Todo pescador tiene centradas en el sentido de la vista gran porción del éxito o fracaso de su acción. En esto, tanto la trucha como el pescador, se parecen. La mayor parte de los peces tienen dispuestos sus ojos a ambos lados de la cabeza y tienen una visión por lo general de escasa calidad, pero de gran amplitud. Los movimientos de su cuerpo son los que le brindan alguna posibilidad de enfoque. La ausencia de párpados y la imposibilidad de regular la pupila le inhiben la capacidad de otros seres vivos de moderar el efecto de la luz sobre la retina. Al igual que nosotros pueden ver los colores y disponen de sensores de movimiento.
La apertura pupilar de una trucha es similar a un f.1.2 de nuestra cámara fotográfica. Tengamos presente el medio en el que vive la trucha para tener una ¨imagen¨ adecuada de su capacidad visual. Podríamos intentar fotografías en diferentes situaciones climáticas, y a diferentes profundidades, en distintos ámbitos acosos con esa apertura de diafragma, por ejemplo.
Entonces, su visión es bastante buena respecto de colores y esta capacidad tiene un rendimiento mayor en penumbra. Por eso es un predador eficaz y selectivo, con escasa luz.
El ángulo de visión, por ojo es de 330 grados en sentido horizontal y 160 grados en sentido vertical. Por lo que su visión monocular es muy amplia.
Su capacidad de enfocar un objeto es muy variable. A 50 cm la profundidad de campo es infinita y se pierde cuanto más cerca está el objeto. A 30 cm, la nitidez se sitúa entre los 25 y los 60 cm; y a 5 cm enfoca entre los 3 y los 7 cm.
En resumen, tiene 3 zonas visuales bien diferenciadas:
- binocular: de excelente calidad;
- monocular: con la que aprecia grandes volúmenes y movimientos, no muy precisa; y
- ciega, a lo largo y por detrás suyo.
Esta última debiera ser nuestra zona de aproximación. Su regular visión monocular, por su falta de precisión, sólo la alerta y la hace asustadiza a los movimientos a la proyección de sombras.
Aquello que pasa por esta zona de visión podrá ser atacado por su intrusión, pero no por considerarlo un alimento, ya que no puede distinguirlo como tal. Es la visión con ambos ojos la que forma un cono con el que se dispone a ¨cazar¨. La percepción es precisa, aunque el entorno pierda nitidez a medida que se acerque el objeto.
En aguas quietas, sus reacciones son menos predecibles ya que su campo visual varía permanentemente, porque la trucha es la que se mueve para acercarse al alimento. No lo espera como en el agua corriente.
Los otros elementos que actúan sobre la percepción visual de la trucha son, por ejemplo, el ángulo de refracción de la luz en el agua, los elementos que están en suspensión y las burbujas. Por eso la visión normal no es mayor a 10 metros. La mayor precisión no debe superar 1 metro. Por eso nuestra quietud en el agua no es amenazante.
Ese ángulo de refracción es -en teoría- lo que haría que desde la profundidad el campo de visión de lo ¨fuera del agua¨ sea mayor que el de una trucha que está cerca de la superficie. Nuestra posición, por accion de este ángulo es distorsionada hacia arriba, y por lo tanto, más amenazadora. De ahí que muchas veces resulte conveniente asumir un perfil bajo. El ángulo de penetración de la luz a última hora nos favorece ya que disminuye la visión externa, lo que favorece la disposición de las truchas que junto al cambio de la temperatura del agua, optimizan nuestra probabilidad de pesca.
Recuerda: Conocer nuestro oponente mejora nuestras chances.