Una de las pocas eclosiones favorables sucedida en los últimos años en este zarandeado país eleva a la pesca deportiva casi al nivel de deporte nacional. Es que a pesar de una total carencia de apoyo oficial, la pesca deportiva reúne en sus múltiples pesqueros mayor cantidad de personas que las que congrega –por ejemplo- el fútbol, también siempre teniendo en cuenta todo el ámbito nacional y en un fin de semana común.

Naturalmente, todo acelerado proceso conforma situaciones brillantes pero también hechos, brillantes pero también hechos; posibilidades que escapan al precario control establecido, permitiendo el usufructo de algunos menesteres por parte de algunos contrayentes no muy idóneos que digamos, que la memoria no siempre es fiel. En algunos casos, es dable ser condescendiente: existe muy poca experiencia escrita, elementales normas, algunas de ellas superadas por los acontecimientos y la eterna presente juventud, siempre proclive a encontrar ídolos, cuya única posibilidad pareciera radicar en tener “gancho”, preferentemente con una mentalidad bien práctica y especulativa.

Es bien sabido que la mentira tiene patas cortas, puede ser entonces que los beneficiados especuladores duren poco tiempo, pero lo que realmente importa es que se la daña; es la pesca en función de deporte, la profesionalización éticamente y la calidad receptora turística deportiva, lo que a la postre deteriora nuestra imagen en el exterior.

Así aparecen instructores de lanzamiento cuya propia destreza fue consumada en apenas uno o dos años de práctica y algunas pocas horas anuales de pesca. O guías de pesca que con dos años de antigüedad, sin conocer el ambiente, sin lanzar bien y sin saber pescar –pero eso sí, con un diez puntos en inglés- pretenden imponer condiciones y, lo que es peor, ajusticiar a profesionales con más de diez o quince años de antigüedad.

¿Es posible encontrar tanta falta de ética? Por lo menos en nuestro deporte esto no sucedía antes. Todo guía o escritor que se precie tiene su orgullo, su punto de vista, sus secretos y sus simulaciones, que en la pesca la mentira y la mentirilla tienen campo propicio y no es novedad por cierto. A tos, pero manteniendo una ética invariable: la libertad de uno termina donde nace la del otro. Y es natural, en pesca todos los días se aprende algo y para esto es necesario investigar, estudiar, practicar, hurgar en la naturaleza (no solamente en “laboratorios” parquizados) durante muchos años y por siempre…

Hace mucho tiempo y en cierta región del país se dio una circunstancia insólita: por rara casualidad –y con pocas excepciones- el ganador o ganadores de los torneos de turno se profesionalizan como guías. Este hecho –que en la actualidad pareciera reivindicarse- no asumió en definitiva grandes proporciones. Porque aun siendo un buen conocedor de la zona no se es buen guía. Ni siquiera siendo un gran pescador. En realidad, un guía de pesca debería ser las dos cosas a la vez… y muchas más. En primer lugar, es un representante argentino, tan importante; a lo expuesto se puede agregar el llamado “celo profesional”, al que guías e instructores del tema somos muy proclives, y entonces viene a la palestra una situación común desde hace muchos años a la fecha: que cada uno mantenga a veces ciertas polémicas escritas o verbales con otro profesional, que sigan discrepando en varios o muchos aspectos. Un buen guía tiene que tener su buena pizca de nacionalismo. Conocer profundamente la idiosincrasia de su pueblo, sus costumbres y vigencias; sus posibilidades económicas, su potencial y sus debilidades. La buena relación –de conocimiento- regional, no exime de saber las posibilidades que brinda el país entero, cualquiera sea la técnica de pesca, preferencial o exigible. Existen dos formas de llevar a cabo la profesión de guía: como religión exclusiva o como acto “comercial total”. El término medio no existe. Cualquiera que tenga experiencia en el tema sabe que ningún guía con unas cuantas guerras en sus espaldas se ha enriquecido, al menos en nuestro país. Además no lo considera posible, al menos que se acelere el proceso de experimentación… y entonces no se es un buen guía, sino un capitalizador de la escasez de profesionales. Que en definitiva esto último –lamentablemente real- permite augurar posibilidades para todos. Entonces, ¿para qué apresurarse y pretender ignorar a los genuinos representantes de la dinastía profesional? ¿Para qué ensuciar el presente y futuro de un deporte tan importante para la salud mental y física de un pueblo?