Llegamos a Montreal, subimos al Valiant que hemos alquilado y nos largamos a Matane. ¡Qué camino! Tres y a veces cuatro franjas de ida, y otras tantas vueltas. Pasamos la ciudad de Montreal a 172 km/h; sin cruces ni interrupción alguna por cerca de 640 kms.; mucho tránsito que marcha muy ligero. La autopista llega más o menos a 100 kms. de nuestro destino, pero la están continuando y construyen como una milla por día.

El camino costea el Río San Lorenzo en su margen sud, entre bosques de abetos, abedules, álamos, robles, etc. Pequeñas colinas, campos de pastoreos inmensamente verdes, pueblos pequeños y grandes, sumamente pintorescos, con sus iglesias de cúpulas muy agudas y casas de madera, pintadas a todo color, hacen del paisaje una fiesta policromada.

Llegamos a Matane y nuestra primera preocupación es investigar el río que pasa por el medio del pueblo. A unos tres kilómetros de la boca hay una presa que suministra energía. En la misma hay una escalera para salmones, que consiste en piletas de 1 m. de largo por 0.60 ms. de ancho colocadas a distinto nivel en forma ascendente; pasa luego por dentro de una casilla, donde la pileta se agranda y tiene una pared de vidrio, donde el público puede contemplar los salmones cuando suben. Ahí hay un empleado de Parques día y noche que cuenta los salmones que entran al río. Desde el puente que se forma en la forma superior de la presa, se puede contemplar los salmones saltando, tratando de superar el escollo hasta que descubren la entrada a la escalera.

Mientras visitamos estas instalaciones, un muchacho entra el río, en el pool que se forma debajo del dique. Al ratito de estar, y mientras criticamos su forma de tirar, prendió y sacó un salmón de 5 kgrs. ¡En medio del pueblo!

A las seis de la mañana del día siguiente ya estábamos desayunando en la única cafetería que está abierta a esa hora, esperando a que en la oficina de Parques, nos vendieran las licencias diarias. Muñidos del plano del río, salimos a recorrer. Nuestra primera parada fue en lo de George Maul, que tiene una tienda con artículos de pesca, principalmente moscas que ata el mismo, muy lindas, y donde nos gastamos una pequeña fortuna en los días sub-siguientes. También requerimos información, nos dicen que primero nos conviene mirar el río bien, observar a los pescadores a fin de ubicarnos. Así lo hacemos. Durante la mañana recorremos el río sin pescar; al mediodía estamos convencidos de que no necesitamos más, y decidimos iniciar la pesca a la tarde. Nos dirigimos al río después de almorzar, no sabemos muy bien a dónde ir, por fin vemos un pool desde el camino que nos parece bueno, es el N° 50, llamado “Le Four”. Nos ponemos los waders, armo mi salmón de Luxe 8 ½ pies, pongo una mosca mojada, engraso la línea y me largo al río. Aquí un nuevo problema: ¿Dónde están los salmones? Por las dudas empiezo bien arriba tirando en aguas rápidas, en la mitad del pool hay una rama sobre el río, que toca en partes el agua, mientras voy bajando voy estudiando cómo tirar y dónde colocar la mosca. Se me va a presentar pronto el problema de la rama. Si tiro largo me voy a enganchar… si tiro corto tal vez pierda el pescado, que seguro debe estar debajo de esa rama… En la primer bajada del pool, tiro corto y sigo hasta el fondo, no obtengo ni un pique!

Cambio moscas cada 10 ó 15 casts. Vuelvo a subir y empiezo de nuevo, concienzudamente, a peinar el agua, cada tiro lo mido y lo colocó lo más cerca posible de donde calculo que cubriré mayor cantidad de agua útil. Llego a la rama, tiro por dos veces corto, por fin me decido a tirar como debo aunque pierda la mosca. La pongo justo en la orilla opuesta, no ha pescado un metro cuando estalla el río, el pique es algo no imaginado, siento que se me escapa la caña de las manos y al mismo tiempo el reel aúlla; tal es la velocidad que le ha imprimido el monstruo. Cuando ya me ha sacado como 100 yardas de backing salta; es grande, para mí: enorme. Cuando cae al agua logró darlo vuelta y lo traigo como 30 metros, vuelve a saltar. Esta vez lo veo muy bien porque baila sobre la cola; me parece muy grande, vuelve a sacar hilo y puedo sentir la línea tensa como “cuerda de guitarra”. Al cruzar el río salpica el agua, asemejando chispas de oro a la luz del sol poniente. No logró recuperar más de 20 ó 30 metros de línea, y esto con mucho esfuerzo; con dos coletazos vuelve al medio del río. Luego de un rato lo traigo, viene manso, de golpe la línea vibra: se que va a saltar… aflojo un poco la tensión, ya está en el aire en magnífica pirueta, se da vuelta sobre la cabeza cayendo sobre la tanza y ¡por supuesto! corta…

Saco la línea del agua, buscó un justificativo, pero… no hay! De puro chambón me perdí este pescado! Cabizbajo, voy al encuentro del Bebe, le cuento y nos vamos al auto, me sirvo un whisky y me lo tomo de un trago. No sirve. Este salmón que se quedó en el río será del que más me acuerde, claro ¡es el grande que se fue!

A la mañana siguiente, antes de que salga el sol estamos en el río, hemos ido a un pool sensacional que se llama “Grand Tamagodie”. Debe ser uno de los lugares más lindos y productivos del río. Se pesca de los dos lados y se saca de los dos lados. Mientras estábamos tratando de tirar “una milla”, para alcanzar a los difíciles salmones, llegan a la orilla de enfrente dos americanos, bastante entrados en años; uno de ellos empieza a mojar la mosca a escasos centímetros de la orilla. Creo que apenas tendría la tanza afuera, cuando de repente veo que la caña se le dobla en dos y en el medio del río un salmón baila la típica danza sobre el agua. Sí: lo prendió y lo sacó. Un salmón de unos 5 kg. más o menos. Este bicho sí que es increíble, puede estar en el medio del río como al lado de la orilla en 30 cms. de agua.

A pesar de ello es difícil, muy difícil pescar salmones. Su fama es bien ganada, cuesta hacerlos picar; pero cuando se prenden luchan como ningún otro pez. Kilo por kilo son insuperables, hasta tenerlos en la red no estamos seguros de capturarlos. En Canadá está prohibido usar bichero, hay que usar red o “tailer”. Este último es un lazo con el cual se los toma por la cola. Otro método permitido es sacarlos de la cola con la mano… claro que hay que saber cómo hacerlo.

El Matane es un río del tamaño del Traful, y con una conformación parecida; no hay viento, aparentemente es Jauja, pero no. Uno descubre que cuando no hay viento hay que tirar mejor, mucho mejor que cuando hay viento y aguas fuertes. Colocar la mosca, sin provocar una “estampida” de salmones en el agua, obliga al pescador a esmerarse mucho en cada tiro, a sacar la mosca del agua sin ruidos ni violencia, hacer muy pocos casts falsos. Creo que en la pesca de salmones, el buen pescador se destaca sobre el resto, saca más sin dudas.

A pesar de que los pescadores locales usan cañas largas (9 y ½ pies) y líneas Nos. 9 ó 10, yo creo que el ideal es una caña de 8 ½ pies con línea N° 7, eso sí, una tanza larga de 10 ó 12 pies, rematada con 28. Menos es demasiado poco y como no pican mucho hay que tratar de sacar los que pican.

A los 4 ó 5 días de estar en Canadá resolvimos probar suerte en el “Cap Chat”, pequeño río al este del Matane; para ello reservamos con tiempo nuestros permisos, ya que solo otorgan 5 diarios. A las 6.30 hs. de la mañana estábamos en la Oficina de Caza y Pesca. En una casa particular donde nos atendió una señora muy extrañada por lo temprano. Nuestro guía llego un poco retrasado. El día era malo; llovía. No muy fuerte, pero sin parar. El “Cap Chat” es un río no más grande que nuestro Quilquihué, fuimos recorriéndolo y probando alternativamente uno primero, el otro esperando. Llegamos así a un pool chico, parecido al “Horse Shoe” de Traful. Es decir, una curva muy cerrada donde el agua entra como por un chorro, golpea en la piedra, se arremolina y sale mansa. En la cola del pool el río se ensancha y el agua corre muy lisa hasta el fin. Dos salmones estaban en esta última parte donde el casting no era fácil, había que hacer un cambio de dirección y tirar unos buenos 25 mts.

En el segundo o tercer lance subió un salmon que fue visto por el guía y por el Bebe que era quien tiraba. Como no volvió a subir, le tiré yo. Subió el salmón a mi primer tiro pero no tomó, insistimos sin éxito. Dejamos el pool, seguimos pescando bajo la lluvia hasta mediodía. Fuimos a almorzar al pueblo, luego seguimos pescando bajo la lluvia y casi anocheciendo volvimos al pool de la cerradura. Entró el Bebe y en su primer cast prendió el salmón, en la semioscuridad la lucha se hizo dramática.

El Bebe lo trajo con enorme finura aunque con firmeza; por tres veces lo tuvo en la costa y otras tantas se le fue al medio al río. Finalmente las corridas no eran tan largas, ni tan veloces. El salmón trataba de quedarse apoyado en la corriente, pero el pescador lo sacaba constantemente de equilibrio, obligándolo a nadar corriente abajo; poco a poco lo fue arrimando, ya mostraba su franja blanca y flotaba manso en poca agua. En eso el Bebe, con mucha seguridad lo tomó de la cola sacándolo a la orilla. Pesó 12 libras. Habíamos presenciado un combate singular entre dos grandes campeones.