Desde su boca, en el lago Lolog, hasta su confluencia con el río Chimehuín, el Quilquihue es un río ideal para la pesca con mosca. Cuando las autoridades responsables se lo propongan, volverá a poblarse con la calidad y cantidad a que nos tenía acostumbrado. Sólo hace falta proteger la fauna y repoblar. En la boca han salido ejemplares sensacionales, destacándose el récord de 12 kilogramos de Silvestre Blaquier.

Cuando en marzo de 1956 llegó a la Argentina el escritor y famoso pescador norteamericano Joe Brooks, conoció en primera instancia la boca del Quilquihue donde, en los primeros casts, clavó a un arco iris de más de 4 kg. que le hizo exclamar: “Es la mayor arcoíris con la que jamás estuve conectado” . Se fue, pero al rato consiguió una marrón de 4 ½ kg. y poco después otra de 5 kg. que lo llevó río abajo más de 50 metros. Joe había viajado con el Bebe Anchorena, Andrés Gordon y conmigo, y esa noche, en la hostería del Turco Julián, en Junín de los Andes nos decía: “Este ha sido el mejor día de pesca de mi vida; en una hora y media de pesca obtuve mis dos truchas más grandes; cuando vuelva a casa nadie me creerá”. 

En aquella época ese lugar era desconocido, mientras que ahora no es raro encontrar permanentemente 4 ó 6 carpas que albergan no menos de 15 personas. Después de la boca del Chimehuin, es el mejor lugar para mosca que conozco; tal vez más fácil para lanzar, pero mucho más difícil para vadear, ya que existen grandes piedras resbalosas. En esta boca, mi hijo Carlo Alberto (Tatú) sacó su primera trucha grande, contando solamente con 14 años, pero ya tiraba correctamente una mosca. Hicimos camping por todo el día, pero como había demasiada claridad y transparencia, los mayores decidimos esperar las horas del atardecer, cuando baja la luz. Tatú decidió lo contrario; usaba una de 8 pies y partió con los demás chicos. Al rato, un griterío infernal nos indicaba que algo anormal pasaba, y en efecto, al llegar nos encontramos a Tatú peleando con un buen ejemplar que acusó más de 4 kg y al que, en muy buen estilo “planchó” en la costa. Recibimos la lección: “para sacar hay que mojar la línea”, y también, que las truchas, como todos los peces, tienen sus períodos de actividad, y a pesar del inconveniente de la luz y la transparencia es posible que tomen nuestros artificiales. En cuanto el pescador pone toda su habilidad y el engaño se hace más difícil, “el viento y las nubes pueden ser aliados del pescador, pero lo importante es tener la mosca en el agua”.

 El tramo del Quilquihue en el que más he pescado es el de río abajo, en la estancia de González (hoy Larminat). Los pozones conocidos son desde el “de la casa” hasta el de “la Gaucha” y el de “los Corrales”, a partir de ese lugar, hasta la confluencia con el Chimehuin. Llevé a Joe Brooks un día al pozón “los Corrales” y al ver la corredera armó un equipo para mosca seca: caña Ted Williams de 8 pies y puso una mosca “Wolf”. Vadeó hasta colocarse debajo de la salida de la corredera y comenzó los lances, siempre corriente arriba, dejando que la mosca flotara hacia él. Batió todos los lugares, a través de la correntada, en el centro y también de su lado, y siempre obtuvo piques. Fue sorprendente la cantidad de pescados que sacó, tanto que no creía que cumpliesen todos en el lugar. Aprendí que para pescar con mosca seca no es necesario esperar a que suban (“rise”), y en otras oportunidades tuve experiencias inolvidables con moscas secas grandes, llegando a tener piques hasta en el remanso.

En general pesco con mosca seca por la mañana, cuando no hay viento, utilizando caña de 8 pies con líneas de flote del Nº5, y como mosca, una preferida es la Skating Spider.