Si hay algo que nos identifica a los pescadores con mosca es una inquietante búsqueda de conocimiento y un profundo afán por aquellos lugares de naturaleza exuberante. Un cocktail embriagador que nos tiene todo el día alucinando con nuestro próximo destino. No nos basta con estar cómodos y pescar en nuestra agüita, tenemos que aventurarnos a explorar otras tierras sin importar demasiado los resultados en números pues la experiencia adquirida será nuestro premio. Esa búsqueda por alcanzar nuevos horizontes de pesca fue la que hoy me llevó junto a un gran amigo, Lionel Machado de Ushuaia, a transitar uno de los rincones tan distantes como afamados del mundo, la Isla Sur de Nueva Zelanda.

El comienzo

Gran parte del éxito de este viaje se lo debemos a Nicolas Schwint de fly dreamers, esta maravillosa web social que nos permite conectarnos con guías y pescadores de todo el mundo para intercambiar experiencias y conocimientos. El me presentó a Nick Reygaert, uno de los filmmakers de  pesca con mosca más valorados de la industria y que reside en tan envidiado lugar. Para quienes no lo conocen, Nick es el director de Gin-Clear Media, títulos como Leviathan, Predator, Hatch, The Source, Backcountry North y South Island son algunos de sus más destacados trabajos, además es el  fundador del festival de cine de pesca con mosca RISE que tuvo cita el año pasado en nuestro país de la mano de Fly dreamers.

Durante unos meses nos  escribimos y en noviembre cuando vino a filmar al Strobel me encontré con él, ahí le hablé de mi anhelo por conocer NZ pero con tantos ríos y ambientes sabía que no debía ser sencillo pescar tan vasto territorio, me preguntó si sólo buscaba ir a pescar o prefería ir tras una world-class, sin dudar me incliné por la segunda opción y su respuesta fue fines de febrero pero  había algo que tenía que saber, no son fáciles de seducir, los ríos están más bajos en ese momento y la presión de pesca se hace sentir. Allí me apuntó los sitios donde podía encontrar mi trofeo y como si este dato fuera poco, también me invitó a pescar. Era una oportunidad única, no la podía dejar pasar, el tiempo apremiaba y tal hazaña merecía ser compartida con un amigo igual de apasionado. Cuando lo hablé a Lionel ni lo dudó, se entusiasmó tanto como yo y rápidamente nos pusimos a estudiar el viaje.

Organizándonos

En Nueva Zelanda todo está adaptado para el camper tourism y con 14 Parques Nacionales de los cuales 10 se encuentran en la isla sur, hay tanto para ver y explorar que la mejor opción es un motorhome o camper van. Como no sabíamos cuándo podríamos regresar de nuevo, decidimos que lo mejor sería recorrer la isla pescando los ríos que Nick nos marcó en cada región y así también conoceríamos todo tipo de ambientes y geografías, pero al igual que en Europa y Norte América, en Nueva Zelanda todo termina y cierra temprano, a las 17 hs ya no encuentras nada abierto, a las 18 hs se cena religiosamente y cuidado con entusiasmarte en el río porque si no te chequeas antes de las 19 hs en un camping, no te reciben y si bien hay muchos a lo largo de la isla, las distancias entre ellos son agobiantes (no es como acá que me tiro a un costado y duermo a donde se me canta); en un país tan pro medioambiente como éste, o green country como se dice, hay controles y existen estrictas normas y códigos de convivencia, si tu vehículo cuenta con baño como los motorhome, podrás ir a todo tipo de camping pero si no lo tiene como los camper van o los autos verás tus accesos más limitados, de todos modos como es el primer mundo, en algunos lados podemos encontrar los camping del DOC (Department of Conservation) que sólo cuentan con un área de aparcamiento y un baño público, en ellos sólo podrás pernoctar y dejar una colaboración a voluntad antes de seguir viaje, y si bien un guarda fauna pasa una o dos veces por día, no hay nadie permanente allí para cuidar, de todas maneras créanme que no se ve ni una colilla de cigarrillos en el piso y todos dejan su donación.

La Sur es la más deshabitada de las dos islas, tan así que es común recorrer más de 100 km para ir de un pueblo a otro. Teniendo en cuenta estos detalles, desde un primer momento tuvimos que organizarnos para aprovisionarnos de mercadería y ver dónde y cuándo pararíamos cada día a fin de que estos horarios, sumados a las distancias, reduzcan lo menos posible nuestras horas de pesca.

Un largo viaje

Son las 7 am, llevamos 15 hs de vuelo y unas cuantas más de escalas, todavía nos queda otro tramo hasta Queenstown, la capital mundial de los deportes extremos, y aunque ya estamos en NZ, la ansiedad por llegar y el jet lag nonos dejan ver que ya comenzamos a vivir este sueño. Nick nos espera en el río pero las exigencias del aeropuerto de Auckland nos retrasan aún más y perdemos el vuelo. No contábamos con que fuesen tan estrictos y nos desvalijen para desinfectar todos nuestros equipos (igual que acá). 2 hs. más tarde sobrevolamos los Alpes del Sur, de un lado la húmeda y frondosa West Coast, del otro los grandes lagos de la región de Otago. El descenso comienza y nos aproximamos a uno de los aeropuertos top 10 con los aterrizajes más espectaculares del mundo. Atrás quedaron los glaciares, abajo los arroyos ya se hicieron ríos en el valle; mientras tanto, el avión se cuela a través de alzadas colinas alfombradas por incontables ovejas antes de detenerse finalmente frente al Wakatipu Lake. Empeñados en llegar, rápidamente subimos al camper y hacemos 120 km más de carretera hacia el sur hasta Mossburn, el punto de partida de esta aventura, pero lamentablemente el día ya está perdido aun siendo tan sólo las 4 de la tarde.

El debut

Al día siguiente, Nick tenía compromisos así que debimos valernos por nuestra cuenta. Acceder al río no fue difícil, todos tienen accesos públicos en distintos tramos ya que las granjas (en Argentina serían las estancias) le seden un paso a Fish & Game para los pescadores y están identificados con un cartel en su entrada con la reglamentación correspondiente. Todo es público, nada es privado, hasta los guías guían en las mismas aguas e incluso podes pescar frente a un lodge, la diferencia está en que hay áreas de fácil acceso y otras que son más remotas y desconocidas, a su vez hay ríos en los que conviven spinning y fly en total armonía.

Mientras que en la Isla Norte reinan las arco iris, la inhóspita Isla Sur es mundialmente reconocida por su pesca de grandes marrones que con frecuencia alcanzan los dos dígitos de peso, usando tan sólo secas o ninfas, todo a pez visto y en un marco de ensueño.

El Oreti es uno de los más importantes en la región de Southland, un río de llanura que se desplaza por tierras de labranza formando largas correderas que toman profundidad en las curvas y crean altos bancos en sus márgenes, la grava de su lecho ondula permanentemente la superficie, la vegetación es pobre y el viento incesante. No posee una gran población de truchas aunque todas son grandes y si bien la cristalinidad es absoluta, la turbulencia no te permite distinguirlas con claridad por lo que en un primer momento recurrimos a nuestros principios y comenzamos pescando río arriba y a ciegas, un método que al próximo día ya entenderíamos que es en vano.

Nuestro debut no resultó como esperábamos, caminamos varios km sin respuestas excepto por un particular tronco cerca de la orilla que luego de observar detenidamente comprendimos que se trataba de una trucha descomunal. Tratando de permanecer en nuestros cabales nos aprontamos a presentarle unas moscas. Dos tiros bien puestos con una y cambiamos por otra pero a la tercera no dio más chances y se dejó llevar por la corriente. Atónitos frente a ese pescado maldecíamos y nos preguntábamos que hicimos mal pero más tarde descubriríamos que este tipo de situaciones por suerte serían frecuentes, lo que no sabíamos es que la indiferencia también.

Un día memorable

Nick acomodó su agenda y se hizo una jornada más para llevarnos a pescar, su idea era regresar al Oreti donde hay 10 truchas por km que rondan entre 4 y 6 kg de las cuales nosotros sólo vimos una en un día de caminata, pero el clima se presentaba nublado y sumamente ventoso, y a diferencia de acá, un día así allá se vuelve tu enemigo. Esto es porque la pesca es totalmente visual, no por capricho, sino porque las truchas se alimentan mayormente en aguas bajas y no sólo hay que analizar su comportamiento para ver cómo y qué están comiendo sino también para diagramar una estrategia a fin de ser certero con el tiro, por otro lado, la fisonomía de la mayoría de los ríos te lo permite y además no hay nada más exquisito que pescar a pez visto.

Entre tanto, debimos recurrir a un afluente de aguas poco profundas que atravesaba una granja. Río abajo, la cantidad de sauces en su lecho desaceleraba la corriente, estancando el agua y formando extensos flats entre los matorrales. Aprovechando la densa vegetación nos asomábamos en busca de algún movimiento o silueta que las delate. Al ver que desmesuradas truchas para tan escueto espacio patrullaban el follaje seleccionando diminutos willow grubs (gusanitos del sauce) nos inclinamos por equipos Nº 5 de acción media con leaders de 12´ terminados en 5X de Máxima Chameleon para esfumarlo mejor en el agua tánica. En un ambiente muy apretado Nick nos dio una clase magistral de Bow Cast (tiro de arco accionando la caña al tensar el leader con la mano) pero aun ante una presentación etérea, las truchas resultaron indiferentes; emulamos esta técnica en otro sector pero no llamábamos más que su curiosidad. Después de ésto, nuestro mentor hizo algo que  abriría nuestras cabezas y nos volvería más flexibles a la hora de afrontar una trucha selectiva ; sacó de su mochila un porta bobina, hilo amarillo, anzuelitos del 22, dividió la gomita de los gusanitos y con la mano ató otros, dos veces más chicos. Anonadados, no podíamos creer el nivel de dedicación y exigencia que  debes superar si realmente deseas alcanzar el éxito en este lugar. Necesitamos de un 6X para enhebrar el ojal de aquella improvisada mosca e imploramos que llegue al agua eludiendo hasta  el más mínimo roce. Nuestro gurú se escabulló entre la maleza y presentó con absoluta naturalidad el gusanito a una trucha que esta vez no lo dudó aunque tomó con una sutileza como si en realidad hubiese querido besarlo. La contienda duró un largo rato pero finalmente la ganó ella tras plantarse entre unas algas, de todos modos lo celebramos pues el propósito había sido alcanzado.

Río arriba, el paisaje era más descampado lo que nos permitía castear cómodamente pero el viento insistente desordenaba la superficie y las presentaciones. De lejos podíamos divisar los rise pero al llegar a los pool no sucedía lo mismo con las truchas y Nick no te dejaba hacer ni un tiro intuyendo ya que un cast imperfecto condiciona la diferencia entre seguir con las manos mojadas o secas. Las aguas bajas y quietas sensibilizaban el ambiente demandando leaderes más largos y finos que en situaciones superaron los 18´. Nunca me podré borrar la frustrante  imagen de dos marrones comiendo en 20 cm de agua sobre una playa de cantos rodados con sus aletas afuera como si fuesen un par de bonefish haciendo tailing y siendo totalmente apáticas a cuantas imitaciones les ofrecía. Finalmente, luego de un largo día de  desafíos y aprendizajes logramos dos truchas que por demás de su tamaño valoramos el reto y la tenacidad impuesta. Así concluimos un día de la compañía de un instructor de lujo que con la calidez y hospitalidad que caracteriza a la Kiwi People nos fue transmitiendo toda su experiencia a fin de que pasemos un día inolvidable y dotarnos de las herramientas necesarias para afrontar el resto del viaje.

Camino al norte

Debíamos continuar por más que nos pese no poder reintentar en el Oreti pero el tiempo y las distancias apremiaban y el clima no lo justificaba. Nuestra siguiente parada sería Omarama a 270 km hacia el norte en la región de Otago, donde nos esperaba el valle del Ahuriri coronado por los prístinos Alpes del Sur, Escenario del Señor de Los Anillos,pero un pronóstico de 3 días de lluvia y vientos fuertes prácticamente nos corría del lugar, uno de los más prometedores y pintorescos pesqueros de la región central debía ser sacrificado a causa del mal tiempo; una vez más el clima nos demostraba que es él quien gobierna y resuelve cuando se pesca en South Island y a partir de ese instante comprendimos que quedábamos totalmente a su merced para planificar el resto de las jornadas.

Muy a nuestro pesar debimos sacrificar este paraje y seguir rumbo hacia otro de los puntos calientes del viaje, el Lewis Pass, la vía de conexión entre North Canterbury y la West Coast. Allí en un marco de montañas abrigadas por inalterados bosques de beeches (hayas) nacen varios ríos que escurriendo entre laderas de piedra bola forman correderas y poquets en sus tramos altos, mientras que aguas abajo ganan profundidad en el terreno llano, dando así refugio a las truchas más grandes de la isla y una de las pescas con mayor logística que pudimos experimentar.

Los ríos por esta latitud son muy diferentes tanto a los nuestros como a los del sur de esta isla. Buscar una trucha a pez visto en aguas rápidas resulta todo un desafío y si además le sumamos viento y nubes, las condiciones cromáticas se reducen aún más pero hasta una trucha marrón apostada en una corredera cuando supera los 70 cm de longitud pierde mimetismo, aunque el hecho de que muchas veces permanezcan inmutables a las moscas que les ofrezcas realmente confunde a los sentidos. Esta es una situación que pudimos experimentar en reiteradas oportunidades ya que estos peces mayormente pasan su tiempo alimentándose en aguas bajas próximos a la orilla, lejos de la fuerza de la corriente, utilizando el cauce principal sólo como refugio y aunque queden visualmente más expuestas, tentar a una de estas truchas puede resultar una experiencia tan excitante como desmoralizadora a tal punto que llegamos a replantearnos sobre sus signos vitales o nuestras habilidades pesqueras.

Cicada Time

Cada trucha divisada conllevaba una estrategia tanto de aproximación como de técnica a utilizar, mientras que en una caña armábamos un leader de unos 18' con una seca y una ninfa en tandem, en otra atábamos 2 ninfas a un leader de 20', la primera de toungsteno que bajaba rápidamente buscando fondo y la otra sin lastre a fin de que nade libre por detrás. Si la trucha no reaccionaba a ninguno de estos dos estímulos, quien no pescaba era el encargado de armar un nuevo aparejo a su compañero con otras moscas e incluso probando con tippet más fino. Esas fueron las sugerencias pero adaptarse a este inusual sistema no fue nada sencillo. Era un trabajo en equipo y cada situación requería de la predisposición de ambos. Confieso que ver 80 cm de trucha en 50 cm de agua estremecen a cualquiera pero cuando las tienes cada 100 m te relajas y concentras todos tus sentidos en lo que debes hacer y no en el pez en sí. Entre tanto caminar, el río principal por el que veníamos se abre en dos brazos, uno de ellos, el Boyle, a pocos metros de esta confluencia se adentra en la profundidad de un húmedo y denso bosque de hayas (Notholagus spp.), las mismas que cada 3 a 5 años florecen y producen grandes cantidades de semillas, desatando uno de los fenómenos más esperados por  los pescadores y las truchas, la plaga de ratones. Acercándonos a la entrada de este nuevo escenario el canto de las cicadas era ensordecedor, en ese momento recordé todo lo leído acerca de este particular insecto y los vídeos que mostraban cuan espectacular era pescar con ellas. Sin nada que perder desarmé una vez más el leader y puse una cicada del #10 que había atado entre tantas por si acaso, acorté el leader a 15' y lo terminé en 4X dado el tamaño de la mosca y a que debía pescarla al golpe ya que cuando caen lo hacen de manera torpe y pesada. A medida que avanzábamos el paso se estrechaba y el vadeo debía continuar por el agua. Los árboles que yacían en la vera del rio, más que obstaculizar, ornamentaban la atmósfera; en lo alto las verdosas ramas se entrelazaban coloreando la luz del sol y dándole así un tono esmeralda al agua.  Al sortear una gran roca en medio del río quedamos donados detrás de una gran marrón que se la veía muy activa a media agua. No podíamos intentar nada extraño desde esa posición, estábamos tan solo a unos 6 m de ella, cualquier movimiento en falso nos delataría y se esfumaría, al quedar al frente arriesgué mi chance con la cicada; un tiro pasado para que la vea venir y nada, otro medio separado pero haciendo ruido para llamar su atención y tampoco; seguía muy atenta a lo q le pasaba por su rostro, tercer tiro más adentro de su campo de visión y en una suerte de tirabuzón en cámara lenta emerge para tomar con la sutileza con la que una mariposa bebe su néctar. La trucha inmediatamente corrió a su guaridamientras que yo abanicaba la One 6 buscando un ángulo que amenice la tensión impuesta desde allí adentro, al salir quedamos a escasos metros de distancia, hice un intento por tomar el copo pero arrimarla en la corriente con el leader era una maniobra muy arriesgada, entonces  Lionel con un rápido movimiento logra encestarla y por fin dejo salir esa adrenalina y emoción que llevaba enfrascada. El pez más hermoso que toqué en mi vida logrado con una de las técnicas más exquisitas; fue un momento hermoso, de los más gratificantes de mi vida.

El premio a la perseverancia 

El viaje entraba en su recta final, teníamos un día más y éste anunciaba un cielo limpio y temperatura agradable, era una gran oportunidad y debíamos aprovecharla bien pero caía domingo y los ríos se concurrieron desde temprano, sin embargo nosotros teníamos un az bajo la manga, un distante puesto de montaña en el Upper Hope, un remoto paraje al que se llega luego de 3 hs de caminata al cruzar una montaña o bien a 10 min de helicóptero, lógicamente luego de caminar como peregrinos llegamos a ese idílico refugio de senderistas. Premiados por el esfuerzo, el río nos aguardaba sin compañías y como si recién comenzara el día nos pusimos a explorar su terreno. Creíamos haber visto truchas grandes en lo que llevábamos de viaje pero las de este lugar resultaron incomparables con las anteriormente vistas, en algunas podías deducir que el tamaño de su pedúnculo no cabría en tu mano, para los que no estamos acostumbrados a ver estos ejemplares de acuario la realidad invitaba a apreciar por un rato la belleza que ostenta tan desarrollado pez, resultando inevitable pensar en los notables frutos que se obtienen cuando un recurso es bien respetado.

Las situaciones no serían muy diferentes a las ya vividas, las truchas seguían siendo bastante esquivas a nuestros engaños, salvo por un pique fallido y un corte que hasta el día de hoy lamento; fueron muchas moscas las que probamos pero aun con el ánimo quebrado y los pies ampollados debíamos seguir intentando. En eso, una sobresaliente marrón acechaba su almuerzo pegada a las piedras de una desmoronada barranca, Lio la ve desde lo alto y bajó por detrás con sumo cuidado, esta vez redujo su artilugio a lo más básico, sin indicador, sin tandem, una simple y pequeña ninfa del 18 atada irracionalmente a un 5X. En primera fila yo observaba todo desde arriba. Su oscuro aspecto y su cabeza alargada y puntiaguda revelaban que se trataba de un macho.  El rio era muy amplio, no así el estrecho punto por donde debía pasar el proyecto de alimento. Lio acechaba la trucha de su vida pero antes debía renegar con la línea y el viento. Finalmente el interminable leader se extiende y la trucha toma la minúscula mosca con la velocidad de un imperceptible parpadeo, el show comienza, el exaltado rival se larga rio abajo entre salto y salto mientras que Lio acaba por las piedras, ambos forcejean pero el pescador lo hace con más prudencia, sabe que tanto el nylon como el alambre no condicen con el ímpetu de ese animal. Ya en aguas calmas definimos la pelea a nuestro gusto al ser yo quien en esta oportunidad le devuelva el favor a mi compañero. El hombre estaba en lo cierto, el sospechado anzuelo había sido abierto, su buena muñeca fue la que mantuvo prendido al pez hasta último momento. La alegría de Lio? para eso sí que no tengo palabras.

Reflexión

El viaje llegaba a su fin y con estos trofeos ya nos podíamos dar por hechos. Atravesamos un océano, aprendimos palabras en Maorí y caminamos por tierras de Hobbits para ir en busca de una trucha más que conocida en nuestro suelo pero con una modalidad muy diferente a la que aquí utilizamos. Prácticamente sin guía, tan sólo con algunos consejos nos aventuramos a persuadir un pez que considerábamos predecible y por el contrario nos hizo aprender más sobre nuestras limitaciones de lo que creíamos saber de él. A partir de ahora encaramos al rio y cada situación que se nos presente con otros ojos, hoy somos más aprehensivos a lo que nos dice la conducta de un pez actuando con razón y dejando el presentimiento de lado.

Nueva Zelanda fue muy generosa y nos ha enseñado mucho acerca de su pesca, como observar  con detenimiento lo que nos dice el río y que las grandes marrones no siempre pretenden grandes bocados pero sobretodo la importancia de valorar los recursos naturales si pretendemos seguir disfrutando de estas pequeñas cosas.

Hoy regreso de la capital mundial del Sight Fishing donde la mayoría de los ríos que visitamos han sido declarados WCO (Water conservation Order) el más alto nivel de protección que se le puede brindar a un cuerpo de agua para garantizar la preservación de sus características naturales,  y pienso en el compromiso con el que se respeta y entiendo por qué aunque pasen los años y las poblaciones resulten inevitables estos ambientes y sus truchas permanecerán inalterables; luego miro a mi tierra, tan exuberante y prometedora, con similares condiciones puede ofrecer igual o más posibilidades pero ni siquiera la madre naturaleza hoy puede obrar por su cuenta en un mundo constantemente alterado por la mano del hombre, por ello anhelo que en un futuro cercano estos modelos se tengan en cuenta, no sólo por el bien de las truchas y la práctica de un deporte, sino por toda la vida silvestre, el ecosistema y lo que representa el aire libre para las generaciones venideras.

Agradecimientos:

A Nicolás Schwint por confiar en mí y ponerme en contacto con tan destacado referente; a Luis San Miguel, Hernán Esporas y Esteban Psenda que me brindaron equipamiento para que no me falte nada; a Nick Reygaert que nos enseñó los detalles de esta pesca y nos puso en los lugares indicados, y en especial a Lionel Machado, gran guía, fotógrafo y amigo que me siguió en esta loca aventura y sin él no hubiera sido lo mismo.

fotografías:

Lionel machado, Machado Outdoor Films & Photos.

Video:

https://www.youtube.com/watch?v=VIjtheG2Z1U