Sin haberlo pensado me hallaba nuevamente en la meseta del lago Strobel. Al observar las coladas de lava que rodean la Laguna Verde volví a sentir la poderosa sensación de que en esta meseta basáltica profundamente erosionada por los vientos hay algo que no podemos ver, algo que eriza la piel y nos transporta directamente al pasado remoto de la Patagonia. 
La civilización nos ha robado muchas cosas, muchos sentidos, algunos de los cuales vuelven con fuerza en sitios perdidos como la meseta del Strobel, donde el pasado y el presente forman una sola dimensión. 
Nicolás Schwint me acompañaba esta vez y de inmediato sintió la misma y energía al pararse frente al viento de la meseta y admirar su fuerte carácter volcánico como si mirara una fotografía instantánea del pasado geográfico de la meseta. Un paisaje que no esperaba lo atrapó desde el primer momento, cambiando totalmente la idea que se había creado sobre la tierra que rodea al Strobel. El páramo aislado y ventoso que esperaba se presentó con una fuerza primitiva de tal magnitud que hizo reaccionar cada célula de su cuerpo.
Para un pescador sensible, todo lo que rodea al lago Strobel tiene el poder de afectar el alma de un modo inexplicable y cautivante que nos fuerza a volver una y otra vez buscando sensaciones totalmente independientes de la pesca irreal que encontraremos en sus aguas.
Nuestra tradición mosquera de casi un siglo, mayormente nos ha dejado historias de ríos y los pescadores que caminaron sus aguas. Nuestros lagos han permanecido largamente ignorados hasta que el lago Strobel cambió la historia con truchas arco iris que parecen salidas de un cuento. Lejos en el tiempo han quedado las enormes arco iris que pescábamos en la Boca del Chimehuín. En el Limay y su boca todavía aparecen, lo mismo que en la boca del Corcovado en el lago Vintter, pero en cantidades cada vez menores. Entonces, hace pocos años aparece el lago Strobel que adquiere de inmediato la altura de mito y genera en muchos pescadores de mosca un interés renovado por las mal llamadas aguas quietas.
Me sorprendió desde un primer momento lo que han mejorado los caminos en la estancia Laguna Verde. Lo que antes demandaba horas de traqueteo a velocidad de carreta hoy lleva pocos minutos por huellas muy mejoradas. El clima de la meseta, muy duro durante el invierno, trata de borrar los cambios humanos, pero igual noté que sin agredir al paisaje los nuevos caminos brindan un descanso a huesos ya no tan jóvenes. La posibilidad de alcanzar la bahías más escondidas o las más azotadas por el viento, que antes se evitaban, permite encontrar sitios donde las truchas casi no han visto moscas todavía y la cantidad de peces grandes es notablemente alta.
El lago Strobel es excepcionalmente rico en comida para las truchas. La más abundante representada por anfípodos del género Hyallela sp., aunque se ven otros organismos como insectos de vida acuática o parcialmente acuática, infinidad de caracoles pequeños, e insectos de tierra como grandes polillas que aparecen por la tarde. Las truchas parecen alimentarse casi exclusivamente de anfípodos, por esto las moscas tipo scud son muy efectivas, pero no desdeñan otro tipo de moscas trabajadas lentamente.
Hace miles de años los habitantes de la meseta vivían cerca del lago y lagunas cercanas donde seguramente la caza de guanacos era más abundante y sencilla por la geografía bizarra del lugar, que facilita esconderse y pasar desapercibido ante las presas. Esos viejos habitantes se extinguieron hace mucho, pero sus marcas en forma de petroglifos abundan en la meseta del Strobel y nos cuentan claramente acerca de una vida nómade siguiendo guanacos y ñandúes. Desvanecidos los primeros pobladores que recorrieron esas mesetas, nuevos habitantes trataron de domar la dura geografía y clima del lugar. Llegaron los tiempos de las ovejas y el ganado que tuvieron su auge y final con el derrumbe del precio de la lana. Entonces llegaron las truchas arco iris. Llegaron a un sitio donde no existían otros peces y encontraron tal abundancia de comida que los patrones de crecimiento para la especie rompieron todos los parámetros conocidos. Evidentemente encontraron un ambiente sin competencia alguna y han pasado muy pocos años realmente para saber cómo se va a equilibrar el sistema, por ahora las truchas crecen sin parar.
De todos los lagos modernos ninguno ha adquirido tan rápido fama legendaria como el Strobel y la bondad de su pesca lo torna en el ambiente ideal para los que empiezan pero también para los pescadores avanzados que quieren experimentar en un sitio donde al menos no podemos pensar que una técnica fracasa por falta de truchas. Eliminar una variante como la falta de truchas permite probar más efectivamente por ejemplo, modelos diferentes de moscas o técnicas de recuperación de las mismas. En el Strobel la cantidad de truchas hasta ahora es asombrosa, pero no comen cualquier mosca como rápidamente pudimos comprobar. Tampoco reaccionaron bien a recuperaciones rápidas en la mosca durante los días que pescamos a mediados de Febrero del 2013.
El primer día llegamos en camioneta desde El Calafate demasiado tarde para ir hasta el Strobel así que agarrando lo mínimo bajamos hasta la Laguna Verde, muy cercana al lodge del mismo nombre. La luz cálida del atardecer iluminaba la costa rocosa de la laguna resaltando el color diferente de algunos mantos de algas. Un abundante pasto color verde brillante con tallos violáceos crecía en las partes menos rocosas de la orilla. Aquí y allá algunos huesos grandes y olvidados hablaban de viejos pobladores y lo dura que tiene que haber sido su vida. La falta de orden en los restos es una evidencia clara de situaciones límite especialmente durante el invierno en la meseta.
Me senté en el pasto mirando la superficie de la laguna a través del lente de mi cámara mientras Nico pescaba. La luz era perfecta para tratar de conservar en fotos la sensación de ambiente totalmente aislado del mundo que me transmitía la laguna. De tanto en tanto una onda o borbollón delataba a las buenas arco iris que nadan allí y a pesar del agua enturbiada por el viento no tardaron en tomar las moscas que Nico pescaba con una línea de flote en su caña 5. Una muy grande cabalgó sobre la cola un par de metros reflejando su imagen en la superficie espejada del agua que en esa parte de la laguna, protegida del fuerte viento tenía un color púrpura.
Lejos de aplacarse a medida que la luz abandonaba el lugar el viento pulverizaba el agua en la superficie más allá de donde pescábamos. Un vapor falso y frío se extendía sobre la mayor parte de la laguna formando caprichosas volutas antes de acompañar al viento. No armé la caña esa tarde, guardando toda mi energía para el lago, y me concentré en lograr buenas fotos de la laguna y sus alrededores.


Cada tarde cuando volvíamos del lago le dedicábamos los últimos momentos de luz a la laguna con equipos livianos que no podíamos usar en el lago y terminábamos el día disfrutando otra de las posibilidades del lugar.
El lodge es muy acogedor y su imagen espartana por fuera no nos prepara para la calidez interior de su madera, los sillones de cuero, la chimenea y el bar. Hace poco se agregó un bow window que mira directamente a la laguna con una mesa de atado y más sillones de los que invitan a una tibia siesta mientras escuchamos el fuego. Después de un día de lago saltando sobre las piedras y con mucha actividad no había problema en llegar a un sueño instantáneo. Hubiéramos dormido igual en una cueva pero por suerte las habitaciones son de lo más acogedoras y muy bien calefaccionadas.
El primer día pescamos el final del lago, pasando ¨El Puesto¨. Es una zona donde el viento pega en la cara pero llegamos cuando todavía era una brisa que solo impulsaba un oleaje suave y cadencioso. Nico nunca había visto pescado el Strobel y en un rato su opinión sobre la pesca en ese lago pasó de la duda razonable a la euforia total. Grandes plateadas de lomo azul turquesa y cabeza color acero tomaban su scud saliendo disparadas hacia el centro del lago mientras intentaban todo tipo de saltos para sacarse la mosca.
Las bahías del Strobel, sobre todo las del fondo, nos hacen pensar en un ambiente marino del océano Índico. Playas y rocas de un blanco purísimo que lastima los ojos cuando el sol calienta, todo bañado por unas aguas que lucen todos los tonos de azul posibles. Las formaciones rocosas del fondo parecen un arrecife de coral y son iguales de ásperas y filosas. El ambiente que rodea al lago parece de otro mundo, hostil en ciertos puntos donde la mezcla de elementos primitivos se adueña de todo.
Muchas truchas grandes lograron su libertad al cortarnos en esos corales de agua dulce que afloran del fondo. Otras corrieron imparables lago adentro hasta que cortaban o el anzuelo volvía abierto. La inutilidad de la situación ante el pique de varios monstruos nos forzaba a aceptar con calma la idea de que esas truchas iban a ganar la partida. Pescábamos con tippets finos, líneas de flote y moscas chicas y los anzuelos a veces no aguantaban. El viaje se había armado de un día para otro y no hubo tiempo para sentarse y atar moscas en anzuelos más fuertes, sobre todo pensando que tendríamos el lago para nosotros dos solos porque un grupo importante había tenido que cancelar su viaje.
Las imitaciones de scuds y camarones tenían respuesta casi tiro a tiro. El pique era corto y sutil, un mero ¨tic¨en la línea tensa. A veces tan suave que antes de sentir nada una figura plateada ya caminaba sobre la superficie diciéndonos que nuestra mosca ya no estaba en el agua. Hay costas con un extenso balcón de piedra directamente sobre aguas bastante hondas. Las truchas van y vienen lentamente sin asustarse demasiado cuando nos ven. Las más grandes patrullan algo más lejos, justo sobre el veril hacia aguas donde el fondo solo puede imaginarse.
En un río la comida se mueve hacia las truchas mientras estas eligen una posición en el mismo para esperar su alimento, en un lago las corrientes que también existen son mucho más sutiles y las truchas tienen que moverse más para comer. En el río podemos leer bastante fácil las estructuras que nos llevarán a la ubicación de una trucha. En un lago las diferencias son menos evidentes pero existen y descubrirlas ayuda a localizar donde se agrupan los peces.
Por momentos pescábamos truchas como si fueran bonefish. Veíamos a las truchas venir y adelantábamos el tiro como en el mar, dejando hundir la mosca y esperando el momento preciso para moverla. El pique es delicado, casi imperceptible y a menos que estemos totalmente concentrados en las señales que transmite la línea perderemos muchos porque escupen con facilidad una mosca que no se tensa cuando la toman.
En un momento mientras descansaba mirando el lago y los farallones que lo enmarcaban pensé que la pesca en lagos no debería ser el último recurso para un pescador de mosca sino una elección tan importante como elegir un río. 
El encanto que tiene pescar un lago puede no ser tan evidente como los encantos de un río que se ven de inmediato, en la superficie. Un lago tiene infinitos modos menos obvios que los que muestra un río. Hay que aprender a ver lo que aparenta no estar a la vista. Es lo que no podemos ver lo que los hace fascinantes, la capacidad que tienen para despertar la imaginación una vez que nuestra mosca se hunde bajo la superficie.
Pescar bien un lago requiere dedicación y fe en lo que estamos haciendo pero como comenté antes, sobre todo imaginación para visualizar sin ver realmente lo que está haciendo nuestra mosca bajo la superficie. Tenemos que formarnos una imagen de ese universo sumergido y del fondo para que la mosca parezca algo natural en el. Cada lago tiene una identidad propia y el lago Strobel siendo una profunda depresión en el basalto volcánico no puede ser más personal.
Luego de pescar la zona de ¨El Puesto por la mañana, terminamos en una playa que más tarde bautizaríamos como ¨Hot Beach¨. El viento azotaba directo en la cara encrespando el agua hasta producir un fuerte oleaje que rompía sobre una extensa plataforma de piedra blancuzca y plana. Las blancas crestas de las olas se desplomaban en un punto preciso levantando gran cantidad de material del fondo. En cada ola antes que rompiera veíamos muchas truchas, una imagen que nos sorprendió mucho porque solo puede darse en un ambiente tan único como el Strobel. Era curioso como las formaban grupos en la ola como si fueran peces de mar, justo antes de la rompiente. No todas miraban para el mismo lado y esto era un comportamiento realmente curioso.


Martin Robino que nos guiaba comentó que el movimiento del agua desprendía muchos scuds del fondo y por eso las truchas se apiñaban en ese punto, una teoría que se mostró bastante sólida cuando volvimos al mismo sitio con menos viento, menos rompiente y menos truchas.
El viento de frente nos hacía probar el agua del lago entre tiro y tiro pero nos las arreglamos para lanzar lo suficiente motivados por las siluetas enormes que aparecían en el contraluz del oleaje. Vi una trucha enorme nadando hacia mi derecha casi fuera de alcance pero mi lance fue afortunado, antes de darme cuenta la tenía prendida. Sin hacerle demasiada fuerza para que no entrara en pánico logré que las corridas no se descontrolaran demasiado y ayudándome con las mismas olas la fui acercando al copo de Martin que acertó al primer intento. Hacía mucho que no sacaba una arco iris de semejante tamaño, de hecho la última tan grande la había pescado en el lago Llanquihue en Chile hace más de veinte años cuando mi hijo mayor era un bebé. A la mañana se nos habían ido dos que nunca vimos así que esta era la primera grande en serio. Al rato picó otra y Nico no tardó en sacar dos más.
Por momentos la escena se convirtió en algo primitivo porque entramos en un frenesí parecido al que exhibían las truchas en la rompiente. Con rapidez soltábamos cada trucha para lanzar nuevamente y la locura se prolongó por un largo rato hasta que los piques comenzaron a espaciarse cada vez más para luego desaparecer. Nos habíamos olvidado del viento en la cara y los chorros de agua fría que se colaban adentro del wader y hasta los pies cada vez que una ola nos golpeaba en el pecho haciéndonos dar un paso atrás.Cuando regresábamos al lodge por una huella sobre los acantilados espantando tropillas de guanacos, el lago abajo se había convertido en un rugiente ser vivo con el lomo erizado de espuma y extremidades que en forma de olas se pulverizaban contra las puntas rocosas. 
¨Monster Bay¨ una bahía cercana al lodge sin embargo, no había perdido su habitual calma y desde lo alto se veían truchas patrullando entre los mantos de algas mientras fuera de la bahía, un monstruo de vidrio fundido de colores cambiantes, hacía de las suyas furioso por no poder entrar. Nuestra posición aventajada permitía ver como las algas forman áreas de crecimientos densos interrumpidos por claros irregulares y corredores angostos. Una ninfa lastrada juiciosamente, un leader largo y fino, y una línea de flote pueden dar resultados muy notables si lanzamos de modo que la línea caiga sobre las algas y solo el leader y la ninfa lleguen al claro o el corredor. Mientras el ruido que hace la línea al caer se calma dejamos hundir la ninfa lo más que podamos y entonces con un movimiento continuo de la caña la levantamos suavemente, como si la ninfa se diera cuenta que está en aguas peligrosas y tiene que escapar sin ser notada.
En el Strobel encontramos todo tipo de estructuras y a medida que las vamos conociendo desarrollamos un sentido de percepción que razonablemente va reemplazando a la simple intuición con la que llegamos.
Siempre he pensado que los lagos están muy alejados de ser ¨aguas quietas¨. Siempre hay corrientes a veces de buena intensidad, olas donde las partículas se mueven verticalmente, turbulencias en el agua que juegan con nuestras moscas, viento que arrastra las líneas y podemos usar para mover las moscas, capas de agua de diferente temperatura que suben y bajan no solo de acuerdo a la estación sino que pueden hacerlo durante un día de pesca ante un cambio drástico de temperatura, vertientes de agua siempre frías que no siempre vemos ya que muchas son subterráneas pero enfrían zonas específicas en el litoral de un lago concentrando las truchas en verano. Demasiadas variantes y movimiento para seguir pensando en los lagos como ¨still waters¨. 
En el Strobel los movimientos de la columna de agua son notables y no pasan desapercibidos. El oleaje produce movimientos verticales en la línea de flote y horizontales donde la ola rompe. Este movimiento puede impedir por completo el movimiento correcto de la mosca. Pienso que si hubiéramos tenido alguna línea tipo ¨Hoover¨de hundimiento todavía más lento que las ¨clear¨o intermedias hubiéramos descubierto un par de cosas más acera de cómo trabajar moscas justo bajo la superficie a velocidad extra lenta. Hay tanto pique que uno tiende a pensar que está usando la mejor técnica cuando no es así. 
En esta oportunidad las líneas que hundían rápido obligando a recoger velozmente para no dejar las moscas en los afloramientos rocosos no daban buen resultado. Las truchas sencillamente ignoraban una mosca que nadaba un poco más rápido de lo que les gustaba en ese momento. En muchas bahías del Strobel aún una línea intermedia puede hundirse más rápido de lo conveniente y si en ese momento las truchas prefieren algo lento nuestras chances se ven seriamente afectadas. Claro que en la pesca todo es relativo y estoy relatando lo que nos sucedió específicamente en Febrero, todo puede res diferente en Noviembre o Abril. Sin embargo me animo a decir que en el Strobel lograr recoger lento es algo importante y no deberíamos olvidar un par de líneas que nos permitan pescar nuestras moscas de un modo suave y somnoliento.
No pescamos el Barrancoso porque corría muy bajo y casi no quedaban truchas buenas. Los grupos de peces que lo suben de nuevo en Marzo todavía no tenían adelantados y preferimos intoxicarnos con las plateadas del lago que parecen ser más comunes en los meses de calor.
El calor se hace sentir en esa depresión donde la transición entre el agua y la tierra nunca es suave. La blancura absoluta de grandes extensiones de rocas calcificadas es una pantalla natural que nos devuelve una nueva dosis de energía solar, sin embargo el agua se calienta con aparente lentitud. En los meses fríos es un témpano líquido y las truchas de mueven muy lentamente interceptando anfípodos en un lago lleno de nutrientes volcánicos. Estos nutrientes alimentan a diferentes tipos de algas que cubren densamente todas las rocas del fondo y la resultante es una densidad de anfípodos capaz de soportar gran cantidad de truchas.
Cada lago tiene su perfume particular, el Strobel tiene un olor picante y astringente que habla claramente del tipo de algas que lo puebla y podemos ver en gran cantidad en las playas, donde las olas las van compactando.
No sería prudente predecir cómo se va a estabilizar el lago en el futuro, después de todo no soy biólogo. La naturaleza siempre se abre camino y a escala cósmica creo firmemente que lo que hagamos no tiene demasiada importancia, salvo para nosotros mismos. Por el momento el único problema que veo a corto plazo es la popularidad del lago que crece exponencialmente en un mundo con gran dificultad para cuidar sus recursos naturales una vez que la gloria los alcanza.
El hombre moderno le dio el nombre a esta joya engarzada en la meseta rocosa y tiene la responsabilidad de mantenerla lo mejor posible aún con los cambios que ha introducido. El nuevo pulso de vida que significan las truchas en el Strobel me hacen pensar en estrellas nuevas que aparecen en un universo que no es finito sino propenso a los cambios repentinos y violentos. Pescar las aguas de un lago lejos de ser un sacrilegio para la tradición mosquera requiere una gran fe y buena disciplina alimentadas por una creciente imaginación. Cuando lanzamos nuestra mosca lo más lejos posible y se hunde bajo la superficie nos obligamos a imaginar un mundo sumergido donde la mosca tiene que buscar su camino ante los predadores que la observan desde el mismo momento que entra en el agua.
Pienso que la pesca en un lago es la prueba de lo importante que es la imaginación al mover una mosca. Sin ella el pescador de moscas se convierte en un artista vacío.