Con una reiterada contradicción –el quinto para Parques y el treinta de abril para las provincias- finalizó la temporada sureña de pesca de salmónidos, con muy escasa concurrencia de pescadores, debido al mal tiempo reinante desde los primeros días del mes. Muchos son los hechos vivienciados durante el transcurso de la misma, con males que permanecen intactos temporada a temporada, algunos hechos auspiciosos y un futuro en algunos aspectos promisorio, producto –oh sorpresa- de malas medidas concretadas –cuándo no- por la mano del hombre.


Control y vigilancia

Esta actitud tan cara al patrimonio de la zona, es poco menos que nula en la actualidad, con el agravante de que los pocos guarda parques, carecen de los elementos mínimos e indispensables para llevar a cabo su tarea. En algunos casos resulta incomprensible saber, por ejemplo, que debe controlarse el Paimún y el Huechulafquen sin contar con una embarcación. Ergo, en el Paimún se trolleó más que nunca.

Otro caso que merece un párrafo aparte es la situación que nace de la reglamentación en el Currhué Grande. Allí está también prohibido hacer trolling, pero como no se puede prohibir el tránsito con embarcaciones en espejos navegables, es común ver botes con dos o tres pescadores troleando sin problemas. Cuando unos los ve, entonces hacen como que practican spinning. El guarda parques tampoco tiene embarcación y por si esto fuera poco, los lugareños –preferentemente- ya están avisados de que cuando se inicia la temporada de caza, el guarda parque se verá abocado a una tarea que le insume prácticamente todo el tiempo y entonces el control en el lago directamente no existe. Claro que el pescador también tiene razón cuando expone que el Currhue solo es pescable mediante embarcación y que además es uno de los pocos lugares donde existe la posibilidad de capturar un salmón. ¿Por qué no considerar entonces la posibilidad de extraer mediante redes cierta cantidad y diseminarlos en otros ambientes carentes de esa especie? Podría ser una buena medida, dado que es totalmente cierto que dicho espejo de agua es de costas agrestes, a pique por demás, y también debería tenerse en cuenta que es un espejo de agua que casi no tiene comunicación con otros.

Este problema de control y vigilancia es viejo, complejo y brinda ampliaciones al tema. Es notorio que su principal causa sea la falta de sustento económico a cargo de Parques Nacionales y de los entes provinciales. Y sin dinero suficiente, no es posible concretar la solución más práctica: colocar mayor cantidad de guarda parques. Por otra parte, los accesos a los distintos espejos son innumerables –especialmente en Neuquén y Río Negro- y en el caso de los ríos –la mayoría en jurisdicción provincial- por lo general dependen de la voluntad de los dueños de las estancias que rodean al curso de agua. Cuando un estanciero supone que tal zona debería ser vedada, cierra la tranquera y no permite el acceso salvo a sus amistades. Entonces el pescador que no conoce a los propietarios se ve inhibido de practicar la pesca en ciertos lugares claves. Hasta que se decide a entrar de a pie. Cuando regresa se encuentra con la novedad de que le han desinflado todas las cubiertas del coche que quedó a la vera en el camino provincial. Esta situación que se viene reiterando en los últimos años traerá graves consecuencias, por cuanto ambos, propietario y pescador, están en flagrante delito: uno por incursionar en campos privados y el otro por dañar u obstaculizar el libre tránsito y estacionamiento en una ruta provincial. Queda una sugerencia: la apertura de senderos públicos para poder llegar libremente a la vera del río. Esto corresponde a las provincias.

Podría cobrarse una suma adicional entregando un ticket a cada pescador que desee practicar en esas zonas. Esa suma adicional permitiría contratar algunos guarda parques volantes, con medio automotor para llegarse hasta esos lugares y cumplir con el control y vigilancia adecuado. O caso contrario –dado que estamos hablando siempre de estancias privadas- que el ticket correspondiente sea entregado por cada pescador previo a su excursión pesqueril en la comisaría más próxima a su domicilio en la zona. De esta forma la autoridad encargada sería la policial y además el pescador se haría responsable de los daños ocasionados –si los hubiera- dentro del campo privado. En fin, pueden ser otras las soluciones del caso, pero en definitiva algo para abortar lo que puede suceder si el sistema sigue fallando tal como hasta ahora. También debería facilitarse en estos casos la labor del guía profesional, por cuanto su restricción de acceso atenta a favor del turismo deportivo y del incremento de divisas para los lugareños todos.

Cabría agregar que en los hábitats declarados reservas nacionales, los biguales y los visones –estos últimos en Chubut- se han aposentado en una concurrencia cuya cantidad y actividad ya se torna inquietante. Considero que un feliz paliativo puede ser efectuar un control mediante capturas en vivo –de gran costo y por ende poco probable de llevar a la práctica- o bien practicando similar conducta a la asumida por la Dirección Provincial de Turismo del Chubut con relación a las avutardas.

También resulta sorprendente la gran cantidad de alambrados que en el Huechulafquen –zona lindante al Blanco- perturba el accionar del aficionado, ya sea porque llegan directamente hacia el lago o amordazan el camino de acceso principal. Realmente cuesta imaginarse que está en una Reserva Nacional.


El Chocón – Su influencia en el futuro

Respecto a la influencia de obras construidas por el hombre, así como ya he escrito en otras oportunidades, la inconveniencia que resulta de seguir construyendo obras que no contengan escalas para peces, conviene señalar lo que supongo es un hecho que en el futuro cercano podría constatarse fehacientemente. Interpreto que ríos que desembocan sus aguas en el Collón Cura recibirán un nuevo aporte, producto de la vuelta obligada de los peces contenidos por el Chocón. En uno de ellos y desde un puente, haciendo una experiencia para demostrar a unos clientes extranjeros de la enorme riqueza de nuestras aguas, terminé por asombrarme del todo. La experiencia se llevó a cabo en un río que nunca ofreció capturas mayores a los cuatro kilos unitarios y esto con cuentagotas. Ubicados los espectadores del caso, empecé a arrojar huevas de trucha, recién extraídas de una marrón. En ese lugar era dable observar a simple vista y en cualquier circunstancia una docena de truchas chicas que habitan normalmente el lugar. En esta oportunidad y a medida que las habitantes estables ofrecían mayor alboroto, empezaron a aparecer desde todas las direcciones una increíble cantidad de truchas chicas y medianas, un verdadero cardumen donde también vorazmente comían algunas de más de un kilo. Todos coincidimos que alrededor de sesenta a setenta truchas sumamente excitadas buscando apoderase de un racimo de huevas era la cantidad que ofrecían un ballet insólito, probablemente nada fácil de ver en cualquier espejo de agua. Por debajo de ese increíble espectáculo alcanzamos a divisar una serie de troncos, elementos algo extraños al medio, puesto que desde el principio de temporada venía observando desde el puente y nunca lo había divisado. Hasta que también extrañamente un racimo de huevas llegó casi al lecho del río. Fue allí que uno de esos troncos que tanto nos llamaban la atención se movió raudamente tomando el delicioso bocado que se le ofrecía fácilmente merced a un descuido de las truchas chicas y medianas. Poco a poco y al final de la bolsa del pozón, logramos divisar otra serie de troncos, la mayoría de los cuales –llegamos a contar 23- eran truchas marrones. Solo logramos identificar una arco iris, precisamente uno de los más grandes ejemplares y cuyo peso según mi estimación oscilaba entre los diez y doce kilos. Personalmente, he visto congregaciones de truchas grandes en el Menéndez, en el Chimehuin y también en diversos lagos, pero algo como lo narrado, no. Y reitero, en el río donde se desarrollaba la acción nunca se ha visto un pescado del tamaño de esos ejemplares.


¿Existe disminución de Fauna?

La respuesta es obvia: naturalmente, la riqueza de esas aguas no es igual a la de 20 años atrás. Es muy escasa la repoblación artificial, mayor la cantidad de pescadores, más amplias las posibilidades técnicas de que se disponen y, como ya hemos visto anteriormente, tampoco ha mejorado el control necesario. Pero que la fauna corra peligro de extinción, por lo menos por ahora, no. Los resultados están a la vista: en la temporada se obtuvieron algunos ejemplares de peso superior a los diez kilos, hecho que no se daba hace unos cuantos años atrás. Se extrajeron muchos ejemplares de seis y siete kilos y cualquier cantidad de tres a cuatro kilos unitarios. Y esto responde a datos que se consiguen durante la temporada normal de pesca, o mejor dicho durante la temporada reglamentaria. Pero habría que agregarle la enorme cantidad de pescados extraídos durante todo el año. Raramente el pescador lugareño pesca durante el verano, prefiere hacerlo cuando termina abril: es más fácil, hay menos gente y por ende menos posibilidad de ser controlado.


¿Existen circunstancias especiales, como la de que el Chimehuin no presenta peces de peso medio? 

Sí, en efecto, esto sucede durante los últimos años. Llama la atención pero no representa un elemento de prueba de merma de peces. Es llamativa la enorme cantidad de alevinos –nunca como esta temporada- que se ven en sus distintos pesqueros. Queda el interrogante de por qué se ven tantas truchas chicas, se ven y se pescan buenos ejemplares, pero no se visualizan ni se pescan peces medianos. Dentro del interrogante es válido recordar que justamente esos peces medios hacen las delicias de los gourmets de transatlánticos y otras yerbas que en su menú escrito ofrecen dentro de sus placeres el poder saborear truchas argentinas… La pesca comercial de peces medianos es la más accesible porque son ejemplares que todavía no se hallan en estado de adultez tal como para navegar cautelosamente y desconfiar del acecho de una red. También el formato de red exigido es el más propicio para ser maniobrado y ubicado en los distintos lugares de paso. No se ha divisado ninguna red por ahora, pero es lógico pensar que quien lo haga no lo va a hacer durante la temporada de verano con turismo y pescadores que recorren mucho.

Hace pocos días, un señor que pasa la mayor parte de su tiempo en USA, me decía que allí el pescador que practica trolling es mal mirado por los adeptos del spinning y la mosca. Aquí pasa lo mismo, con la diferencia de que todo el mundo hace trolling porque está permitido. También se opina que con el trolling no se daña la población, por cuanto los ejemplares que se extraen son los más grandes y por lo tanto no son reproductores. Mi punto de vista es que con esta técnica se pesca de todo y por lo general todo lo que se pesca es menester matarlo, porque los anzuelos triples rara vez perdonan en trolling. Es mucha la potencia de arrastre de una embarcación, la corriente de los lagos y, en fin, la resistencia de los hilos que normalmente se utilizan. Yo entiendo que desde el nacimiento de la pesca de truchas en nuestro país y hasta la fecha han sido muy pocas las prohibiciones y por lo tanto las pescas realizadas con el sistema trolling han dañado la población de esos ambientes. Es fácil recordar que se permitían diez capturas por día y por persona, y a veces iban tres pescadores por bote. Y que la actual restricción cuantitativa, entre otras causas, fue llevada a cabo para paliar en parte las constantes transgresiones.

Por otra parte, no estoy de acuerdo con permitir la pesca en ríos con cucharas y señuelos. Pienso que el spinning y el trolling, por caso, tienen cualquier cantidad de espejos grandes para intentar todas las capturas posibles. Al pescador de spinning no le resulta desagradable pescar con cuchara en un lago, al pescador de mosca sí. Al que practica spinning le gusta caminar pero si posee embarcación le es mejor, porque así se traslada de una zona a otra más rápidamente. Simplemente porque en spinning el recorrido de un trecho de lago o río siempre resulta menos minucioso, más rápido que el que efectuara un pescador de mosca. La pesca a spinning asiduamente es menos compleja, más fácil y accesible, no existiendo casi obstáculos costeros que inhiban el desarrollo de la técnica en forma total.

En cambio con mosca la cosa cambia. El pescador con mosca se buscó una complicación: la de pescar con elementos sumamente difíciles de lanzar en cualquier situación. Pero como esa complicación que se buscó en su propio desmedro sirve para lograr una lucha ética y equitativa –siempre y cuando se formalicen las reglas del caso- y además, lo más importante, que es una técnica que tiene mucho sentido conservacionista, entonces lo lógico es que merezca un tratamiento especial. Y el único tratamiento especial que requiere un buen pescador de mosca es que por lo menos le dejen los ríos para la práctica de su técnica favorita. Es tan especial la técnica de la pesca con mosca, que la sola caída de una cuchara cercana pareciera romper el encanto de ese diálogo íntimo que aísla al pescador y la naturaleza que le rodea. Ese pedazo de río que supone en ese momento es de él y además le debe él vencer. Al menos, así me ocurre a mí… y a unos cuantos pescadores más.


De los equipos de pesca

¿Qué utilizar a lo largo de esta temporada?

Me llamó la atención el no ver prácticamente un solo equipo liviano de spinning. Casi todo el mundo utiliza equipos medianos para lanzar, cebos pesados con monofilamento 0.30 y también 0.35 y 0.40. Las cucharas más utilizadas son las ya tradicionales Criollas, Coster y Toby en su variada gama de pesos y colores. Evidentemente conforman un terceto muy bueno, capaz de contrarrestar toda complejidad que emane del medio donde se desarrolla la pesca. Es muy común en los ríos el uso de cucharas giratorias y, salvo los mendocinos que pescan con un jig local, casi nadie usa este artificio simple y tan efectivo, que no deja de ser una mosca lastrada de gran efectividad. El caimán sigue siendo rey en trolling y, respecto a colores, la mayoría sigue utilizando el plateado, aun cuando también el negro va teniendo adeptos. Es poco usado el cambio de velocidad de recuperar, maniobra que cualquier reel frontal de los actuales permite con grandes beneficios. En Francia, la firma Mepps ya ha sacado a la venta –en USA también- las giratorias con anzuelos simples. Sería muy beneficioso para todos que el anzuelo simple suplante a los tradicionales triples que lastiman en demasía a los peces. Personalmente, los he usado también en cucharas ondulantes con resultado óptimo. Lo ideal sería fabricar igual modelo con anzuelo simple y triple. Entonces el aficionado podría optar y definirse después sin la antipática posición de exigencia por parte de medida reglamentaria previa, que en el caso de seguir utilizándose exclusivamente el triple entiendo debería concretarse.

Otro aspecto técnico que descarta en demasía el aficionado es el usar los señuelos de superficie, tales como el Oreno y algunos que incluso trabajan directamente en superficie. Bien maniobrados, con sutiles movimientos que casi siempre es menester para producir bastante chapoteo para atraer a la especie, es de suponer –poseo algunas experiencias al respecto- que pueden lograrse buenas capturas, en especial cuando las aguas están calmas y los peces permanecen el fondo. En esta situación debe buscarse la irritación o la curiosidad del pez, toda vez que cuando permanece en el fondo del lecho por lo general incitar el apetito del pez no trae buenos resultados, se pesque a spinning o con mosca.

Cuando expresamos sutileza, no es posible obviar diámetro del hilo que se utiliza. Difícil empresa es hacer caer bien suavemente un señuelo con hilos gruesos. Por otra parte si bien en nuestras aguas hay peces grandes, en absoluto justifica el uso de monofilamentos superiores a las 8 libras de resistencia; debería ser la máxima a utilizarse, recomendable solo para ambientes donde la estadística dice de grandes capturas en forma normal, tal como el Huechulafquen, el Nahuel o el Menéndez.

Otro aspecto vivenciado a menudo, es el caso de broches con esmerillones muy grandes, que en la mayoría de los casos no dejan trabajar al artificial o bien consumen un elemento negativo por ser un accesorio distorsionante de la imagen que la cuchara o el señuelo deben vender ante el pez.

Y siguiendo la crítica constructiva de Calabró, y como palo para spinningeros y mosqueros, me preocupa la costumbre de introducirse en el agua más de la cuenta –en especial cuando estoy esperando para entrar luego- a punto de ingresar directamente en los dominios de la trucha. El mosquero, principalmente, debería recordar más a menudo ese detalle, por cuanto del contrario se contradice directamente: es que si la trucha siempre estuviera a gran distancia del pescador, entonces la técnica de mosca no se justificaría, no tendría razón de ser y no pescaría como los resultados dicen.

El caso anterior tiene relación con el siguiente: descartar en los primeros lances las aguas costeras o cercanas al pescador. Como si siempre, siempre, la trucha debiera estar en la orilla de enfrente. Y por último y también para los adeptos al flycasting, sorprende la –todavía- gran propensión al uso de líneas gruesas, aun en ríos como el Malleo. Cada año que pasa me hago más firme en mi posición: salvo días muy especiales y en dos o tres lugares, prácticamente en todo el sur argentino la línea máxima exigible a utilizarse, debiera ser una número siete.