truchas se ubican por detras de los salmones, asi que había que tirar y pasar la imitación entre medio de éstos para que llegue justo a donde se encontraban las arco. Lógicamente entre pasada y pasada la tomada de un sockeye, era inevitable. Son de los salmones que más abundan, un tanto mas grandes y peleadores que los pink, atacan al bead por instinto de preservar su descendencia. No obstante los aguantabas un poco y luego de unos cabezazos y chapoteos ya se entregaban. Fue divertido igual por ser el primer dia que pescabamos sockeye y vinieron muy bien para la típica foto de Alaska pero en los dias siguientes ya bajabamos la caña y que sea lo que quiera, si se desengancha o lo podiamos traer, bien; y si se cortaba el tippet, también. 
Hay miles y miles, es imposible no pescarlos o robarlos sin querer. Las palabras de Alex en el avión diciéndome que no me iba a gustar tanto el salmón comenzaban a tener lógica, hasta que en una corredera  debajo de unos pinos caidos, Nick divisa un cardumen de silvers, por su apariencia recién entrados. "Armá la #8 y dejame ver tus cajas" me dice. Tenía moscas como para hacer dulce y fue a agarrar la mas fea y sencilla que habia atado, una coho kriptonite color pink que saqué de una web, cola de kristal flash y cuerpo de eztas atado en palmer. Nada más. Ni lastrada estaba. Puso unos plomitos en un leader de 20 lb. y me hizo tirar. Una, dos, a la tercer pasada la caña se clavó y el agua estalló como una olla a presión mal tapada. Qué pasó!? Qué clavé!? decia yo sin entender nada, mientras la puntera iba y venía de izquierda a derecha, corridas, saltos y más corridas, hasta que logro cansarlo y con Nick lo landeamos 60 m. más abajo de donde habiamos arrancado. Esto era totalmente otra cosa. Lleno de adrenalina como un chico que se baja de una montaña rusa, volví por más. 
La misma historia se repetió otras 5 veces alternándonos con Hernán.
Los dos primeros dias pescamos la zona del Russian medio hasta  la confluencia con el Kenai. A esta altura del viaje las truchas se habían ganado toda nuestra pasión, no sólo por lo combativas y selectivas que eran, sino también por su bellísima pigmentación; con sus distintivas bandas y mejillas rojizas, su marcado lomo verde y cientos de pintitas que las adornan de la cola hasta las narinas. Los dolly varden también resultaron muy emocionantes porque tienen la misma conducta que las arco y son igual de pintorescos como todos los char de la colorida familia de salvelinus.Para el último dia debimos posponer nuestro encuentro con las sth ya que el Kasilof River traía mucha agua turbia. Asi que regresamos al Russian que nos gustaba más que el Kenai porque aqui vadeabamos y pescabamos a pez visto, aunque en el otro las posibilidades de clavar grandes truchas eran mayores. Pero esta vez iríamos al cañón del Russian, rio arriba. 
El Upper Russian es el lugar más hermoso que he caminado pero donde más temor he sentido. El rio es más accidentado, como el Malleo superior,  corre dentro de una quebrada boscosa difícil de transitar, y la presencia de osos se hace más evidente en los salmones destrozados en la orilla, las heces frescas y huellas por donde mires. Las indicaciones de Nick fueron muy claras, si nos encontramos con un oso, "no griten, no corran ni se suban a un árbol y nunca le den la espalda, retrocedan despacio y siempre mirándolo a los ojos". Si eso no funciona, "yo tengo algo mejor con que mantenerlo alejado" dijo, mientras palpaba su magnum 44. No mucho más tranquilos nos dispusimos a pescar. Las truchas tomaban a sólo 5 o 6 m. de la puntera, inmutables ante nuestra presencia. La estructura del rio aportaba mas diversión aun ya que variaba a cada paso. Pescabamos en correderas, árboles caidos y detras de las rocas. Cuando no pinchabas una arco, era un dolly, sino un sockeye, un pink o un silver. Una locura. La pesca fue por demás que excitante y eso nos hizo desconcentrar de que estábamos en tierras de oso, cuando llegando al último pool del dia, quedamos perplejos ante dos grizzly que, aun a sabiendas de nuestra presencia, se rehusaban a ceder el lugar. Una decena de pellejos y espinazos en la costa opuesta eran la evidencia del festín que estaban celebrando. 
Innuvilados ante el espectáculo, consideramos que ya habia sido suficiente lo que habiamos vivido y le dejamos lugar a la naturaleza para que siga su curso. El sueño estaba cumplido, había estado pescando en una de las locaciones más salvajes del mundo y de las pocas con tantas especies para ofrecer. Alaska es un lugar que alguna vez en la vida debemos conocer pero que resulta dificil decidir en que época del año hacerlo. Vayas cuando vayas, siempre te va a quedar algo pendiente por descubrir y peces por pescar.