No resulta fácil escribir estas breves líneas cuando lo que se trata de describir es mucho más que un simple viaje de pesca, sino que toda una experiencia de vida, que no sólo enriquece nuestras pasiones, sino que también nuestro espíritu.

Por muchos años había escuchado y leído una diversidad de opiniones acerca de la experiencia de pescar con mosca en este hermoso río, las cuales iban desde las más fantásticas experiencias hasta las más frustrantes, transformándose todas ellas en verdaderas leyendas que no hacían más que hacer crecer en mí el deseo de poder experimentar personalmente el desafío que implica aventurarse a pescar en este río, llamado por muchos “el gran río para pescar con mosca”, casi asimilándolo a la “última frontera” o al “desafío final”.

Tras un largo viaje de varias horas que implicó atravesar algunos de los más hermosos parajes de Chile, llegué con mi grupo al mítico Río Baker. Inmediatamente pude comprobar la trasparencia de sus aguas, su baja temperatura y el color turquesa que podía apreciarse producto de un dinámico, y a ratos caprichoso juego, entre la profundidad del río y la hora del día en que reflejaba la luz del sol. No era la primera vez que estaba en la zona, pero sí era la primera vez en que concurría a su encuentro en calidad de pescador con mosca.

Comencé a realizar mis primeros lanzamientos en la tarde del día en que arribé y la frustración y desaliento hicieron su aparición al constatar que mis mejores moscas, tras cada lanzamiento, no daban los resultados esperados. Es más, aún pescando hasta la hora en que se producían las típicas eclosiones y teniendo en la punta de mi tippet la infalible “Elk Hair Caddis” en un atractivo color verde, las truchas no se dejaban engañar. Fue entonces, cuando regresando a las cabañas en que me hospedaba, que pensé: - “creo que esto requerirá un poco más de trabajo…”.

Al día siguiente recorrí durante toda la mañana desde bien temprano una gran sección de la ribera del río en que me encontraba, tanto río arriba como río abajo. Nuevamente nada ocurría. Sin embargo pude darme cuenta de dos factores muy interesantes: primero, que en muchas secciones del río se podían ver a simple vista las truchas y, segundo, que la ribera en la que me encontraba (la que va bordeando el camino) era la menos adecuada para poder lanzar cómodamente con mosca. Respecto al primer punto, hay que agregar que hacia el final de mi viaje comprobaría que el río se encontraba “infestado” de truchas en casi todas sus secciones.

Después de almorzar, acordamos con mi compañero de pesca, que cruzáramos el río para lanzar en algún lugar más cómodo. Conversamos acerca de nuestras experiencias pescando en la mañana y le mencioné que durante la tarde quería comenzar a probar mis moscas terrestres, las cuales hasta entonces no había lanzado. Fue cuando até a mi tippet una hermosa Amy’s Ant del número 8. Mientras cruzábamos en bote con mi compañero de andanzas a una playa que se encontraba en la ribera opuesta, casi al frente del lugar que en que nos hospedábamos, éste le pregunta al joven que manejaba el bote: -“¿qué tipo de mosca sirve para acá?”, a lo que responde: - “lance con wolly Bugger negra o blanca”. En cuanto nos bajamos del bote, mi compañero cambió a un bonito streamer negro, sin embargo yo, con cierto orgullo de atador y perseverando en mi decisión de lanzar con mosca terrestre, mantuve mi Amy’s Ant. Mi compañero se ubicó en una zona con corrientes fuertes, mientras que yo opté por una bonita correntada de aguas bajas con menor fuerza. Y fue al tercer lanzamiento con mi parabólica caña TFO Finesse # 4 que enganché una hermosa trucha arco-iris que me dio una larga pelea que me sacó hasta el backing. Fue una lucha intensa que nos dejó a ambos bien cansados. Tras una breve foto de rigor y la liberación de mi contendora, miré mi mosca y decidí darle el apodo de “La Desatascadora”.

Tras esa primera captura sentí que el río Baker nos daba su permiso para poder pescar sus truchas y que sus secretos se iban revelando. La pesca comenzó a mejorar: a mi compañero se le fue una trucha con una muy bonita imitación de grillo de mi confección y atrapó otra con la clásica Royal Wulf en anzuelo número 10. Por mi parte perdí una Royal Wulf en la boca de una trucha tras un lamentable corte del tippet.

Esa noche, mientras cenábamos, conversamos sobre nuestras experiencias y obtuvimos una importante conclusión que le daría un vuelco impensado a nuestra aventura: “parece que tenemos que cambiar a mosca seca”.

Al día siguiente, en una mañana río abajo sin mucha suerte, pudimos cruzar, durante la tarde, a una sección del río que es llamada “la isla”, que ya había divisado en nuestra llegada al río y que me había dejado más que una “buena primera impresión”. Una vez que llegamos ahí pudimos constatar que era un lugar paradisíaco para pescar con mosca: corrientes de todos los tipos, hermosos pozones generosamente alimentados y varios accesos para atravesar con waders. Y los resultados no se dejaron esperar: al segundo lance enganché una hermosa arco-iris con la Royal Elk Hair Trude (que se transformaría en mi favorita), mientras que mi compañero atraparía dos truchas seguidas con la Elk Hair Trude. Más en la tarde se me iría una bonita trucha con la Brown Atractor Parachute a mi compañero otra con la Royal Wulf. Fue una hermosa tarde con pesca hasta muy tarde, pasadas las 21:00 hrs. Durante la cena de esa noche ya no quedaban dudas: las moscas secas se transformaban en las reinas para pescar en el celoso Río Baker.

Y fue así como en nuestros dos últimos días de pesca las moscas secas fueron la llave con que el Baker abrió sus puertas y nos permitió disfrutar de sus hermosas y fuertes truchas. Pescamos en varios lugares más del río, en especial uno que resultó excepcionalmente bueno y que se encontraba muy cerca del comienzo del río donde la Royal Wulf fue sinónimo de efectividad y la Adams en número 12 la reina de las eclosiones de las tardes.

Como conclusiones finales acerca de mi experiencia pescando en el Río Baker, y dirigida a los pescadores que se han tomado un momento para leer estas palabras, me gustaría apuntar las siguientes consideraciones: 

1) Es muy importante, al momento de escoger las moscas para este río prestar atención a la época del año en que se viaja ya que el río va sufriendo distintas mutaciones de su caudal a lo largo de la temporada, así, por ejemplo, cuando comienzan los deshielos el río aumenta considerablemente su nivel y caudal y, de acuerdo a la información que pude recopilar de los lugareños, los streamers se transforman en los reyes del río; 

2) Las truchas del Baker dan una pelea como ninguna otra que yo haya pescado, a pesar de no ser tan grandes (con un promedio observado de unos 35 cms.), compensan lo que les falta de tamaño por potencia; 

3) Al momento de escoger nuestros equipos hay que tener en consideración el intenso viento de la zona: a pesar que la pesca la disfruté más con una caña #4, que es más adecuada al tamaño de las truchas del río, recomendaría el empleo de cañas del #5 ó #6 por el factor viento. Mi segunda caña era una #7 y no tuve problema alguno con el viento de la zona; 

4) Mi impresión general del río es que hay que saber leerlo para detectar los lugares en donde lanzar con mayor eficacia, asimismo sus truchas no son fáciles de impresionar con cualquier patrón, hay que buscar y probar cuidadosamente, y con harta paciencia por cierto, los más adecuados para que revele generosamente sus secretos.