He tenido la suerte de pescar y conocer a casi todos los pescadores de mosca que pasaron por Junín de los Andes, de entre ellos elijo algunas figuras que no pretenden ser un ranking, ya saben mis lectores que soy enemigo del concurso en la pesca, sino simplemente un recuerdo de mis amigos pescadores que adquirimos notoriedad por la habilidad en el difícil arte de Isaac “Walton”. Quizás en lo anecdótico de mi relato excita algo inaudito ya que ni literariamente ni como critico estoy habilitado para hacerlo.

Quizás debería empezar por Mr. Mallet o el Conde de París. Pero no lo hare, porque en aquellos días era tan mal pescador y sabía tan poco de cómo se lanza una mosca, que no sería justo en mi apreciación, ni exacto en mi juicio. Sólo diré a modo de reconocimiento que en su época eran mis ídolos, creo no equivocarme, fueron dos pescadores de gran categoría.

Joe Brooks

Desde aquella tarde de octubre de 1953 en Nueva York, en que la casualidad hizo que conociera a Joe Brooks, hasta su muerte nos unió una gran amistad, alimentada y acrecentada a través del tiempo por el mutuo conocimiento, la tolerancia y la comprensión reciprocas. Es verdad que de las muchísimas horas que compartimos juntos, su inmensa mayoría, han sido a la vera del río, con una caña de mosca en la mano, no sé si será cierto pero a mi juicio nada hay que acerque tanto a los espíritus como este inocente y atractivo pasatiempo de la pesca.

Joe era un pescador nato, conocedor del río y sus peces, de la naturaleza y sus “bichos”, amante de la vida al aire libre, admirador de los pioneros que gastaron su vida en bosques, montañas, ríos y planicies. Miembro activo de la “Brotherhood of the Jungle Cock”, entidad norteamericana cuya finalidad es iniciar y enseñar a la niñez a amar a la naturaleza y vivir en ella.

Pero Joe era sobre todas las cosas un extraordinario “caster”. Ya sea mosca, spinning, baitcasting, o surf casting. Maestro que dominó todos los secretos del difícil arte de lanzar un señuelo, al lugar preciso donde está el pescado.

Recuerdo mi admiración aquella primera vez en los “Flats de Florida” cuando lo vi en acción. Trataba él de yo pescara un Bonefish, entonces pretendió enseñarme la técnica, técnica que rudimentariamente pretendo dominar hoy. Para el Bonefish, la técnica es fundamental, se lo pesca en lugares donde no hay más de 30 o 40 cm de agua, por esta razón son tremendamente desconfiados, es preciso lanzar la mosca rápidamente con un solo cast falso y colocarla a 20 o 25 mts., suavemente y sin golpear el agua. Se enrolla la línea de mosca en grandes círculos en el fondo del bote, éste es impulsado lentamente con una pértiga. El pescador va parado en la proa con la caña lista, la mosca en la mano izquierda, “la panza” de la línea afuera. Cuando se avistan los peces, que normalmente están comiendo en el fondo casi en posición vertical y con la cola por lo tanto afuera del agua, hay que largar la mosca, tirarla solo una vez hacia adelante, hacer un buen “shoot” para atrás y aplicando un terrible “haul” colocar la mosca a cincuenta centímetros delante de los peces. Yo, que no tenía ni la más remota idea de hacer double-haul y por lo tanto no sabía lo del “shoot” hacia atrás, o me quedaba 15 mts corto o hacía segundo cast-falso hacia adelante que espantaba hasta los cangrejos que había en el agua. Entonces Joe, con toda paciencia, elegía un blanco de 20 cm en el fondo a treinta o más metros de distancia, con facilidad y elegancia sin par, colocaba la mosca sobre el blanco tal y como tiene que ser. Sólo para informarles, algo al final aprendí, y saqué algunos pescados en mi corta estadía. Otro día me llevó a visitar ese extraordinario parque nacional que son los “Everglades”. Fuimos con un amigo de él, Gene Crooks, que tenía una lancha. En los canales de agua salaba abunda la pesca, pero se pesca de spinning. Lo que tratábamos de capturar eran snooks, un pescado similar al róbalo, que abunda y es muy pelador. Estos normalmente están en las cuevas que forman las raíces de los mangroves. La lancha navegaba casi “a calamote” por el medio del canal, más o menos a veinte metros de la orilla, en un blanco no mayor a 30 cm. Joe sin ningún esfuerzo, tirando de arriba, de costado o de abajo, colocaba tiro a tiro el señuelo en el lugar más indicado. Otro día fuimos a pescar “Baby-Tarpon” a unos canales angostos. Había una laguna donde un ruidoso caimán reinaba, nos tenía cansados con sus mugidos, Joe se propuso hacerlo callar. Ató un popper en su leader, en el primer lanzamiento le pegó en el hocico. El bicho se enfureció, abrió su enorme boca. Joe perdió un popper, pero el caimán se fue.

Cuando Joe vino por primera vez a la Argentina, nuestra excursión se inició en Tierra del Fuego. La mañana siguiente a nuestro arribo, fuimos al “basural”. Había un viento fueguino, llovía, al Bebe Anchorena y a mí nos parecía imposible tirar una mosca. Joe llegó, miró el río, engrasó la línea, ató una “Platinum Blonde” 1/0. Ya no nos mirábamos con asombro sino con sorna, era materialmente imposible tirar esa enorme “brocha de afeitar” con ese tiempo. Joe ni se inmutaba por nuestros comentarios. Hizo un par de tiros cortos explorando el agua. De golpe empezó a tirar. En la orilla, dos azorados y boquiabiertos espectadores. El único comentario lo hizo el Bebe: “Este tipo tira más lejos una mosca que nosotros una cuchara”. Al rato prendió un “Sea-trout”. Lo sacó, 5 kilos. Primer trucha que vi sacar con mosca, ya que salmones de ese tamaño habíamos sacado en Traful, pero truchas no. Ese año tuvimos poco pique en Tierra del Fuego, llovía mucho y el río estaba sucio. Pero desde allí nos fuimos a Junín de los Andes y en la Boca tuvimos un gran año. Joe consiguió, por fin, enseñarnos la técnica del “Double-haul”, pudimos tirar moscas grandes “contra el viento”. Había en la Argentina un nuevo modo de pescar. Joe contrajo también la vieja enfermedad “Boca Fever”.

¿En qué consiste la técnica? Pues en el “shoot” para atrás, joe fue más que un maestro en eso. No fue por cierto la única condición, además de conocer el río, los peces, dominar todos los secretos del lanzamiento. Joe tuvo fe, perseverancia, paciencia y determinación. Cuántas horas lo he visto tirar en vano, con viento o lluvia, con frio o calor. El sabía que las marrones estaban y que alguna en algún momento cometería el error de morder su mosca y entonces él ganaba. La figura de Joe es casi legendaria, pero les aseguro que no exagero en lo que les cuento. Maestro entre maestros y amigo entre amigos.
No podía cerrar estas líneas sobre Joe sin contar que en aquellos lejanos días disponíamos de poco equipo: un par de carpas chicas, catres, bolsas de dormir, parrilla, pava y mate, víveres, carne, galleta y algún pescado. Nos gustaba a los tres vivir así, casi sentirnos “Mountain man”, nuestro rendez-vous, el Chimehuin, nuestro saludo: “Meat dont spoil in the mountains”. Qué felices fueron aquellos veranos, no los podremos volver a vivir. Sí, conservarlos intactos en el recuerdo.

José (Bebe) Anchorena

Amigo de muchos años, nos hizo intimar la pesca. Cuántos años pescamos juntos no recuerdo, pero si más de veinte. Con él, puedo asegurar hicimos la primaria, el bachillerato y los estudios superiores de la pesca con mosca; el Bebe, por supuesto se graduó con las máximas calificaciones. Su estilo, su eficacia en el casting, lo colocan en primer plano, y es más, rebalsa los límites nacionales para colocarlo entre los mejores del mundo. Maestro indiscutido del doublé-haul, su estilo personal está basado en un “timing” perfecto, su mano derecha (es zurdo) trabaja incesantemente sobre la línea con gran ritmo y armonía. El porcentaje de tiros correctos es elevadísimo y la distancia media está muy por encima de la normal. Tirando una mosca seca o un Skating Spider, se aprecia su tremenda eficacia.

Muchas veces, al localizar un pez, mientras uno observa el otro tira siguiendo las instrucciones que le imparte el primero, difícilmente la mosca del Bebe no caiga siempre en el lugar exacto donde le indicamos, esté él a 10 mts. o a 30 mts., es igual.

Su enorme dominio de la mano del haul le permite hacer tiros de 20 ó 25 mts, sacando sólo 5 ó 6 mts de línea. Hay un lugar en la Boca que se llama: “Abajo de los Bushes”, es el último pool antes de los “rápidos”. La gran mayoría sólo puede puede hacer Roll-Cast y por lo general nadie cubre más de la mitad del agua. El lugar es prácticamente un agujero en el monte. Hacia atrás están los bushes (arbustos muy tupidos y altos que que cuelgan muy adentro en la corriente y trepan alto en la montaña, formando una pared cerrada y demasiado alta para el “back-cast”, se pasa a través de ella por una senda hecha por los pescadores y se llega a un abra de unos 8 mts. de diámetro, la senda corre unos dos metros arriba del nivel del río. Para pescar hay que bajar esos dos metros, se puede entrar en el río unos cincuenta cm, después baja a pique, es muy profundo y hay mucha corriente. La única chance para tirar es sacar 5 ó 6 metros de línea, hacer un “back-cast” muy alto para evitar la montaña y los yuyos de su ladera, volviendo, aplicar un “haul” muy fuerte y muy a tiempo, ya que el tiro hacia atrás para arriba no favorece para sacar distancia, en fin, un tiro sólo para expertos muy capacitados.

Lo he visto a Bebe pescar una Skating Spider en ese lugar y lograr colocarla en los lugares más apartados, pero más adecuados para lograr un pique.

Realmente es un espectáculo ver la maestría y el dominio que ha adquirido el Bebe en el difícil arte del casting con caña de mosca.

Otro tiro magistral que realiza, son los cambios de dirección, verlo parece tan fácil que a los no iniciados no les llama la atención, pero tan pronto lo copian tienen un chichón o un pinchazo con chichón, porque la mosca de vuelta viene muy ligero e inevitablemente se la pegan en la cabeza.

Además de tirar bien, como conocedor de ríos de trucha y salmones está a la altura del mejor, no sólo de los ríos que conoce, sino de los que no conoce. Sin duda sabe leer el río y sabe dónde están los peces. Claro que en la Boca Nro. 1 sin lugar a dudas, creo que debe conocer cada piedra, cada pozo, cada canaleta de esa parte del Chimehuin. El resto del río lo conoce muy bien y siempre que lo vemos pescar está tirando en los mejores lugares.

Su paciencia y tenacidad están acordes con todas sus otras condiciones de pescador eximio, y vaya para demostrarlo esta anécdota.

Estaban haciendo camping en el Río Traful, el Bebe con Fito Zuberbhuler; después de una frugal comida de camping y de su consiguiente sobremesa, Fito se fue a dormir. El bebe se fue al río, ya que aun había algo de luz, calcula él que serían las nueve o nueve y media, entró en el “Leonora” y enseguida prendió un salmón, después de 10 ó 15 minutos lo trajo cerca de la orilla . El Leonora es un pool donde el agua cerca de la orilla corre mucho, el salmón, que era grande, venía manso hasta cerca pero después hacía “Barrilete” en la correntada y no permitía que el Bebe se acercara o lo pudiera forzar a salir, con este juego, la correntada lo metía (el salmón) debajo de los arboles que separan el Leonora de Nelly’s Blood, donde era imposible alcanzarlo y se corría el riesgo de enredar la tanza en las ramas. La única solución era aflojar, el salmón descansaba y volvía a la lucha con energías renovadas: varias veces, que se hicieron muchas, repitió la maniobra. Cerca de las once de la noche, Fito, alarmado, salió en busca del Bebe, al que creía ahogado o en serias dificultades. Cuando se encontraron, percatado de la situación, Fito volvió a la carpa y, munido de un bichero y linterna, entro agua abajo del Bebe y pudo sacar el salmón. ¡Dos horas! Desde ya esta anécdota habla claro del Bebe y de lo que puede un salmón cuando se le da la chance. Como ésta, hay muchas anécdotas de su perseverancia. A un salmón, en Noruega, lo siguió un par de kms. por la orilla, pasando por un cultivo de papas, un pueblo, donde los concurrentes a un baile salieron a presenciar aquella batalla increíble, para finalmente, con ayuda de dos “Guillies”, lograr su presa, la que fue bichereada casi a veinte metros de donde estaba el Bebe. Corona todo esto, siendo un gran “scout”, sabe vivir en la naturaleza como un indio. Nadie como él puede encender un fuego aun lloviendo, sin uso de inflamables; es su placer vivir al aire libre como se debe, apreciando la belleza y aprovechando la naturaleza. Es un conservacionista nato. Su figura es el ejemplo que hay que imitar para legar los encantos de nuestro maravilloso Sur a las generaciones venideras.

Charles Radziwill

El príncipe Radziwill, caballero entre caballeros, democrático como el que más, señor en todos los ambientes y sobre todo amigo, gran amigo. Deportista hasta lo superlativo, en la pesca con mosca se convierte en artista dominando todos los aspectos de su técnica y poniendo de su personalidad el fino y agudo sentido de lo bello. Pesca con la fineza y el gusto del señor. No se crea que por esto que sus presas son pequeñas, no, Charles quizás es el que en cantidad ha sacado mayor número de truchas grandes del grupo “Junín de los Andes”, tanto en Junín como en Tierra del Fuego o el Río Paine, en Chile. No sé cuantas tiene en su haber, pero sí sé que a muchas de más de cinco kilos. Aprendió a pescar siendo niño, allá en su Polonia natal. Cuando llegó a la Argentina, llevado por su pasión ancestral, encaminó sus vacaciones a donde podía pescar con mosca, por supuesto, la Cordillera. Junto con todos nosotros aprendió el método que Brooks introdujo en la Argentina, aprendió el “doublé-haul” y hoy es uno de los mejores “casters” de Junín de los Andes. Su paciencia y perseverancia no tienen limite y tirando una mosca es incansable, puede tirar días seguidos sin tirar un pique, pero cuando lo tiene, queda una trucha menos en el río.

Charles es ingeniero y de los buenos, soluciona en el acto todos los problemas técnicos y de los otros, no conozco a nadie con más habilidad manual. Con nylon duro del 50, hace el “nudo del clavo” ¡sin clavo! Inventa una complicada máquina que fumiga campos, bosques, montes frutales o blanquea las paredes, construye un pequeño barquito que navega a vela o una lanchita en miniatura que desarrolla velocidades fantásticas.

Al igual que todo buen pescador, conoce el río y lee el agua, sabe donde están las truchas y coloca la mosca con precisión matemática.

Príncipe polaco, que domina varias lenguas, que nació, se educó y creció en Palacio, a la vela del río, es capaz de encender el fuego y cebar un “amargo” como el mejor guía profesional de nuestra cordillera.

He pescado muchas veces con Charles, y cada vez que voy a la Boca aun no estando ahí, su presencia inmaterial es real. Hay un sitio, unas piedras que, mientras exista nuestra generación, serán las piedras de Radziwill. Charles ha sacado tantas truchas que el lugar ha quedado identificado.

Recuerdo la primera vez que nos encontramos en la Boca, yo no lo conocía a Charles. Hacía un tiempo horrible, lluvia y nieve acompañaban al huracán. El Bebe y yo ateridos de frio, insistimos en la esperanza de sacar “la grande” (no sé por qué existía y existe aún la creencia de que cuando peor es el tiempo más chance hay de sacar grandes, desde ya no corroborada por los hechos). Estábamos, como digo el Bebe y yo, alrededor de un fuego, tomando mate, cuando apareció en el camino un extraño vehículo, evidentemente un automóvil, creo que de la desaparecida especie que se llamó Aumar. No recuerdo el color, pero lo imagino rojo; en vez del porta equipajes traía un elástico de cama camera en el techo. ¡Era una cama! El ingeniero había fabricado una casa rodante, pero el dormitorio tenía por cielorraso las estrellas, en este caso las nubes descargaban agua y nieve!!! Por suerte para él, había cuarto en la hostería. Como les cuento, llegó aquel raro artefacto hasta nuestro fogón, sus tripulantes resultaron ser Charles y Tonino Soldati. Conocían al Bebe que nos presentó. Cambiamos pocas palabras, Charles se dirigió al vehículo, abrió una portezuela y quedó al descubierto, ante mi atónita mirada, el equipaje, que sólo Charles podía haberlo hecho caber en un vehículo que no fuera un enorme camión. Sin esfuerzo, de entre colchones, mantas, cacerolas, cañas de pescar, sobretodos y sombreros, sacó una botella de vodka, pero no vodka común, vodka polaco curado con hiervas (no me animo a decir que clase), la verdad que riquísimo y que antes de terminar la tarde lo habíamos “escanciado” tantas veces que se acabó.

En ese escenario conocí a Charles. Por supuesto, armó su caña, calzó sus waders, se dirigió al lago, que parecía Playa Grande en Mar del Plata en el peor día de bandera colorada, y de ahí, contra aquella terrible tormenta, lo vi tratando por varias horas de lograr hacer llegar la msoca al agua; si lo logró, no sé, pero tenacidad en esa empresa nadie le podrá igualar. Desde aquel día hemos estado juntos, pescando o no, muchas veces, pero éste es un libro de pesca y se impone hablar de ella.

Recuerdo un “rendez vous” de pesca, Joe Brooks, Bebe Anchorena, José Julián, que no pescará bien con mosca, pero para sacar grandes en la Boca era difícil igualarlo. Creo que estaban Horacio Quirno, Cornelio Donovan, André de Ganay, Silvestre Blaquier, Charles y yo. Pescamos todo el día sin lograr un pique, mientras todos recorrimos de arriba abajo toda la Boca, Charles se instalo en su piedra; con su método matemático, un cast a la derecha, uno al medio y uno a la izquierda, castigó la Boca, tirando hacia el lago, parece que el agua estaba batida a “punto de nieve” de tanto que la fustigó el Príncipe durante horas. Ya oscuro, estábamos todos al lado del fuego, consolándonos del fracaso, cuando apareció Charles, muy rengo porque, mientras peleaba una trucha, metió la pierna en un pozo tan hondo que le entró agua en el waders, eso que donde él pesca le da agua al tobillo; traía en su diestra una enorme marrón de 5 ½ kgs. Así es Charles Radziwill.

Juan José (Silvestre) Blaquier

Los últimos años de Silvestre pescamos varias temporadas. Cuando empezamos e pescar juntos, él era pescador de cuchara preferencialmente, le gustaban grandes y no le interesaba el método. Lo convertí en pescador de mosca. Aprendió a tirar bien, sin llegar a ser eximio, pero en cambio pescaba muy bien, buscaba bien el pescado y leía bien el río. Su arte supremo era la pelea de pez, lo hacía con extraordinaria finura, casi diría con ternura, siempre terminaba con la trucha rendida, flotando con la panza blanqueando en la superficie. Nunca un tirón, menos una “encañada”, tan común como desairada de mal pescador, les daba tanto hilo como fuera necesario, los dejaba correr todo lo que quisieran, daba gusto y placer verlo sacar “una grande”, jamás he visto a nadie tan curioso por aprender los misterios del río.

En los días lindos de sol se metía al río y buceaba para mirar, lo vi largarse en la misma Boca con una máscara, nadó casi hasta el puente. Este recorrido duró casi una hora, iba mirando cada hueco, recuperó cucharas, señuelos, moscas, que habían quedado prendidos en las piedras. Su resistencia al frio era proverbial. Jamás usó waders, se ponía calzoncillos largos de lana y encima un pantalón de baño y alpargatas por supuesto. Así pescaba de día o de noche por horas metido en el agua. Lo he visto, en el mes de julio, en su estancia “La Concepción”, cazar patos en la laguna con esa indumentaria. Creo que nunca tuvo frio. La última vez que pescamos juntos fue en su último viaje al Sur. La última madrugada (decolábamos a las 9 de la mañana de Junín de los Andes), resolvió sacar algunas truchas para traer a Bs. As. A las 5 de la mañana estábamos en el río, era fines de marzo, había escarcha en el pasto, no había salido el sol. Fuimos al pool de la carnicería, yo con waders y mucho abrigo, estaba aterido de frio, las manos mojadas me dolían. El, había cruzado y pescaba la costa Norte, saqué dos marrones buenas, él no lograba pique. Después de guardar mi segundo pescado en una bolsa que llevé ex profeso, vuelvo a lanzar mi mosca, en la claridad del alba veo otra línea casi paralela a la mía. Creí estar viendo visiones, miro atrás mío, lo veo a Silvestre con el agua a la cintura. Parecía imposible resistir esa temperatura, sin embargo, pesco hasta las 8 de la mañana sin salir del agua. Sacamos 11 ó 12 marrones entre 1.500 y 2.500 kgs. Casi diríamos que llenamos la bolsa. Lo que más le gustaba, era el pique de las marrones a los streamers traídos ligeros. Si hubiera vivido hoy sería un entusiasta del Skating Spider; es que esta mosca es como una droga a la que nos hacemos “Spider-adictos”, Silvestre hubiera sido un enfermo, sin cura, de este mal. Campero por excelencia, su resistencia al frio y al cansancio eran increíbles, compañero ideal en la vida al aire libre. Su carácter jovial y su singular simpatía hacían tan placentero esas excursiones, que su ausencia ha dejado un vacio insustituible.

José Julián

Hay otros pescadores en el país con tanto o más merito, pero no he pescado nunca con ellos. También los hay en Junín de los Andes, donde los que vamos asiduamente hemos formado, por así decirlo, una logia; dificulto que exista un grupo tan amigo, tan agradable y sincero, a pesar de que como grupo grande es heterogéneo. La sede social es la hostería Chimehuin, de José Julián; como decía Joe Brooks, “la más Waltoniana de las hosterías”. La verdad es que tiene tanta personalidad como su dueño, hay que ser pescador de alma para entenderla, si no se es pescador, ni vaya ni trate de comprendernos, porque no lo logrará.

Paso una generación por ella, la de mi Padre; quedan pocos o ninguno de los representantes de esa generación aun en actividad, la nuestra ha entrado en la madurez ya con algunas bajas, una tercera, la de nuestros hijos esta tomando ya posiciones muy firmes, casi diría que han tomado la plaza por asalto, nos toleran porque pertenecemos ya al “consejo de ancianos”.

La primera vez que fui a la hostería fue en 1950, había estado antes, pero sólo de paseo. Aquella temporada fue la primera vez que me alojé en lo de José Julián, sólo había, si mal no recuerdo, 5 habitaciones y un baño, existen aún aunque algunas muy modificadas o desaparecidas como la que llamábamos “el placard”, porque tenía puerta ¡pero no ventana! En aquel primer verano fui con mi padre, los otros “habitantes” eran Mr. Hubbard y Mr. Bauer, no creo que hubiera un quinto pensionista, por lo menos no lo recuerdo. Mr. Hubbard no se sentía lo suficientemente joven para pescar con mosca, así que pescaba con spinning, usaba nylon de 2 lbs de resistencia y los señuelos los fabricaba él mismo. Tenía montado un taller en su cuarto, que es el que está encima de la cocina y el lado del baño, el siguiente lo ocupaba Mr. Bauer. Los señuelos los hacía de caucho, latón o madera y su orgullo era que fueran tan livianos y pequeños como los podía fabricar. Él fue quien bautizó los pools cerca de Junín, inventó el “Señoritas pool”, “Priest pool”, hoy “pool del cura”, “matadero”, “carnicería”, “Piedras Blancas”. Todos estos nombres surgieron de la imaginación de Mr. Hubbart.

El comedor, en aquella época, no tenía ventana, era un cuartucho de 3 x 4, siempre con luz artificial, “una bombita que colgaba del techo y jamás se apagaba”, la luz, si es que se puede llamar, era de una palidez y de una falta de intensidad tal, que de tarde se reforzaba con un poderoso “sol de noche” de kerosene. Cuando uno se iba a dormir, lo ideal era tener una vela. Era tan insólita como increíble, pero tan simpática y acogedora como siempre. La pensión incluía comida y vino, también copetines. Como será el éxito que, a pesar de los esfuerzos que hizo José por fundirla, la hostería se convirtió en lo que es hoy, una empresa brillante. A pesar de eso, José pasó momentos difíciles, muy difíciles, que capeó pescando, con la fe y optimismo de hombre feliz. Es cierto que al lado de José huno un titán; las horas que José pescó, que son muchas, Doña Elena trabajó, y ¡cómo! José fue el símbolo de esa hostería, Elena el motor. Pero lo que intentaba era hacer la semblanza de otro gran pescador, me fui por las ramas. Pretendía describir el “hábitat natural” de José Julián, los recuerdos me traicionaron. No importa, retomamos el hilo, José perteneció a esa generación de inmigrantes que hicieron Patria; vino con un pasaje de llamada que le hiciera un tío. Establecido en la Patagonia a principio del siglo, no sé bien dónde desembarcó, tal vez ni él lo supo. De Bahía salió en sulky con tropilla por delante. . . Yo en broma, con todo cariño, le decía que no cruzo en sulky sino en camello, aludiendo a su nacionalidad. Llego a Junín cuando recién dejaba de ser fortín y se convertía en cacerío. Su primer hazaña fue salir a cazar y matarle al tío todos los patos pekin que había en un charco cerca del negocio. Después de eso, abandono la cacería y se dedico a la pesca. Entonces, en el Chimehuin, había sólo “percas y pejerreyes”. Contribuyo a que se acabaran. Entre las marrones, arco iris y José casi desapareció la fauna ictiológica autóctona. Pero no se crea que José era un depredador, no, absolutamente no. Es pescador de alma y muy bueno. Conocedor del río como nadie, cada vuelta y cada piedra eran familiares; en los largos años de residencia sacó una trucha en cada metro del río, pero su lugar favorito, fue “La Boca”, creo que es el que ha sacado más cantidad de grandes. Si técnica primitiva era terriblemente eficaz. Lástima que no aprendió a tirar bien, hubiera sido un gran caster. José pescó y guió a todos los “Monstruos Sagrados”. Desde aquellos ingleses, que no conocí, que pescaban con cañas de dos manos de 14 y 15 pies de largo, hasta los americanos de hoy. Vio las dos técnicas, pudo, aunque no quiso hacerlo, aprender de los grandes maestros. Su filosofía fue “sacar” por el método más eficaz, por cierto, su sistema fue altamente retributivo. Pero no mató pescados porque sí, jamás lo vi llegar con muchos, ni con pescados chicos, uno o dos, pero de más de 4 kg. era su cuota.