Cae la tarde y la naturaleza en conjunto se prepara para afrontar los misterios de la noche. El concierto de las ranas merece una grabación. Dos cigüeñas vuelan bajo pasando sobre mi humanidad sumergida en el agua hasta la cintura. Llegué al claro entre los juncos hace unos minutos y todavía estudio el entorno. El instinto ancestral de cazador me mantiene alerta. A medida que la luz se desvanece el oído pasa a tomar comando de mis acciones. Una explosión acuática en medio del claro deja en evidencia a mi rival. El popper de ciervo cae cerca de la zona de conflicto y desaparece al instante en una escena más acústica que visual. El resto es una combinación de fuerza bruta y astucia por parte de la tararira y alma plena por la mía.

La tararira (Hoplias malabaricus) es el pez que muchos mosqueros tenemos cerca. Un pez al que pocos le dedican tiempo especifico. No es una práctica para la temporada truchera sino una especie que demanda técnicas muy puntuales en cada momento de la temporada.

La temporada puede extenderse desde Octubre hasta Mayo, según las condiciones climáticas.

Mi zona habitual comprende las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos. Históricamente los lugares fueron las lagunas de la cuenca del Salado así como las de Bragado y aledaños. En tiempos recientes mi hogar, el partido de Capitán Sarmiento, mostró una pesca interesante aunque me costo encontrarle la vuelta. También pesco asiduamente la zona del delta de las Lechiguanas.

Reducir la pesca de malabaricus a bartolear un popper durante el verano seria un error. Es una especie compleja, con actitudes aún no comprendidas. La situación grabada en el inconciente colectivo es pescar tarariras con poppers lo más grandes y bochincheros posibles. En numerosos momentos a lo largo de la temporada las tarariras suelen reaccionar espectacularmente ante una de estas moscas. El popper puede mover un pez desde varios metros de distancia que llegara para abalanzarse sobre el mismo. Esto es espectacular, pero existen otras formas, pudiendo tener piques en situaciones que de otra manera implicarían un sapo seguro y culpar a la luna u otra causa.

En muchos ambientes las grandes han masticado todo tipo de engaños. El pescador atento habrá notado que algo seguía su mosca preferida pero pegaba la vuelta sin tomarla. Es un pez con memoria y astuto. Me ha pasado el ir a un lugar a sabiendas que estaba minado de tarariras y no tocar una.

A principios de temporada hay rachas de varios días con temperaturas por encima de los 24-25 grados. Allí las tarariras se mueven hacia lugares bajos, al punto de quedar con parte del cuerpo expuesta fuera del agua. Ubicarlas implica recorrer el ambiente. El mejor momento es al mediodía, cuando las encontraremos estáticas asoleándose. Esos peces no están alimentándose y tampoco desovando. Buscan elevar su temperatura corporal para ahorrar energía acumulada en forma de reservas de grasa. Son momentos donde hay que molestarlas mucho para hacerlas tomar. El diseño de las moscas debe orientarse hacia patrones que hundan y naden invertidos para no enganchar en el fondo. Los patterns tipo clouser minnow son una buena base, no siendo necesario que sean grandes.

Es importante acercarse lo más posible al objetivo y observar su reacción postural. Partiendo de un pez inmóvil, cuando comienza a enojarse mueve las aletas. Luego arquea ligeramente el cuerpo y se eleva en la columna de agua, en caso de estar en el fondo despega del mismo. Hay que asegurarse que haya tomado la mosca antes de clavar con la mano de la línea, sin levantar la caña. Si pretendemos clavar con la caña esta absorberá buena parte de la energía malogrando la toma del anzuelo.

Durante la tarde podemos encontrar alguna patrullando. Otra creencia común es que la tararira es un cazador exclusivamente de emboscada. Tanto en arroyos como en lagunas durante la siesta y hacia la tarde dejan sus apostaderos y recorren el ambiente nadando lento, como suspendidas, en búsqueda de comida.  

En el principio de temporada frente a un pez con esta actitud lo mejor es presentar un popper o slider de pelo de ciervo en su camino. Un following de varios metros puede anteceder la sutil tomada, propia de una trucha arco iris comiendo mayflies chiquitas. A veces interrumpe el ataque, retrocediendo un poco y quedando a la espera. No se trata de un rechazo hacia la mosca sino que la temperatura del agua en superficie no es uniforme, al encontrarse con agua más fría simplemente la evade. Vuelve al agua templada y allí toma la mosca sin problemas. Esto no ocurre en verano y otoño cuando la tomada es casi al golpe y brutal.

Si bien pescar a pez visto es tremendamente efectivo, otra opción es caminar por la costa para espantarlas y ver el barro que levantan del fondo. Es raro que se alejen mas de unos metros del lugar y en pocos minutos vuelven a tener buena actitud hacia las plumas.

Cuando una de las gordas rechaza la mosca, un cambio radical de silueta puede provocarla. Por ejemplo; estamos pescando con una imitación de rata y sube pero no llegamos a clavarla o rechaza la mosca a último momento. Luego de interminables minutos sin noticias pasamos un streamer mediano por la zona de gol y al primer tiro toma ese torpedo, sujetamos la línea como podemos y de golpe salta entera fuera del agua, se arquea antes de vencer nuevamente la tensión superficial…adrenalina de la buena.

El uso de streamers es fundamental para lograr consistencia con las grandes. Durante el último par de temporadas debo haber sacado menos de la cuarta parte de las buenas con moscas de superficie. Basta razonar que los streamers imitan peces, principal alimento de esta especie en la mayoría de los ambientes. El tamaño de los mismos puede ir desde los 5 a 12 cm en el modelo que se les antoje. Mi selección básica pasa por la woolly bugger con ojos de plomo, una marabou muddler, un deceiver, la clouser y un streamer tipo doradero con cabeza Muddler y ojos de cadena. Con esto cubro varias siluetas y velocidades de hundimiento.

La última enorme tomó un streamer rosa y negro luego de haber visto todo tipo de engendros de superficie por más de media hora. Ni bien llegue a la bahía vi varias grandes suspendidas en superficie, se movían como retozando. Al primer tiro clave una con un popper y el resto desapareció. Con mis dos amigos batimos todo el lugar pero al armar lío se arrimaron las chiquitas. Cambie al streamer, lo deje hundir y lo traje despacito con el reel. No creo que haya recorrido más de medio metro antes de ser engullido.

Cualquier equipo sirve, lo importante es que podamos darle un uso abusivo y lanzar razonablemente. Solo hace falta una línea de flote. El leader con un largo no mayor a 2 metros se compone de un tramo de nylon entre el 0,70 y 0,50 mm unido loop to loop a un tippet no menor a 0,40. Muchas veces cuando la tararira busca refugio en obstáculos, como palos o debajo de cobertura vegetal, es necesario un nylon fuerte que permita jalar. Siendo las moscas poco aerodinámicas, un tippet importante hace su traslado en el aire fácil y hasta elegante. Es importante colocar un terminal de acero corto para evitar el corte con los dientes. Personalmente, cuando hago pescas cerca de casa utilizo solo nylon grueso sin cable, lo cambio cuando se mella y no he tenido problemas.

Aunque lo ideal es varar la tararira y tomarla suavemente por la panza para desengancharla, el uso de un copo o una pinza tipo boga grip es recomendable si el pescador no tiene experiencia. Considero esta opción un mal menor para el pez comparada al maltrato involuntario producto de no saber manejarlo. El boga grip se utiliza para sujetar el pescado por su maxilar inferior, al cual lastimara si lo colgamos en forma vertical. Lo óptimo es sujetar el pescado con el boga dentro del agua y desenganchar la mosca empleando una pinza de punta. Si deseamos tomar fotos podemos levantar la captura con cuidado utilizando las dos manos colocándola en forma horizontal, evitando que se nos caiga. Lo ideal es hacerlo sobre el agua, si cae perderemos la foto pero podremos volver otro día a buscar el mismo pez, y algo más importante aun: permitiremos que otro pescador también lo haga!

Un saludo cordial,

Nicolás Schwint

Artículo publicado en el Magazine Digital Mosquero número 43