Fue un 23 de enero de 1972.

Después de 8 años de andar con esta acuciante pasión de la pesca con mosca a cuestas, ansiedad permanente, recuerdo constante, necesidad auténtica.

Siempre tratando de aprender algo nuevo, algo distinto, de boca de los muchos que saben más que uno de estas cosas.

Escuchando atentamente las duras y ácidas críticas del “Gallego” Eliseo Fernández, que “algo” sabe de estas bichas, como él las llama a las truchas. Críticas que por ácidas y duras no dejan nunca de ser justas y nacidas de reconocidos y mutuos afectos.

Intentando asimilar palabra a palabra los consejos, anécdotas, sugerencias, recuerdos, de ese montón de vivencias trucheras que es cada charla con el Bebe Anchorena, allá en la Boca del Chimehuín, entre mate y mate, esperando el momento de la puesta de sol con la esperanza de todos los días: la grande…

Estudiando uno a uno cada recoveco de la Boca, mirando a los que saben, que es la mejor manera de aprender.

Si. Lo recuerdo con precisión, con exactitud. Fue un 23 de enero de 1972.

Pase la mañana en el río, allá en los dominios de Eliseo, el Manzano, repitiendo el sistema de todos los días, que rinde pingües beneficios de pesca y descanso: a la mañana pescar en el río, almuerzo pantagruélico, siesta, y… a la Boca!

Larminat, Matadero, la Balsa Vieja, Puesto Manteca, los pozones del Currhué, la Usina, Lady’s Pool, la Boca del Quilquihue, Manzano abajo o arriba, etc., etc., tantos lugares de esa rutina maravillosa en las mañanas junineras.

Y a la tarde, a la Boca, a buscar las grandes, las excepcionales, las que asombraron hace añares al mismísimo y legendario Joe Brooks, hasta tal punto que lo llevaron a escribir un libro, BOCA FEVER, es decir fiebre de la Boca en castellano, que yo adopto como recuerdo para encabezar este recuerdo. Esa Boca Fever que no quiere decir otra cosa que ese castañeo de dientes, que esa sensación de escalofrío, de asombro, de incredulidad, que se siente cuando se saca una grande, allá en la Boca del Chimehuín.

A Brooks, desgraciadamente, no lo conocí personalmente, pero a través de los cálidos recuerdos de Bebe, su compañero de pesquerías sureñas, llegue a comprender y a admirar.

Ese 23 de enero hacía frío. Me estoy acordando como si lo estuviera viviendo.

“Hace frío”. El viento de Chile se mete por todo el cuerpo, y para colmo no ha salido ninguna.

Weaders, medias piñoneras, zapatillas con fieltro, campera impermeable, boina blanca, caña, reel, mosca blanca Chimehuín de Pepe Delgado, no me olvido de nada… no nada. A la Boca para hacer la primer pasada, será hoy, por fin, el de una grande esta temporada?

Allá enfrente esta Billy Pate, allá en su piedra, aprovechando minuto a minuto su tiempo, el poco que le queda para volverse al smog de su New York, siempre con su chicle en la boca, y haciendo zumbar de lo lindo sus pesadas líneas sinking.

Llegando al pozón esta Julio, mi hermano, en su primer año de Chimehuín. Esta loco de alegría porque de entrada nomas saco una Arco Iris de dos kilos. Otro enfermo mas… Manolo… Horacio… están todos, no falta nadie.

Ya me estoy metiendo en el agua, allá arriba.

Atrás de todos para no molestar y respetar a los demás.

Pensar que me tengo que ir pasado mañana… esa Exposición… después la zona bancaria… el calor porteño… basta. No pensar más esas cosas. Estoy en la Boca… y punto.

Esta Chimehuín Blanca tiene que andar bien. Ya va para allá, para la costa de enfrente, y va para la curva, ¡Qué lugar difícil para pescar ese lado! Yo prefiero este y mi combinación de tiros de revés y del derecho según venga el viento… con que ganas que tira… también ayer perdió una que los testigos juran y perjuran que andaba por los 8 kilos. Corte abajo del puente.

Ya estoy por la mitad de camino más o menos… no pasa nada a pesar de que la mosca hace recorridos cercanos a los ideales, si , si muy cercanos…

Hay que caminar, caminar siempre tiro a tiro, casi… estoy feliz, absolutamente feliz.

Los lances ahora son perfectos. Como es que no pica ninguna ni por casualidad? No estarán? O estoy con una mosca que no anda. Una duda cruel me aqueja, como dice el tango… pero trabaja bien mi mosca… tiene que pic… ahí esta!!! Que lomo estupendo, que bestia, línea, línea, línea, ahí empieza a salir backing… aguas abajo como tiro… qué grande es… va derecho al pozón… ahí paró!... busca profundidad… más… camino aguas abajo lentamente… esta cabeceando allá abajo… que manera de cabecear debo acortar distancias rápido, recuperar ventajas perdidas, sino me va a limar todo el leader con el borde del pozón… lo está rozando con todo… que fuerza tiene!... si esta no corta voy a tener que darle gracias a Dios… que no corte, por favor… no!!! Está saliendo de allí, va para enfrente, que alivio!!!... ahí va a saltar… si!... qué maravilla de marrón… otro salto…ya esta cansándose… corre aguas abajo… pero hasta donde me va a llevar?

Cuanto tiempo habrá pasado desde el pique? Se me está cansando el brazo… que brazo ni brazo!... esta es grande y no me puede doler nada… volvió al fondo… mas cabezazos y ella y yo estamos cansados… yo tengo la Fenwick a mi favor… ella la corriente a su favor… se pone de costado… que inteligencia!!! Pero ya no da más, ya viene hacia mí… lentamente viene… no tiene resto…pero salta de nuevo!!! Casi diría que se apoyo en el fondo para saltar pues donde esta no hay profundidad… viene despacio… hacia mis pies… falta poco… coletea…vuelva adentro tres metros… pero sin fuerza, por propio peso nomás… ya esta varada… la levanto y salgo victorioso. Recién me doy cuenta que estoy rodeado de gente, no se quienes son, no entiendo nada, es muy grande para mí.

Yo me voy serenando… en mi balanza y en la del Bebe da la misma cifra: 5 kilos exactos, ni un gramo más. MI RECORD!!!

Me palmean, los chicos ríen, todo fenómeno. Pero yo estoy pensando en otra cosa totalmente distinta, algo me está pasando.

Me tiemblan las manos… me castañean los dientes y estoy sudando… no tengo frío… pero es como si tuviera… Joe Brooks… usted tenía razón… esta es la Boca Fever…

Tengo para mí que con “Boca Fever”, Joe Brooks definió por un lado la magnitud de un lugar, y por el otro las sensaciones que ese lugar provoca.

No hay en el mundo otro igual, con tal concentración de grandes. Decía hace poco Eliseo Fernández, con su simpatía mezcla de español, argentino y pescador, una definición que puede parecer pomposa, pero es cierta: “La Boca del Chimehuín es el altar mayor de la catedral de la pesca con mosca”.

Año a año volvemos allí. Una, dos y hasta tres veces por temporada. Siempre sacamos algunas grandes, vemos sacar otras, y siempre al llegar, mirando cerro arriba a la costa de enfrente, en respetuoso silencio humano para no cortar el silencio natural que se siente y que inspira la curva, esa estupenda agua verde oscura que parece desplazarse lentamente, que esconde esas maravillas, marchando aguas arriba hacia la piedra de Radziwill, estudiando las piedras que tenemos firmes en la memoria todo el invierno, o armando la caña, o tomando esos mates con sabor distinto, siempre, cada vez que llego, pienso lo mismo: “gracias Dios mío por haber vuelto”.

Joaquín Roca Rivarola