Tratando de dar continuidad al artículo anterior, me parece oportuno desarrollar algunos conceptos vinculados a la audición de los peces.

Los peces perciben los sonidos con el oído interno, la vejiga natatoria y, tal como acotó Luis Anaya, en ese artículo de mi muro, con la línea nerviosa lateral de su cuerpo.

Su posibilidad auditiva incluye sonidos de menor frecuencia que los que nosotros podemos oír, justamente porque los sonidos de menor frecuencia se desplazan en el agua mejor que los de frecuencia alta.
La función de su oído interno se vincula a la captación de ondas de compresión (sonidos), su equilibrio y su orientación en el agua. La vejiga natatoria potencia al oído interno al amplificar las ondas de compresión. Sin embargo, ambos, son incapaces de percibir la orientación del origen del sonido.
El receptor sonoro más importante de un pez es la línea lateral que recorre su cuerpo, tanto de corto como de largo alcance y es capaz de determinar la dirección de la que proviene el sonido.
Se desarrolla a ambos lados del pez, casi como si se tratara del sonar de un radar. Su sensibilidad es altísima, como para escuchar los movimientos de una ninfa en el agua o las vibraciones de una mosca seca #18, por ejemplo, que deriva a 2 metros del pez. La línea se continúa en el morro del pez, por lo que "escucha" también con sus labios.
Esta capacidad auditiva tan marcada le permite a las truchas alimentarse, por ejemplo, en total oscuridad y también percibir las ligeras diferencias de presión del agua para encontrar los mejores lugares de reposo en el agua.

Para intentar consolidar lo que compartimos en los dos últimos artículos de mi muro referidos a la capacidad auditiva de los peces les propongo un interesante ejercicio que podremos desarrollar en cuanto podamos disponer de pedirle a alguien que nos hable con un tono normal desde fuera del agua, mientras escuchamos desde dentro de una piscina. Mientras nuestro compañero continúa hablando nosotros nos ubicaremos a diferentes profundidades para atender a su sonido.
Seguramente esa actividad nos permitirá establecer que la diferencia de comportamiento de los sonidos externos e internos en el agua nos son suficientes para que dejemos de ser cuidadosos; más aún en aquellas situaciones donde los peces están alimentándose en o cerca de la superficie.

Ahora bien, ¿Podemos también pescar con los sonidos?
Abrámonos a analizar situaciones a fin de poder sacar alguna conclusión al respecto.
Los peces recurren a su visión, inevitablemente, para conseguir su alimento. Sin embargo, no es desatinado decir que el oído también tiene una participación tan importante como la capacidad visual respecto de la posibilidad de alimentación de los peces.
Muchas moscas, como las de cabeza muddler, por ejemplo, producen múltiples vibraciones en el agua que son percibibles por una trucha a través de su línea lateral.
Es más, aún con moscas secas podríamos dar significación al sonido para pescar. Imaginemos: Una tarde ventosa podría resultar un momento muy oportuno para "estrellar" un hopper contra el agua junto a un hueco de la ribera, o tironear de un ratón, con un resultado que podría ser impresionante.
Probemos alternativas a fin de poder evaluar la posibilidad de pescar con mosca haciendo de sus sonidos y vibraciones nuestros aliados. Creo que puede ser muy efectivo en determinadas ocasiones, siempre que ese sonido resulte natural y de un volumen adecuado.