Llego el esperado fin de semana  de carnaval de principios de marzo del 2011, y me encontraba sin un programa de pesca definido. Es así que, hablando con Nicolas Schwint decidimos ir a relevar el delta del Rio Paraná, sección norte cercana a Carmelo. El objetivo era pescar dorados sobre los bancos de arena del rio Uruguay, en las desembocaduras de los ríos Paraná guazú y aledaños.<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:office" />

Si bien teníamos buen pronóstico de tiempo, las previsiones de viento de Wind Gurú no fallaron y el sábado por la tarde, nos encontrabamos en esa desembocadura con un viento y unas olas que se hacían respetar. Estas condiciones aguaban nuestras ilusiones y quedaba claro que teníamos que buscar un lugar alternativo dentro de las islas.

Pescar en el delta tiene la desventaja que el área a cubrir, es grande y las distancias muy largas. El agua se encontraba muy sucia y ubicar los dorados no sería una tarea menor, es así que empezó nuestro scouting.

Después de recorrer algunos canales cercanos a la desembocadura del Paraná guazú, llegamos a un pequeño río con grandes árboles, abundantes enredaderas, gran cantidad de vegetación acuática y espectaculares costas donde se generaban estructuras perfectas que ponían nuestra imaginación a correr. Acá el agua estaba bastante trasparente, ya que arroyo arriba estaba taponado por camalotes que frenaban y decantaban el agua.

Lo primero que notamos fue la gran cantidad de vida presente, de hecho bastaba con meter la mano en el agua para recibir los típicos mordiscos de  cientos de mojarras hambrientas dispuestas a atacar cualquier cosa que se moviera. Todas las condiciones se estaban dando para encontrar allí dorados, por lo que enseguida armamos nuestras cañas con líneas de hundimiento y turnándonos empezamos a castear.

Los piques no tardaron en llegar. Era notable ir avanzando a golpe de remo, mientras que los dos íbamos observando los distintos borbollones, ataques, o wakes de dorados patrullando. La conformación de los distintos lugares para tirar iba cambiando permanentemente, debido a los camalotes que generaban pequeñas bahías o bien lugares donde el agua se aceleraba levemente. Si bien la mayoría de los piques se dieron con línea de hundimiento, también concertamos algunos con línea de flote utilizando popers.

La coloración oscura de los dorados dejaba claro que eran residentes, lo que nos llevo a hacer algunas suposiciones: “habrían, estos dorados, llegado ahí con la última crecida de río y producto de la poca presencia humana  eligieron aquel tranquilo canal como su residencia permanente?” Me fue imposible no empezar a pensar en cuanta pesca tendríamos si se tomara conciencia del recurso que tenemos y se lo administrara correctamente...creo que es un tema que merece un capítulo aparte.

Luego de dormir en una hostería del arroyo naranjo, el domingo nos despertamos temprano con la ilusión de pescar los tan añorados bancos. El viento aunque había calmado bastante, no había dejado de soplar en toda la noche. Nos dispusimos entonces, a recorrer otros canales sin observar más que algunos dorados aislados.

Decidimos volver al pequeño arroyo donde habíamos pescado el día anterior. Ahí estaban de nuevo! Esta vez nadaban sin prestar ningún tipo de atención a la gran cantidad de pequeños sábalos que merodeaban entre ellos, simplemente moviéndose totalmente ajenos a su entorno. Tampoco se veían ataques como los que habíamos visto el día anterior.

Empezamos a tirar nuestras moscas, y vimos con sorpresa que tampoco osaban prestar atención a nuestras mejores artes. Nicolás astutamente sugirió que debíamos irritarlos para hacerlos picar. Entonces la técnica paso a ser otra totalmente distinta “utilizar moscas con ojos de plomo y empezar golpear la superficie hasta tres veces en el mismo lugar, para luego empezar a estripear en forma acelerada”. La observación era correcta! Enseguida empezamos a concretar muchos piques, para coronar una día inolvidable de pesca que nunca nos imaginamos hacer en el delta a un par de horas de navegación de buenos aires. Más aún teniendo en cuenta que la mayoría se daban a pez visto.

El domingo por la tarde empezamos a volver, probando en otros lugares sin mucha suerte. Llegando al río “La Barquita”, al norte del Paraná Mini el motor de nuestro semirrígido empezó a fallar, creemos que producto de nafta adulterada. En solo quinientos metros paso de hacer un ruido extraño, a pararse por completo. A los pocos minutos estábamos agarrados a un árbol de la costa.

Con la situación controlada y viendo que el motor no quería prender, llamamos por radio a la prefectura de Chana Mini a pedir auxilio. Cinco horas más tarde llego el auxilio mecánico desde San Fernando y tras otras 4 horas remolcándonos finalmente llegamos a las cinco de la mañana del lunes a la guardería. Una anécdota que quedará por siempre, que por suerte termino bien y una pesca que seguro nunca olvidaremos. 

Equipos utilizados:

Cañas N°6/8. Líneas streamer express de 250 grains, hundimiento IV. Lider de 7 pies de 15 libras, cable de acero de 20/15 libras. Moscas oscuras, mayormente negras, con ojos de plomo y cabeza mudler.