Una monumental actividad volcánica hace millones de años le dio forma a la mayoría de las mesetas patagónicas elevando lo que supo ser el fondo de un mar tranquilo de poca profundidad.

Parte del placer que me produce pescar es imaginar como eran los sitios que visito, milenios antes de que llegáramos los humanos, considerando al mismo tiempo como han ido cambiando a medida que la naturaleza experimenta sin cesar.

A cientos de kilómetros del mundo civilizado, cuatro horas de camino duro parte en camioneta finalizando a pie, perfectamente enclavado en un valle volcánico, fuera de la vista del turista común, en una desolada meseta patagónica, rodeado de rocas rojizas cuya forma y tamaño cambia cada invierno, corre el río Barrancoso, único afluente importante del lago Strobel. Para un pescador de mosca sensible es un río de rara belleza. Ese pescador notaría de inmediato la pureza de sus aguas, que corren caprichosas entre rocas antiguas todavía muy afiladas a pesar de la erosión constante del viento. El clima es muy duro en la meseta y todavía mas recias son las grandes arco iris que remontan el Barrancoso cada año, tratando de completar un ciclo eterno de nueva vida y temprana muerte. Imaginaría también que los farallones de basalto que protegen gran parte del río son obra de un experto arquitecto por la perfección del diseño y las formas que ayudan a mantener al viento-dueño eterno de la meseta-arriba nuestro, aullando contrariado por no poder alejarnos.

Es imposible no ver las truchas que se agrupan en cada pozo, el agua clara y de mediana profundidad no les permite ocultarse con facilidad, podemos elegir bien a cual tirarle. Bien al comienzo de la temporada la mayoría están muy plateadas, con las aletas perfectas y un vigor inusitado que nos obliga a seguirlas río abajo de salto en salto cuando no logramos controlarlas en el lugar donde picaron. Las mas grandes suelen cortar el leader entre las ásperas rocas sin que podamos hacer mucho al respecto. Tal vez en algunos miles de años esas rocas serán redondeadas como en otros ríos pero en medio de esa desolación volcánica todavía enfrentamos a los elementos en su forma mas primitiva. Es imposible no detenerse a mirar la lucha de la vegetación por sobrevivir en un ambiente que parece extra planetario, crecen sobre las piedras mismas, o sobre la arena volcánica formando matas casi tan duras como las rocas mismas. Protegen el terreno donde lograron crecer cubriéndolo completamente con una capa de hojas y tallos tremendamente densa y dura que no cede fácilmente a las fuerzas de la naturaleza. Las hojas son diminutas, abundan las espinas y las flores, cada una perfecta, parecen miniaturas de flores tropicales. Los líquenes y musgos de todo tipo colonizan muchas piedras con explosiones de intenso color , algunas anaranjado brillante, como pequeños soles sobre las rocas. Pensando ahora en esos líquenes, se parecen mucho a algunos de los petroglifos que nos dejaron los primitivos habitantes de la meseta, en farallones que los protegían del viento hace miles de años. Imposible no tentarse con tantos vestigios primitivos en el cauce del río y dejando la caña a un lado buscar algunas chispas de obsidiana cerca de las cuales con un poco de suerte podemos encontrar una punta de flecha o lanza.

Gente muy dura habitó esos parajes mucho antes que a Cristobal Colón se le ocurriera navegar hacia el oeste, el ojo atento encuentra restos a cada paso. En algunos faldeos rocosos, si miramos con cuidado, veremos que las piedras en algún punto guardan un orden diferente al natural. Acercándonos mas nos encontramos con alguna pirca en ruinas y los restos de un rancho pequeño de pura roca, incluso el techo, mas una cueva que un verdadero rancho, ahora morada perfecta de cuises y ratones que abundan en la meseta. Los últimos paisanos y algún cacique sobrevivieron en esas precarias moradas hace muchos años y si miramos con cuidado veremos restos que nos cuentan como vivía esa gente, el solo pensarlo eriza la piel.

Como las truchas hoy, esa gente luchaba para vivir en la naturaleza durante un tiempo, pero al final esta los reclamaba y los volvía nuevamente parte esencial del ambiente reiniciando un ciclo eterno y universal.

Si ustedes me acompañaran a lo largo del Barrancoso, sentirían de inmediato lo mismo que yo siento cada vez que lo visito, una sensación muy real que crea imágenes instantáneas sobre lo dura, solitaria y silenciosa que tiene que haber sido la vida en esa tierra, donde el sonido del viento y el murmullo del agua en los saltos del río son suficientes para apagar la voz humana.

La pesca en el Barrancoso cuando el run de truchas arco iris sube el río es poco mas que asombrosa y no hace falta ninguna técnica depurada para que una gran variedad de moscas funcionen. Por momentos los ratones de pelo se convierten en una golosina irresistible y ver subir truchas tan grandes a la superficie es embriagador. Cuando dejan de funcionar los ratones, es el momento de las ninfas medianas, que suspendidas bajo un indicador o una buena seca no pasan desapercibidas. Los streamers funcionan muy bien sobre todo los de colores oliva y negro atados con materiales de gran movimiento en el agua como marabou o conejo. Al comienzo de temporada a cada momento vemos subir truchas nuevas que van reemplazando a las que ya sacamos por lo que la acción nunca cesa. Mi consejo es sacar un par de truchas y caminar hasta el siguiente pool, no agotar cada pool y en cambio caminar lo mas posible el río que es muy cambiante y diverso alternando pools largos con pockets y caídas de agua que obligan a saltar un poco cuando pinchamos una grande.

Como tantos otros sitios en la patagonia en el Barrancoso se respira una atmósfera que impacta de modo diferente a cada pescador, en mi caso ese cauce perdido lejos de todo siempre produce una sensación placentera, que deja una marca como las marcas que han dejado todas las personas que en el pasado pasaron por el mismo lugar, pescadores o no.

El Barrancoso comienza en la parte alta de la meseta gracias al agua de la nieve invernal y las lluvias. La parte alta es completamente diferente a la parte media y baja, mas tranquila y con menos pendiente tiene un fondo que alterna rocas y arena volcánica gruesa. Las rocas formas grupos separado y la corriente es suave. A esta parte del río no llegan tantas truchas grandes pero lo hacen las suficientes para que podamos tirarle a varias en una mañana. El agua es cristalina y pueden vernos con facilidad por lo que hay que pescar agachados. Muchos pescadores son descubiertos por las truchas cuando se acercan al río sin tomar precauciones con inteligencia, usando mal el sol o la cubierta natural de rocas y pastos que pudiera disimularnos. En un río tan claro el viento puede mostrarnos la cadencia natural para acercarnos sin asustar a las truchas, en un día calmo uno tiene que moverse muy lentamente y agachado, pero cuando orquesta de la naturaleza suena a pleno y todo baila a nuestro alrededor tenemos licencia para movernos al compás un poco mas libres y descuidados, aunque personalmente sigo moviéndome con cuidado aún cuando la naturaleza se muestra algo ruidosa.

Hay muchas truchas residentes de porte mediano que toman las secas sin dudar y serían un trofeo en otros parajes. Son rápidas para evaporarse entre las piedras si nos dejamos ver mucho, pero si mantenemos nuestra silueta baja, pican con cierta facilidad. Alrededor el terreno es mas plano, terreno ovejero de pastos duros dominados por los coirones y otros similares que le han ganado la batalla al viento.

Las partes medias y bajas del Barrancoso están un poco mas protegidas del viento por las altas orillas que en cierto momento se transforman en un pequeño cañon donde el río corre por un angosto corte donde la corriente forma caprichosas caídas y pozos donde descansan la truchas.

Aguas abajo de cada caída fuerte encontraremos un grupo de truchas descansando antes mientras se deciden a superar el obstáculo. El río tiene truchas grandes al comienzo y final de la temporada, al comienzo con mas agua se dan las mejores condiciones para pescarlo pero luego que pasa el run fuerte y las grandes van volviendo lentamente al lago, quedan muchas truchas residentes perfectas para un equipo liviano. El nivel del río baja rápidamente cuando ya no llega mas agua a la meseta y hay temporadas que podemos encontrarlo demasiado bajo para pescarlo por lo que hay que pensar en los primeros meses de la temporada si queremos encontrarlo en su mejor momento. Las truchas ya en Octubre están en buen número en el río y cuanto mas temprano en su migración las encontremos mas plateadas y perfectas estarán.

Pagan un alto tributo en ese río tan rocoso, bajo y accidentado. El sol pronto les produce quemaduras en el lomo y las oscurece, me encanta pescar el río temprano pero no cuando las truchas ya han pasado un tiempo y se ponen oscuras. En esos momentos prefiero que tengan el río para ellas solas y pescar el lago.

Aún en las peores condiciones de clima, hay magia pescando en esa meseta, mientras miramos alrededor y nos sentimos totalmente independientes, limitados solo por el alcance de nuestra vista y sentidos. La mente se extiende al mismo tiempo hacia el pasado y nuestro futuro y recordamos en un instante muchas cosas al tiempo que nos damos cuenta de lo intrascendentes que somos en un ambiente que ha cambiado poco en millones de años. Uno se da cuenta que nos vamos poniendo viejos y pronto seremos los pescadores que pescadores mas jóvenes recuerdan de tanto en tanto, que un simple reel va a durar mucho más que nosotros y tal vez alguien lo use dentro de años recordando un poco a quien pescó antes con él.

Por todo eso me gusta describir las cosas que veo al pescar y me producen satisfacción, especialmente luego de los largos meses del invierno, es una diferente companía a la que obtenemos en las ciudades, el ruido del tráfico, la que obtenemos de los animales del campo, las ruinas viejas, el ladrido de los perros y el canto de las aves en un aire que es infinitamente mas puro, aunque sople el viento, nos moje la lluvia o la punta de los dedos pierda color por el frío.