Aquel día Felipe traía un látigo casero hecho de 2 tramos de bambú básico con sus nudos y deformaciones al estilo de las cañas de pescar que yo usaba de niño, cortadas en el carrizal del pueblo. Es cierto que la caña de Felipe tenía un empalme en el centro y una basta empuñadura donde se veía un carrete sencillo con una seda de plástico verdosa. Mientras observaba con que facilidad él lanzaba por el hermoso y verdinegro río, cómo colocaba su mosca quejándose tan solo del peso de aquel aparejo prehistórico, me acordé de algunos mosqueros que no saben entrar a pescar si no tienen el material sofisticado que la última moda consiguió venderles.

Fragmento del "Díptero Hormigoso", del libro de Guy Roques  "Nudos de Viento".