Corría abril del 2010 y junto con mi padre empezábamos a organizar un viaje por el norte de Estados Unidos y Canadá. Luego de unos meses de diseñar el itinerario, llego el momento de subirnos al avión, y tras varias conexiones, llegamos a un pequeño pueblo llamado Jackson Hole al norte de Estados Unidos.
 
Algunos árboles empezaban a pintar la franja este de las Rocky Mountains, marcando la llegada del otoño. Nos esperaban 4500 kmts de espectaculares autopistas en un viaje inolvidable que terminaría en la ciudad de Vancouver. 
 
Contrariamente a lo que habían sido mis últimos años de vacaciones, el viaje no era de pesca, pero al armar mi valija, no pude resistir la tentación de incluir un par de cañas, reeles y otras cuestiones que compondrían mi equipo de cabotaje.
 
La primera oportunidad de armar mi caña, llego en el Yellowstone park, un parque donde impresiona la organización, la prolijidad de los centros de información y la amabilidad de su gente.
Luego de visitar el old faithfull geyser, un gran chorro de agua caliente que sale de la tierra con una frecuencia de aproximadamente 90 minutos, nos dispusimos a caminar durante un par de horas el firehole river, en busca de algunas cuttroats. Utilizando pequeñas ninfas logre concertar algunos piques de portes menores.
Más allá de la pesca, fue una experiencia realmente extraña pescar donde la tierra literalmente humeaba, debido a la presencia de geysers en el área.
 
Habiendo disfrutado ese gran parque, y tras unos cuantos días de viaje, luego de conocer pequeñas ciudades, pueblos y recorrer varios parques nacionales viendo fauna de lo más variada, llegábamos a la localidad Kamloops en Canadá. Decidimos dormir en las afueras de esa ciudad en un simpático pueblo llamado Sovona, y a la mañana siguiente nos preparábamos para pescar en el Thompson River.
Los cuentos que nos habían hecho en la zona acerca de la cantidad histórica de salmones Sockeye que estaban remontando el río este año eran impresionantes, pero esa mañana no era nuestro día. Amaneció con un cielo amenazante que más tarde traería lluvia, y haría de las piedras bocha en la margen del río la peor pesadilla. Los salmones pasaban a toda marcha río arriba sin siquiera advertir que estaba mi mosca cerca. Tuvimos que conformarnos con mirar ese espectáculo migratorio que todos los años se repite en distintos ríos de la zona.
 
Continuamos nuestro viaje y a medida que nos íbamos acercando a Vancouver, pasamos por algunos cursos de agua menores donde encontramos nuevamente salmones Sockeye.
Por las características del río con aguas quietas, me animé armar mi caña Sage xp #5, desconocía que iba a protagonizar una de las mejores pescas que he hecho. Luego de dos horas y casi finalizando el día, había sacado unos siete salmones de entre 3 y 6 kilos con peleas llenas corridas y saltos.
Esta variedad de salmones, que en el mar son plateados con lomo azul oscuro, una vez que entran al río para desovar, empiezan a sufrir una verdadera transformación, sus cabezas se tornan de color verde, sus mandíbulas se deforman y sus cuerpos se tornan colorados con una gran joroba. Impresiona al agarrarlos, lo robustos que son. Claro que este gran estado lo adquieren luego de esquivar los ataques de orcas y lobos marinos que los acechan en el mar, luego de ello se sabe que remontan hasta 600 kilómetros de río para desovar y luego morir.
 
A la mañana siguiente, nos dirigíamos a Vancouver y de pasada decidimos hacer un par de horas de pesca en el Squamish river en busca de algunos Coho que estuviesen empezando a entrar al río. No tuve suerte, aunque sé que salmones había ya que estando tan cerca del mar, detrás de los salmones entran los lobos marinos siguiendo su comida. Valió la pena castear mientras me divertía viendo estos lobos marinos patrullar de un lado a otro del río. Creo, en definitiva, que quienes pescamos lo hacemos en gran medida porque gozamos de los espectaculares escenarios que rodean nuestras pescas.
 
Siguiendo las recomendaciones de algunos fly-shops locales, decidimos modificar el recorrido y dirigirnos a la localidad de Campbell River, al norte de Victoria Island. Así es que, Ferry de por medio, unos días más tarde estábamos allí.
 
Llegamos a Campbell River por la tarde, bajo un cielo gris plomo que amenazaba con empezar a chispear. Aprovechamos entonces para hacer una vuelta de reconocimiento por el río, sin resultados en mi favor.
 
Decidí volver al día siguiente, previa consulta a un flyshop local sobre moscas y otras cuestiones. Había cambiado el tiempo, el cielo despejado y un sol que nos marcaba que sería un gran día. Una vez en el río, mi suerte empezaba a cambiar. Usando unas moscas brillantes de perfil ultra delgado empecé a irritar a los intolerantes pink salmon, quienes no dudaban en hacer finas pasadas a toda velocidad y de vez en cuando mordisqueaban mi mosca.
 
Luego de almorzar en una estación de servicio cercana, volví al río. Esta vez empezamos por curiosear otro tramo del río donde me encontré con pescadores locales. Ninguno pescaba con mosca, sino que usaban una suerte de caña de spinning con una plomada en la punta y detrás de ella un chicote de nylon con una mosca liviana. La técnica consistía en hacer rebotar la plomada por el fondo del río y lograr que la mosca se pasara justo por delante de los ojos de algún King.
 
Unos metros aguas arriba había un puente, así es que no pude resistir la tentación de ir hasta ahí y dar un vistazo. El sol pegaba plano en la superficie generando un molesto reflejo. Al asomarme al puente, a través de mis anteojos polarizados, empecé a ver verdaderos “submarinos” que a simple vista parecían superar holgadamente los 15kg. Era cierto, tal cual me había comentado quien atendía el flyshop “los chinooks están entrando desde el mar”. Empecé a preocuparme por mi sage xp #8, me di cuenta que me faltaba equipo. Esa tremenda masa con solo aplicarla contra la gran corriente del Campbell river sería suficiente para escuchar el freno del reel sin parar hasta terminar en una catástrofe para alguna parte de mí equipo, estaba dispuesto a correr ese riesgo!
 
Vuelvo hacia donde estaban los pescadores y uno de ellos me cuenta que el día anterior habían sacado con spinning un chinook de unos 30kg (lo primero que pensé que por más que tuviese iva, ingresos brutos y otras cuestiones, era grande en serio). Otro de ellos nos cuenta que su hijo había clavado uno y lo había seguido una milla y media rio abajo saltando por las resbaladizas piedras de la costa, y tras mucho esfuerzo nunca pudo sacarlo.
 
Escuchando todos esos cuentos, de repente, uno de los pescadores que estaba pescando al otro lado del río clavo uno. La caña que utilizaba era cortita con un butt tremendamente fuerte, y el nylon a la distancia se podía observar lo grueso que era. Los cañazos para frenarlo en su corrida río abajo eran importantes. Entre tanta pelea, me dio tiempo a arrimarme y llegar a tenerlo cerca. Ni bien pude verlo, me quede helado! Se veía realmente grande en contraste con el azul de la profundidad del río. El pescador seguía peleando después de un rato, y no lo sacaba de la corriente. No se me ocurrió mejor idea que comentarle que lo sacará de ahí, y lo único que conseguí fue una mirada indicándome que el era el local y sabía cómo sacar ese tremendo bicho del agua. Minutos después entre tanto cañazo, terminó cortando con un gran estallido del nylon.
Según pude constatar en algunas bibliografías, este tipo de salmónidos cuando están en el mar son completamente plateados con su lomo azulado y una vez que entran al río empiezan a  tomar una coloración marrón, con algún parecido a nuestras queridas truchas marrones de la Patagonia. En un registro que se lleva en un flyshop cercano, en un pizarrón donde se registran las capturas hechas en trolling en el mar, pude ver anotadas varias de 20 a 35 kgs. Aunque comercialmente hay registros de estos salmones de más de 50 kgs.
 
Luego de tal espectáculo, y viendo que habían varios pescadores, decidimos volver al sector de río que habíamos estado por la mañana. Llegamos al río con todo listo, ya que afortunadamente había armado mi equipo junto al auto. Después de caminar una corta senda, miro el río y mi cara empezó a transformarse, había un cardumen de unos diez salmones Coho, que iban y venían corriendo a los pink. No podía creerlo, hago un cast corto colocando mi pink bugger con ojos de plomo en la zona donde merodeaba el cardumen y ni bien hice el primer strip, uno de los salmones se salió de la línea y vino como un misil. Lo vi tomar y ahí nomás se dio la vuelta y empezó una fiesta interminable de atléticos saltos y corridas. Sin lugar a dudas, una gran especie, que solo me regalo una oportunidad. Luego de eso desaparecieron.
 
Seguí pescando por la tarde con piques raleados de pinks salmons que no superaban los 2 kilos, que fueron interrumpidos por el aviso de un canadiense desde el lado de enfrente del río “hey guys, there is a black bear rigth behind you” (hey muchachos, tienen un oso negro detrás de ustedes), automáticamente me corrió un escalofrío por la espalda, no podíamos verlo pero estaría detrás de la línea de árboles que estaba más arriba de donde nos encontrábamos. Estaba listo para tirarme al agua, mientras que mi padre estaba en posición de guardia con el tubo de mi caña, algo que me valió unas cuantas gastadas.
 
Luego de este episodio, mi cabeza seguía pensando en los Kings que había visto aguas abajo más temprano. Me quedaban tres horas hasta que se fuera la luz, y al día siguiente teníamos que pegar la vuelta. Decidí entonces ir en busca de esos tremendos submarinos.
 
Llego y por fortuna, todos los pescadores se habían ido. Armé mi equipo nuevamente, y me metí en el agua sin waders ya que no había ido a un viaje de pesca, no me importaba nada, solo quería pinchar uno de esos bichos.
 
Empecé a castear con un shooting taper de 400 grains, hundimiento fast IV, había que bajar rápido. Hice varios cast con una mosca naranja y no paso nada. Me cansé y cambie por una violeta de la familia de las woolly bugger. En el primer tiro siento que la línea se frena, ahí nomás sentí los cabezazos, y una emoción enorme empezó a correr dentro mío. Sin darme mucho tiempo a nada, empezó una corrida aguas abajo que terminó con un gran salto fuera del agua. Lo habré visto a unos 25 metros y lo vi muy grande, por lo menos lo más grande que alguna vez había tenido en una caña de mosca. En ese mismo salto soltó la mosca. En seguida después de superar la pérdida, se prendió el segundo que en un segundo se ocupo de pasar mi leader por unas piedras y desaparecer en la corriente….estaba claro son King Salmón! Tienen bien ganado su nombre. Pero esos segundos fueron mágicos, el cierre de un gran viaje, que me invitaban a volver a ese gran país, lleno de lagos y ríos, donde nuestros sueños de pescadores se imaginan las capturas más espectaculares.