Fuí unos días a Punta del Este (Uruguay) a vacacionar con familia.
No pensaba pescar  pero mi “genio mosqueril” fue mas fuerte.
M llevé –por las dudas, vio?- mi segunda cana que siempre me sacó las “papas del fuego”: La Sage Flight #8. Un par de líneas y algún streammer clásico (allí no hay negocios de fly, apenas de pesca con carnada).

Mis primeras excursiones pesqueriles allí fueron sólo y por todos lados. Lagunas, salidas de aguas, rocas, olas, agua salada que te empasta todo.
En esos primeros días no pesqué ni me picó nada.
Agua transparente, olas “gigantes” (para cualquier mosquero) y espuma que ní deja ver donde pisas, que te enreda la línea, la que además se te mete en las rocas. Los mejillones te cortan los pies y la línea; el agua te barre la línea colgada que te pones en vueltas en los labios de la boca; el viento y sus ráfagas te desacomodan cualquier tiro. Por segundos el agua te llega a los tobillos y al instante una ola te pasa por las rodillas, la cintura o hasta el pecho, arrasando como un “tsunami” la línea, la mosca y a veces hasta el pescador, que lo “voltea” de la roca elegida como a un palo de bowling. Así es mojadura completa y tal vez lo peor, un buen porrazo.

A los pocos días de intentos solitarios y fallidos me contacté con Carlos Montañés. Pesca con mosca hace varios anos. El ha podido capturar las tan ansiadas “corvinas rubias” con mosca desde hace diez años. No conozco en Argentina y Brasil (donde ellas están) que alguien las capturara en esta modalidad.
Salimos el último día del año 2009.
Pescamos esa mañana cada piedra, cada lugar de las playas bravas, pero nada.
Me enseñó a mirar el pescado, a ver las correderas de las piedras; a dónde pararme; cómo caminar en ellas y cómo medir las olas que siempre nos acompañaron. En definitiva, a sentir la “corvina” en cada gota de agua salada.

Al final, cerca de ese mediodía, pude clavar una. Qué sorpresa!. Yo parado en una piedra y la turra aguantó el canazo y luego corrió. Una vez y otra. Tiraba como las marrones migratorias del Limay, duro y parejo. Difícil de frenarla.La batalla venía pareja hasta que se depositó y rozó el tipett en una piedra costera y allí  lo cortó (del 0,40 mm.).
Terminó así la primer salida porque luego de ese pique se espantó el cardumen que habíamos divisado.

Volví satisfecho y con adrenalina a mi casa.
Eso sería el inicio de mi “enfermedad corvinera” en esas vacaciones.

A partir de allí y por los 20 días de vacaciones que me quedaban no dejaría de salir a pescar. Todas las mañanas de 5 a 9 am. Luego familia y mi cuerpo en la playa “fashion” pero mi mente en esas corvinas.

Al día siguiente (primero de año) me llama Carlos de su “celu” a media mañana diciéndome que habían descubierto un cardumen de rubias en la “parada 2” de la playa Brava, y que “vaya ya!”. Me acomodé y salí como estaba.
Ese día -sin máquina de fotos- pude sacar las primeras “rubias”. En tres horas junto a otro mosquero con el que luego pescaría un poco mas pudimos clavar como 10 “rubias” en total.
Qué alegría la mía aquella mañana!. Parado en las piedras, tirando al mar, a “pez visto”. Las corvinas al ser clavadas disparaban entre piedras y correderas que se forman buscando el mar. Corridas fuertes, parejas. La Flight #8 arqueada con fuerza de dorado y el reel Galvan T8 sentía las corridas que fácilmente hacían sonar su chicharra mientras salían algunos metros de baking.
Las peleas duran entre 5 y 10 minutos y eso es sin “dejarlas” correr. No hay que “darles línea”. Ellas te la sacan a la fuerza.

Los siguientes días pude sacar otras; a veces con Carlos oficiando de Guía y otras de “guapo”, sólo, donde también las encontré de suerte.

A los pocos días nos enteramos –porque hablaba a diario con Carlos y a veces con “SebaDiaz” que es otro que se las sabe lungas,  ya que en el mar las condiciones son muy variables y cualquier cosa jode la pesca con mosca- que había un gran cardumen de “corvinas negras” (las inmensas, las grandotas) en la Boca del Arroyo Maldonado.
Como dije, de “arroyo” como nosotros los conocemos no tiene nada.

Es anchísimo. Lleno de piedras puntiagudas en su costado pescador: piedras regadas de mejillones filosos y algas incrustadas. Las “aguas vivas” en el agua te rozan los pies y las piernas, dejándote ronchas y un ardor por un par de horas. Las olas que entran del mar a ese “Arroyo” y que a veces llegan y superan el metro, complican el accionar de la línea y el cast (y a veces hasta la salud del Angler que puede resultar “volteado” por ellas).
Me entero en esos días también que Carlos logró que una “negra” tome la mosca en la Boca. Luego de algo de batalla le corto todo. Son imposibles de frenar, al menos con un equipo #8 si el pez se escapa por el cause del “Arroyo” al mar. No se las puede frenar. En serio.

Con esos eso datos, me voy  sólo a la Boca.
Llegué temprano, antes que salga el sol. Allí tuve tres (3) piques de las “grandes negras”, pero grandes en serio. Todas se me escaparon.
Ese día quede atónito, desconcertado. Estaba alegre, triste, nervioso y excitado a la vez.
El “Arroyo Maldonado” –donde se las pesca- es enorme y lleva agua como el Limay en noviembre. Ancho como tres veces el Correntoso o mas. Desemboca, no en un lago tranquilo de aguas calmas, sino en un mar que allí se carga de olas grandes que entran hasta la Boca misma. Al costado de donde se lo pesca esta lleno de piedras: están en su fondo, en la superficie y muchas por segundos se las ve y por segundos no (efecto de las olas de hasta un metro que las hacen “aparecer” y “desaparecer”).
Si clavas una “negra” –o cualquier pez- no te podes mover. Estas parado estático en “tu piedra”. Ni un paso podes dar pues te caes al agua y a las olas. Tenes que “aguantarla” y de prepo. A lo guapo sin “delicadezas” de otras modalidades mosqueras.

Si le das hilo, “la negra” grande es capaz de sacarte 100 metros y seguro la perdés en las rocas de allá lejos. Si se mete de lleno en la corriente del “Arroyo” no la frenas con nada y menos la podrás traer. No la podes seguir por la costa; no estás en una embarcación que la pueda acompañar o acomodarte a vos en la batalla; no hay que dejarla llevar mucho porque no estás en un campo “limpio” de pelea como, por ejemplo, en los lagos del Sur o los “flats” del Caribe.

Ese día de los tres cortes con las “grandes negras” no pude dormir. No pude comer, no podía pensar.
Pasé la noche en vela sabiendo que al día siguiente iba a ir a buscarla de nuevo ya que aun debían estar allí.
Al día siguiente me levanté al alba, antes va!. Tipo 5.30 am y en seguida me fui a la Boca.
Llegué. Armé arriba del barranco. Veía la Boca en todo su esplendor.

Juro que entré temblando al agua.

Luego de caminar entre olas y agua salada me acomodé en la misma roca del día anterior donde había perdido los 3 piques de las grandes.
Empiezo mis casteos temblando y “temiendo” porque me pique una de esas “bestias negras”.
Obvio que quería que me pique una, pero a la vez “no quería”: perder todo de nuevo como el día anterior?. Qué me venza de nuevo ese pescadote inmenso y nuevo?. Juro que no quería frustrarme de nuevo.
Pero allí estaba yo, firme, intentado pescarla de nuevo.
A los pocos minutos no picó nada y me relajé.
Viviría esa mañana la experiencia del día anterior?. N

No lo sabía. Me limité -ya mas calmado- a disfrutar. Mas relajado ahora pude mejorar los tiros, que aclaro no deben ser gran cosa. Lo difícil es manejar la línea que queda suelta, por el tema de las olas, las rocas y eso.

A las 7.00 (costumbre de mirar el reloj en los piques) tengo el gran pique. Pensé al principio que era una rubia linda, de unos 2/3 kilos. Enseguida me di cuenta que no. Era de las grandes, de las “negras”!.

Ella enseguida buscó el canal profundo. La frené como pude a riesgo de cortar. Prefería cortar de una y no sufrir luego de 20 minutos de pelea como me había sucedido el día anterior.
Logre frenarla y empecé a palanquear. No podía ganarle ni un centímetro. Es mas, ella de de a poco me ganaba más metros.

Se alejaba. Mi angustia crecía. Pero, créanme, la caña arqueada en esa mañana, el sol saliendo y yo sólo en esa Boca con ese pez, con mis miedos y angustias, era indescriptible. Lo disfruté como nada.
Ponía la caña bien extendida arriba, apoyando el corcho del “fighting-butt” en el hombro y la caña casi paralela al agua levemente levantada para aguantar los cabezazos y los primeros metros de cada corrida (que, como dije, son imparables).
Si tenía una cana #8 (la tenía), una #10 o una #12 era lo mismo: estarían al máximo de su curvatura y flexión.
Al rato de tira y afloje salió del veril y se iba a la costa. Estaba a unos 60 metros.
Si bien yo había ganado la batalla contra la corriente del canal a donde no llegó (suerte) esta vez enfrentaba una nueva prueba: que no se meta en las piedras filosas e infestadas de mejillones de la costa porque allí, como ayer, seguro era otro corte.
La volví a aguantar a riesgo de rotura de línea o de caña. Ganaba yo unos metros y ella saca el doble o mas.
Pasamos así como media hora.

A las 7.30 aparece Carlos.
No lo podía creer. Luego me comentó que al principio él pensó que era un enganche, pero enseguida se dio cuenta que era la pelea con “la negra”.
A mas de 30 minutos de pelea la pude arrimar a aguas sin corriente y con mas playa de arena.

La “negra” –como su pescador- estaba exhausta, cansada y ya no correría mas.
La arrime arrastrándola hasta mis rodillas hundidas en agua salada. La alcé haciendo fuerza realmente, y eso que tengo una hijita que levanto a diario que pesa 8,300 ks; pero créanme, esta bestia “para mi” -no se que diría una balanza- era mas pesada..je!.
La sacamos finalmente.

Me hicieron las fotos de rigor y sin dudar la devolví a la salda agua. A su medio (aclaro que, en todo ese País, no hay limitaciones de modalidad y mucho menos de sacrificio de peces).
Al soltarla ella se acomodó en seguida y de modo muy suave y lento se metió en el canal del Arroyo como si nada hubiera pasado.

Verla nadar era como ver un submarino negro recorriendo el océano.


Mi alegría era indescriptible, inmensa!. Tanto que hasta hoy dura, por no solo haber pescado lo que creo ha sido lo mas grande que con mosca saqué, sino por el lugar del suceso, el tipo de pez y, en lo personal, por lo que me hizo “sufrir” esa “negra divina” los días previos.

Luego de ese día seguí yendo como un relojito cada mañana, pero nada.
Por una cosa u otra las condiciones climáticas no se daban, o si se daban, ellas no estaban.
Eso si: se llenó de cañas de carnada que algunas “bestias” lograban capturar y sacrificar sin piedad, pero eso es otra historia.
La mía ya estaba escrita.

Un abrazo.

Mariano.