El río Curueño en todo su recorrido es pura canción, pero además en este tramo medio - alto es una sinfonía de alegres trinos y un constante murmullo de cascadas y corrientes, donde los tonos azules de sus aguas se convierten en verdes y la transparencia en espejo.  Y todo enmarcado en un cuadro de atrayentes y desbordantes paisajes que le dan un carácter único. 

Aquí se respira aire puro y fresco de la montaña, aquí huele a trucha y en verano a hierba recién cortada ¿ Qué tendrá este río para desbordar tanta belleza? Quizás la presencia constante de la piedra caliza y las huellas perpetuas de las gladiaciones, o tal vez el conjunto de puentes romanos y medievales que componen una de las imágenes más conocidas de este río. Lo cierto es que aquí uno se siente pescador y disfruta de toda la grandeza de la pesca.

El río Curueño recibe el aporte de varios ríos como El Pinos, El Faro o el río Labias, también infinidad de regueros y arroyos, toda una sucesión de arterias que dan cobijo entre sus aguas a las pocas truchas autóctonas que aún nos quedan en esta provincia leonesa, truchas finas y bravas con una librea especial que solo tienen las del Curueño.  

Este tramo medio - alto del río Curueño fue vía importante de las comunicaciones romanas, los productos extraídos de estas tierras leonesas principalmente oro y plata, se pasearon durante muchos años por la calzada romana que paralelamente al río todavía se puede localizar. 

El dificultoso paso natural se volvió artificial labrado por los leoneses con sudor y vidas dejadas en las rocas de sus montañas, hasta convertir este trazado peligroso en vía accesible hacia tierras asturianas. 

Este es un terreno de cabras y como una cabra tiene que actuar el pescador que quiera hacerse con algún buen ejemplar de trucha. Condiciones físicas, sabiduría y afición, son las tres condiciones básicas para afrontar con éxito una jornada de pesca en este tramo del río Curueño. 

Estos pueblos de la montaña central leonesa fueron tierras de reyes y nobles cuyas huellas quedan hoy patentes en diversos restos de castillos, monasterios, torreones y despoblados, y recogen los vestigios de un rico patrimonio cultural y artístico como son las obras del arte religioso provenientes del románico popular leonés, y sobre todo su conjunto de puentes romanos y medievales que jalonan la calzada romana. Mención aparte merece la gastronomía cargada de embutidos, chacineria, caldereta de cordero, lechazo asado, pollo de corral, cecina de chivo entre callada, o el cocido montañés. Todo ello conjugado en bares, restaurantes y hoteles, así como casas rurales perfectamente preparadas para facilitar el descanso y el sosiego de los pescadores y visitantes.