Ha pasado un largo y frío invierno. No he podido parar de pensar en volver a pescar dorados en el norte. Se acerca principios de septiembre y con ello, el viaje a Esquina que tenemos planificado desde hace meses.

Llamados previos a nuestro guía, nos dan datos precisos del estado del río Paraná: nivel en 4,5mts, bajando, aguas negras totalmente decantadas, 1,5 metros de visibilidad y a 15 grados centígrados….“los dorados se están empezando a activar”.

Unas semanas antes de la salida, ya siento esa ansiedad pre-viaje y la alegría de escaparme de nuevo en busca de los tigres del río. Nos encontramos en la terminal de ómnibus de Buenos Aires, con Nicolás Schwint, Martín Tagliabue y Joaquín Muro. Bolsos, tubos de cañas y todo tipo bártulos conforman nuestro equipaje… ha llegado el momento, finalmente partimos!

A la mañana siguiente, el sol apenas se está asomando y nos encuentra en pleno preparativo. El rio en silencio nos muestra su mejor reflejo del amanecer mientras dibuja en la superficie distintos remolinos. El aire empieza a calentarse y puedo sentir el aroma de los lapachos rosados en flor bajando desde las calles de esquina, repleta de construcciones coloniales que no dejo de admirar. Pareciera que el tiempo se hubiera detenido trayéndonos recuerdos del pasado. Respiro aire puro correntino otra vez y pienso en los tres días de pesca que nos esperan.

Aparece Daniel listo para salir! subimos a la lancha y empezamos a navegar bien abrigados ya que el aire aún esta frío. De a poco, nos internamos en el delta de Esquina y nos da la bienvenida una pareja de caranchos que trata de calentarse con los primeros rayos de sol. Un chajá descansa en la copa de un timbó y nos mira pasar navegando. Damos vueltas entre los intrincados canales de camalotes y carrizales, y a los lejos vemos una gran cantidad de biguás agrupados que juntan calor en lo más alto de un árbol seco y se preparan para un día de cacería.  

Empezamos a pescar, y los dorados se muestran bien quietos. El agua esta alta y muy transparente, en unos 14 °C. El sol empieza a elevar la temperatura ambiente y después de un rato concretamos los primeros piques, donde notamos un mejor promedio de peso que el año anterior. Daniel nos lleva a uno de los pocos reventones que hay producto del agua alta. Mientras que nos acercamos vemos cardúmenes de sábalos que salen espantados ante nuestra presencia. Es un lugar perfecto, el agua vuelca con la velocidad justa en una gran curva, mientras los dorados cazan arriba de un banco de arena pegado a los camalotes. Salen unos cuantos y el día se va pasando.  Con buen pronóstico, todo parece indicar que nos esperan otros dos buenos días de pesca. 

El sábado amanece con bruma, y luego de pescar en distintos canales del delta sin mucho éxito decidimos irnos a la costa santafesina a pescar dorados al golpe sobre el rio Paraná. Los encontramos cazando, suponemos que están comiendo sábalos chicos y el solo hecho de mirarlos es un espectáculo. Hacemos una pasada a la deriva, pescamos algunos y vemos lomear otros de buen tamaño.  Decidimos almorzar, para después seguir. Al quedarnos tranquilos contra la costa podemos ver cómo se van moviendo en grupo. Entre tanto llega un cambio de presión y con ello un frente de viento sur que dura apenas una hora. Los dorados desaparecen…

Nos bajamos a tierra para seguir probando desde ahí y a nuestras espaldas vemos lagunas internas con aguas negras totalmente decantadas. El sol empieza a apretar y eleva la temperatura ambiente cerca de los 28ºc. Nos  preguntamos con alguna duda por la fecha, si habría posibilidad  de pescar tarariras. Me quedo mirando y al rato empiezo a ver algunos tímidos borbollones, lo llamo a Nicolás y le comento al respecto. Pasaron pocos minutos y empezamos a prepararnos para vadear con botas y polainas de keblar para prevenir la posibilidad de un ataque de raya. Estas poseen un aguijón muy potente en la base de su cola, capaz de marcar la madera de un remo, tal cual nos tocó ver en un viaje anterior. He escuchado cuentos sobre lo dolorosas que son estas picaduras y que tardan aproximadamente un año en cicatrizar.

El viento ha calmado y el ambiente se carga de humedad producto de la evaporación de la laguna,  entramos al agua y espantamos algunas taruchas que estaban bien quietas y camufladas. Varias de estas, en víspera de su fresa ya andan juntas. Venimos caminando a la par y sin hacer mucho ruido, observando cada manchón con lentejuelas, cada claro sin vegetación acuática. En eso vemos una buena que se espanta solo unos metros y se queda en zona bastante cerca como para permitirnos estudiarla. Seguramente se trata de un macho cuidando su territorio. Empiezo con un poper grande, y ya en los primeros lances vemos como se acerca completamente irritada arqueando su lomo como queriendo intimidar a ese agresor que invade lo suyo. Entre tanto llega Martín a contemplar el espectáculo. Un par de tiros más y llega el primer ataque con un gran estallido de la superficie, y se me termina soltando. Vuelvo a lanzar y ataca nuevamente y se suelta.  Nico me recomienda “cambiale la silueta ahora, ponele un poper más chico”. Pongo un poper chico oscuro y en el primer tiro, completamente enfurecida vuelve picar. Está vez la termino pescando. Fue realmente espectacular la situación, un pique trabajado en equipo con los comentarios de quienes me observaban. Unas Fotos y al agua. Creo que recordaré por siempre esos minutos de magia.

Un poco más tarde, Martín pesca otra linda en compañía de Nico quien la describió como otro pique tremendo. No podemos creer estar en septiembre y hacer esta pesca. Siento una conexión especial con esta especie, tengo los mejores recuerdos de chico barreando en alguna laguna donde no faltaron sanguijuelas ávidas de nuestras piernas.

La laguna es muy grande y hay mucha agua para cubrir. Seguimos vadeando y Nico pierde una buena. No podemos creer el tamaño de las mismas. Unos metros más adelante se presenta otra oportunidad, se trata de un gran ejemplar plantado a solo un par de metros, lo que nos da la posibilidad de observar al detalle cada uno de sus movimientos. Pescando solo con el líder Nico le presenta un poper y luego de un par de pasadas logra algunos ataques sin llegar a clavarla. Hay tensión en el ambiente, estoy completamente concentrado observando mientras Nicolás cambia a un streamer. Se lo baja justo delante de la boca y desbordada de furia ataca. Muerde la mitad del streamer y el anzuelo aún está afuera. Se hace un silencio durante un segundo que parece eterno, finalmente da un segundo bocado y muerde el anzuelo. Empieza una pelea increíble que dura varios minutos. Sacamos unas fotos para el recuerdo y de nuevo al agua. Ojala otro pescador tenga la dicha de pescarla. Es una especie con un gran valor deportivo y muchas veces subestimada. Nicolás me comenta algo que es muy cierto “pocas especies presentan un desafío psicológico donde uno tiene la posibilidad de medirse a tan poca distancia”.

Seguimos vadeando, y ahora me toca a mí la delantera. Venimos mirando todo y Nicolás viene apenas unos metros atrás mío, miro hacia mi derecha y paralelo a la costa veo una raya de unos 80 centímetros de diámetro tomando sol un tanto adormecida. Está apenas un metro y medio delante mío en 30 centímetros de agua, puedo ver sus lunares mientras se sacude una fina capa de barro que tiene encima. Levanto la vista y un poco más adelante, al costado de esta veo una más un poco más chica. Me quedo contemplándolas y siento que algo me está observando, se trata de una ñacanina que me mira fijo, amenazante con su caperuza inflada como una falsa cobra. Llega Nico y ve este espectáculo con la ñacanina aún plantada que nos hace frente y mantiene su mirada firme. Es una clase de constrictora bastante agresiva que llega a medir hasta tres metros. Llamamos a Joaquín con señas que está a unos 80 metros de nosotros, unos minutos más tarde llega y ésta se da a la fuga.

Pegamos la vuelta hacia la lancha, y a lo lejos vemos tres montones de arañas negras colgadas de una su telaraña. Son una comunidad de arañas sociales pertenecientes al género Parawixia, un grupo de arácnidos con hábitos de caza nocturnos que en su etapa juvenil se agrupan en colonias. Su tela posee una resistencia extraordinaria.

Es domingo y nuestro viaje se va terminando. En la costa del Paraná, del lado correntino, vemos gran cantidad de garzas blancas tratando de sacar provecho de otro espectáculo de la naturaleza. Se trata de una arribada tardía de mojarras. Los dorados cazan a 30 cm de la superficie, y cada tanto vemos explosiones en la superficie del agua donde las mojarras vuelan por el aire en su escape desesperado ante los inesperados ataques. Esquina nos despide a lo grande “Entre dorados, lapachos y la magia de su entorno”. Espero volver pronto!

Luis M. San Miguel.

15 de Septiembre de 2011

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