Cuando mi señora me dijo que quería ir a Cuba antes de que se muriera Fidel, no pude evitar pensar en la oportunidad de poder combinar un viaje familiar con una salida de pesca. Recordé un artículo que leí en www.pescador.cl hace un tiempo, en que hablaban de la excelente pesca de Cayo Santa María, al norte de la Habana, destino muy lejano del Varadero que todos conocen, ubicado 170 kms al sur. Fue así como me puse en campaña para averiguar quién tenía la operación en esa parte de Cuba, ya que de acuerdo a la zona, son distintas las entidades que la manejan. Traté de contactar a Fabrizio Barbazza, de Eco Tur, pero nunca contestó mis emails. Así es que busqué en internet y contacté a un francés, quien me derivó a Rodolfo Greis, representante de Casa Batida, quienes al igual que Eco Tur, trabajan la zona. Fue así que una vez que tuve claras las fechas, pude reservar dos salidas desde la Marina de Las Brujas, en Cayo Santa María.
El viaje a los cayos se puede realizar en un avión a hélice, el que en una hora llega al aeropuerto, ubicado a 10 kilómetros del resort donde estábamos (Meliá Las Dunas). Lamentablemente, mi señora no se atrevió a volar en ese avión y tuve que contratar un transporte privado a Cayo Santa María, el que pagué en Santiago. Pero tras muchos inconvenientes e incumplimientos por parte de los cubanos con el transporte terrestre llegamos a Cayo Santa María, después de un viaje de 6 horas desde la Habana.
Al día siguiente fuimos contactados en el hotel por el guía de Casa Batida, quien nos había tomado un taxi hacia La Marina ida y vuelta las dos jornadas. Debo decir que el tema de la organización por parte de Casa Batida funcionó de manera impecable.
Finalmente el día de pesca llegó y a las 7:30 nos pasó a buscar puntualmente el taxi que habíamos contratado, aunque quien sabe de qué año era el auto y que no sabía de amortiguadores hacía mucho tiempo, pero pudimos llegar sin contratiempos a la marina, donde nos esperaba Ulises, quien sería nuestro guía y a quien nos habían recomendado mucho. Con estudios de biología marina, en la universidad y 23 años de experiencia en la zona, nos dio esperanzas de que tendríamos una buena jornada por delante con mi hijo Benjamín, que me acompañaba.
Nos había dicho el último taxista que nos llevo a los cayos, que él siempre pescaba en el puente del llamado Canal de Los Barcos, aunque no estaba permitido y se lo habían llevado detenido dos veces. Había muy buena pesca ahí. Fue así que cuando le pregunté a Ulises donde íbamos, me dijo al “Canal de Los Barcos”, mi optimismo creció a pasos agigantados.
Después de 30 minutos de navegación en un mar con bastante viento, aunque sin grandes olas, divisamos el puente que habíamos pasado en auto solo un par de días antes. Navegamos hasta llegar a unos 100 metros del puente, remando los últimos 100 metros para no espantar lo que pudiera haber.
Tomé la caña Loop modelo Cross número 12 (antecesora de los actuales modelos Cross S1 con powerlux) de acción media rápida que me facilitaron sin costo y que debo decir estaba en perfectas condiciones, al igual que el carrete de la misma marca, línea y el respectivo leader, tan grueso como para sacar sábalos de hasta 120 libras!!! Me llamó la atención el mango de borde de sexagonal que nunca había usado y que le brinda un grip mucho mejor que con el redondeado que todos conocemos. La poca costumbre de lanzar con cañas de este tamaño, me significó que en un principio Ulises me mirara con cara de que cliente me toco, pero ya al cabo de varios casteos le tomé el ritmo a la “vara”, como le dicen ellos y pude empezar a castear de manera más pareja.
Mi hijo, estaba lanzando con una caña de ferretería, ya que todavía no aprende bien a pescar con mosca, lanzaba un plomo unido a una mosca, artilugio que después me di cuenta usan bastante más que las rapalas. Al lanzar por tercer vez su caña y clava su primer jack crevalle !!! Le veo la cara y no lo puede creer. Pelea un rato fuerte, hasta que el pescado vencido por el cansancio, aparece en la orilla del bote.
La pesca del Sábalo es a la vista, en muchas de las ocasiones, ya que se alimentan bajo el agua y otras a ras de ella. Es así, como después de unos minutos de silencio comenzamos a avistar sábalos de hasta 100 libras, saltando alrededor nuestro a una distancia de entre 50 a 100 metros, en todas las direcciones. Detrás de cada salto, lanzaba mi línea con la esperanza de clavar a ese mounstro que vi saltar, hasta que sentí el primer pique y a pesar de tener clarísimo que no hay que levantar la caña, mi subconsciente ganó y me hizo perder un sábalo de proporciones. De más está decir que mi nivel de adrenalina subió rápidamente y con ella mi motivación. Seguí lanzando por un par de horas pero sin resultados. Hasta que el movimiento cesó.
El calor se hizo insoportable, a pesar de estar en invierno. Ulises me dijo que no he venido en la mejor época. Ya es medio día, no hemos sacado nada más y se acabaron los saltos. Llevo 30 minutos mirando y esperando a solicitud de Ulises, en un agua quieta, sin viento, bajo un sol abrasador y con un paisaje espectacular, mientras el remaba lenta y cuidadosamente, cuando a 50 metros nuestros, vimos un ejemplar de unos 50 kilos sacar el cuerpo entero fuera del agua en un salto inolvidable. Ulises me dijo que lanzara. Comienzo a lanzar, cuando después de ya varios lances, siento el pique y lo clavo sin levantar en absoluto la punta de la caña. Tomé nuevamente la línea de más adelante y a petición de Ulises lo clavé fuerte nuevamente, pero no alcancé a sacar la mano antes de que con la fuerza del tirón, la línea me quemara los dedos. Es así, como en el primer run vi volar 60 metros de línea y backing de mi carrete y traté de poner algo de resistencia con mi mano abajo del carrete, error que significó, que al ver resistencia en el run, el Sábalo aumentó la velocidad aun mas y esto hizo que golpeara el mango del carrete en uno de mis dedos, lo que me recordaría mi error durante varios días después. Ulises me dice que no me preocupe, ya que el mismo, cargó el reel con más de 200 metros de backing, así es que lo único que me restaba hacer era esperar a que se cansase de correr, lo que ocurrió al poco tiempo. Una vez que bajó la velocidad, empecé a enrollar, logrando recuperar algo de backing, cuando a unos 50 metros veo saltar completamente fuera del agua a este ejemplar de 60 libras, como si no pesara nada. Todos en el bote gritamos al unísono, ya que el porte que vimos era bastante respetable como lo comprobaríamos 40 minutos después. Fue una batalla de ires y venires, 3 saltos incluidos, hasta que lograba acercarlo al bote y volvía a sacarme 20 metros de línea como nada, Saltando y tratando de sacarse la mosca a como diera lugar, pero yo sabía que la clavada había sido impecable y que costaría que se soltara. Finalmente, tal como me había dicho Ulises, el pescado mostro su “barriga”, entregándose por completo.
Con un guante especialmente diseñado para esos efectos, agarró al Sábalo de la cola, dándome instrucciones de que me sentara para recibirlo y sacar las respectivas fotos. Una vez sentado yo y haciendo un esfuerzo no menor, me lo pone en las rodillas. La verdad es que, la sensación de triunfo de ese momento es indescriptible. Son muchas las horas pasadas en el agua, en muchos lugares, en que uno ha tenido buenos y malos días, pero esto es lo que hace que valgan la pena todos los esfuerzos realizados, hasta que al fin saqué el “Trofeo De Mi Vida”.