No han sido pocas las veces que, tanto yo como casi todos los mosqueros, nos hemos sentido hondamente desanimados al pensar que podíamos practicar nuestro deporte preferido tan sólo 20 ó 30 días al año. Para desgracia de los que vivimos en Buenos Aires, lejos están los añorados ríos y lagos patagónicos donde habitan los salmónidos.

No basta pasarse el invierno atando moscas, practicando casting, y atiborrándose de bibliografía mosquera venida de todas partes del globo. Lo que hace falta es pescar. Encontrar la forma de poder pescar con mosca los fines de semana.

Tata Dios sabía que algún día esto iba a pasar, por eso creó la tararira, la puso ahicito nomás, a pocos kilómetros de Buenos Aires. Por eso señores a no desanimarse que la cosa no es tan grave. Durante casi 6 meses del año (de noviembre a abril) podremos disfrutar de magníficas jornadas de “fly fishing” en las lagunas bonaerenses, pescando la deportiva y voraz tararira.

Mi primer intento fue algo decepcionante. Habíamos decidido probar suerte en la laguna de Chascomús, que siempre dio buenas tarariras. Me acompañó mi amigo Roberto Wulff, quien recién se iniciaba en el difícil arte de la mosca. Estuve como una semana para enseñarle a tirar la mosca al agua sin arrancarse una oreja.

Habíamos fabricado unos “poppers” de corcho realmente inmensos. El asunto era lanzarlos. Eran tan grandes y tal era la resistencia que ofrecían al viento que la mayoría de las veces sólo lográbamos darnos flor de moscazos en el mate. Claro, una vez que caían al agua hacían un barullo infernal que atraía a las tarariras. 

Su cuerpo de corcho tenía un frente chato o ligeramente cóncavo para provocar ruidosos borbollones con cada tirón de línea. La cola hecha con bucktail y el anzuelo Nº 1/0. Para colmo yo, que me creía muy piola, había decidido no utilizar más que línea 7.

El pobre Roberto no daba pie con bola. Pienso que esos “poppers” eran demasiado grandes para un principiante, aunque a veces lograba que cayeran al agua.

Luego de denodados “falsecasts” logré una adecuada distancia, cayó el “popper” al agua, e instantáneamente un tremendo borbollón y la línea se puso tensa. De inmediato vi una sombra oscura dirigirse directamente hacia el juncal. Cuando me quise dar cuenta estaba deshaciendo la tremenda galleta que provocó la tararira al meterse en los juncos. Fue así como perdí mi primer “popper”, y mi primera tararira con equipo de mosca.

El pobre Roberto, extenuado por los “falsecasts” se había echado a la sombra de un árbol a descansar.

 Al rato otro pique. Intenté frenar al pez antes de que se introdujera en el juncal, pero mi tippet Nº 22 no aguantó. Fue así como perdí mi segundo “popper” y mi segunda tararira con equipo de mosca.

Volvimos con rabia y cansancio, pero con varias conclusiones importantes:

a) Poppers más chicos.
b) Leaders más cortos.
c) Leaders de acero más cortos.
d) Tippets más resistentes.

Esa semana dedicamos nuestros ratos libres a la confección de nuevos poppers de madera de balsa, de menor tamaño y con anzuelos mucho más chicos. Los cuerpos eran lo suficientemente grandes como para sostener al anzuelo y al leader de acero sin hundirse, no más.

Los poppers fueron pintados de diversos colores y lucían una vistosa cola hecha con hackle de gallo teñido de colorado y un mechón de hilo metalizado.

Esta vez el escenario de nuestras proezas sería la laguna Vitel. Y realmente no nos podemos quejar, puesto que pasamos un día de pesca sensacional. Lo importante es que descubrimos que no se necesitaban poppers gigantes para atraer a las tarariras. El más chico que llevamos (anzuelo Nº 10) se podía tirar fácilmente con una línea 6, y trabajaba tan bien que nada tenía que envidiarle a los grandes. La clave era: cuerpo corto pero con un ancho fuerte que producía atractivos borbollones con cada tirón de la línea.

Roberto, que ya estaba mucho más canchero, tuvo la suerte de debutar con un flor de tararirón de 3 kilos (ver foto). Estaba enloquecido, y no era para menos.

Como los anzuelos eran chicos, pensé que quizás no llegarían a atravesar las terribles mandíbulas de las tarariras, pero en realidad no fue así: la tararira tiene poderosas mandíbulas, pero también tiene la boca forrada de pellejo por todos lados, y ello hace que el anzuelo se clave con gran facilidad aunque sea chico.

Lo que me llamó la atención es lo clavadores que fueron los poppers. No perdí ningún pique, en cuanto mordían se quedaban clavados. Como se sabe, en spinning ocurre exactamente lo contrario: los señuelos grandes son poco clavadores y se pierden muchos piques.

Habiendo probado todos los poppers, no puedo decir que algún color haya funcionado mejor que el otro. Todos anduvieron bien (verde, negro, amarillo, colorado y blanco).

Usamos tippet del 30 y pudimos aguantar las corridas al juncal.


Lo principal es lanzar el popper bien cerca de los juncos, e ir bordeando el juncal el mayor recorrido posible. La tararira no es como la trucha, hay que insistirle, se deben repetir 4 ó 5 tiros en el mismo lugar para ponerlas en actividad y hacerlas tomar.

Como era de prever el pique se cortó a eso de las 11 de la mañana. Después de un rato de descanso a la sombra de los árboles decidí intentar capturar algunos dentudos con mosca. Desafortunadamente no había llevado equipo liviano, pero igualmente llevé a cabo mi intento con mi equipo para línea 7. Con un tippet del 20 y pequeñas moscas plateadas tipo Blonde de fabricación casera, empecé a probar cerca de los juncos hasta que tuve el primer pique. ¡Grata sorpresa la mía cuando vi que era una chanchita! Por lo grandota, más que chanchita era una flor de chancha, ideal para ser pescada por equipo muy liviano (línea 4 ó 5).

Los piques se sucedieron y disfruté de un buen rato pescando chanchas, que por su puesto fueron devueltas al agua de la forma más cuidadosa posible para evitar lastimarlas.

A eso de las 6 de la tarde decidimos reanudar la pesca de tarariras. Buscamos un lugar un poco más profundo para probar streamers sin riesgo de enganche con gambarrusas.

Las blande tuvieron gran éxito. De entrada nomás clavé una de 3 kilos que peleó loca en su intento de meterse en el juncal, cosa que me costó bastante evitar.

Luego cambié por una Black Marabou Muddler que resultó tan efectiva como la Blonde, pero quedó deshecha en muy poco tiempo.

Eran las 8 y decidimos emprender el regreso.

Luego de repetidas experiencias en la pesca de tarariras con mosca, una de las conclusiones más importantes es que la mosca lastima mucho menos al pez que cualquier otro anzuelo triple, permitiendo al pescador devolverlo al agua más rápidamente y en mejores condiciones. Las tarariras son un tesoro inestimable que tenemos que los mosqueros u debemos protegerlas. 

Para finalizar, pienso que el equipo a utilizar deber ser el siguiente:

a) Caña para línea 7 u 8.
b) Líneas Weight forward Floating.
c) Leader de 1,5 a 1,8 de largo.
d) Tippet no menor de 0,30 mm.
e) Leader de acero tipo Sevenstrand (de 6 a 10 cm).
f) Poppers chicos (tal como fueron descriptos).
g) Streamers tipo Blonde o Muddler.
h) Bass Bugs: pueden ser usados (no son tan efectivos como los poppers y son difíciles de lanzar pues ofrecen gran resistencia al aire).

Como conclusión final diré que el “fly fishing for tarariras” es un estupendo deporte, y al mismo tiempo una magnífica manera de mantenerse en estado para cuando llegue la hora de ir a los ríos y lagos de nuestro sur.