Los “locos” que un día formamos, o contribuimos de alguna manera a formar lo que hoy es la Asociación Argentina de Pesca con Mosca, lo hicimos por dos razones: primero, como consecuencia de una convicción real, auténtica y fundamentalmente seria, que no es otra que la de organizar y dar mayor impulso a la actividad a través de una cosa tan agradable como la amistad de todos los que practican la pesca con mosca; y en segundo término, pero no por ello menos importante, teniendo como objetivo básico la necesidad imperiosa de lograr una herramienta lo suficientemente fuerte, apta y bien dimensionada para ser utilizada como elemento canalizador de inquietudes, sugerencias, propuestas de soluciones, en síntesis un mecanismo específicamente destinado a servir la justa y buena causa del proteccionismo, en condiciones óptimas de peticionar ante las autoridades, y apoyar todo aquello que haga el progreso, desarrollo y perfeccionamiento de la pesca con mosca, directa o indirectamente.
Desde la fundación ya pasó algo más de un año.

Básicamente se puede decir que ha cumplido con el objetivo prioritario, tal vez el más difícil y complejo en estos tiempos difíciles: nuclear, reunir, agrupar, gente que pesca con mosca, o que esté empezando, o simplemente que tenga ganas de empezar.

En el cumplimiento de este objetivo prioritario, hay que darle fundamental importancia al grupo de entusiastas que, permanentemente, todos los sábados y domingos del año, están ahí, en Palermo, en la “cocina” hablando, sugiriendo, enseñando, mostrando para que todo el que se acerca con la intención de empezar, o por lo menos averiguar cómo hay que hacer para empezar a pescar con mosca, se vaya bien servido, entusiasmado e interesado.

En síntesis, con total y absoluto sentido amateur, allí se dice a los “nuevos” cómo se hace, por qué se hace, cuándo se hace y a dónde se hace.

Estos señores -atención a esto- son abogados, comerciantes, médicos, ingenieros, industriales, etc., en fin gente que trabaja en otras disciplinas que nada tienen que ver con la pesca. Y son sus ratos de ocio, sus ratos de familia, para que, otros señores, a los cuales no conocían hasta hace un ratito, puedan aprender lo que ellos ya saben. Quiero reiterar algo: ¡¡¡ABSOLUTAMENTE AD-HONOREM!!!

Ahora bien, La Asociación, ni ninguno de sus motores habituales, pretende que por enseñar a tirar la mosca enseña a pescar. Que alguien diga tal cosa, es pretender menoscabar y disminuir una tarea útil, fecunda, como la que realiza ese conjunto humano.

Por nuestra parte, hemos reiterado hasta el cansancio desde estas mismas páginas que para pescar con mosca se necesitan muchas cosas más que tirar. Sin ir más lejos, en nuestro último artículo “racionalizando una pasión” hicimos especial hincapié en varios ítems esclarecedores al respecto.

Nadie, por terco que sea, puede negar que si vamos al sur en busca del salmónido, o hacia Corrientes, Misiones, Salta, Chaco o Formosa en procura del dorado o rumbeamos a las maravillosas lagunas bonaerenses en busca de la tararira (poppers mediante...) o tal vez bajamos el mapa hacia el róbalo, en fin, si vamos a pescar con mosca, a donde vayamos, sabiendo tirar, habiendo aprendido las cosas más importantes, ganaremos tiempo y dinero, porque además de todo, una mañana en Palermo se supone que es más barata que un viaje a cualquiera de esos lugares, ¿no es cierto?

Ahora bien. Todos, el que más y el que menos, tuvieron su maestro. Es que esta cosa, difícilmente se pueda aprender solo, salvo cuando se empieza muy joven, casi un chico, y se tiene además una gran capacidad de interpretación para advertir ya sea la importancia de modificar un movimiento, la relevancia de un detalle, o tal vez la forma de corregir un error que se está cometiendo. Así y todo, este tipo de autodidactas, en su mayoría, progresan con vicios, y estos, a medida que pertenecen en el tiempo, tienden a hacerse incorregibles.

A veces no es todo el curso completo lo que se necesita. Basta el buen consejo, la observación lúcida de alguien con esa condición agregada al saber: la capacidad de transmitir lo que se sabe. 
Y también se aprende mirando a los que saben. No me cansaré de decirlo. Hay un aula en el país para cursos magistrales: la curva del Chimehuin. Allí hay que quedarse horas eternas mirando, y seguro que se aprende!

En ese lugar, mirando a José Evaristo “Bebe” Anchorena, o al Príncipe Charles Radziwill, o a un Eliseo “Gallego” Fernández, aprendí un montón de cosas, del montón que felizmente me faltan por aprender. Y digo felizmente, porque es realmente lindo tener cosas por aprender!!!... si las supiera... cometería la estupidez de creerme sabio... y tal vez me aburriría!

Ahora bien. Hablando. Hablando de los servicios que la Asociación presta, debo aclarar que hay una cosa que la misma no puede enseñar: el ser gente, el saber respetar a los demás, el saber escuchar, el saber... bueno esa serie de cosas que se aprenden de chiquito, en la casa de cada uno...

Pareciera que cuando nos encontramos en cualquier parte del país unos cuantos pescadores con mosca, que no nos conocíamos hasta hace un rato, nos da la impresión de que nos conocemos de todas partes y de hace mucho, tenemos muchas cosas comunes, en síntesis, parece que fuéramos de la misma cofradía, o de la misma logia o amigos hace mucho!!!

Y en seguida corren las invitaciones, abunda la estima, surge generoso el apoyo y la ayuda brota por todas partes. Esto, señores, no se aprende: se lleva adentro.

La observación constructiva. La útil corrección a tiempo. El “dato” sobre la eficacia de un elemento que el otro no tiene o desconoce. O aquello otro de contar donde vieron un pescado enorme. Una observación “nueva”. Facilitar elementos que el otro no tiene. Todo esto forma parte activa de estas cosas tan lindas, tan humanamente positiva que tiene la pesca con mosca, y que, por supuesto que junto a las cosas de la pesca propiamente dicha, son lo que, en una noche primaveral, presintiendo ya el llamado patagónico, me ha hecho titular este artículo con eso de las “Vocaciones Mosqueras”.

Las llamo así, porque de algún modo, integran el todo que nos motiva, que funciona armónicamente al compás del signo positivo de una y cada una de ellas. 

Es por eso, que cuando muy de tanto en tanto, aparece algún personaje, que por desgracia para él, no tiene la facultad natural de apreciar estos valores en su real dimensión, y actuar en consecuencia, o teniéndola la posterga en procura de beneficios materiales, “rebota”. Simplemente, solito, se aparta. Espontáneamente se siente rechazado.

Ante el buen tipo, ante el claro, el llano, el sin vueltas, el que tiende a agruparse por naturaleza, todo se abre, todo es positivo, todo es ayuda, todo es comprensión.

Por supuesto, pruebas a la vista, cuando ese valor positivo se hace parte integral del grupo, él también está en condiciones de recibir, de ayudar, de colaborar con el que viene por vez primera. Ya es “viejo” y por supuesto que actúa como actuaron con él cuando llegó. ¿Que no tiene antigüedad? ¿Que no está capacitado? ¿Que nunca fue al sur? ¿Que todavía no pescó ninguna grande? Pero, ¿quién puede ser tan tonto de preocuparse por esas cosas? Lo que importa es el material humano.

Por supuesto que el que viene, “el nuevo”, tampoco va a pedir que le enseñen los más veteranos, ni hará cuestiones de profesionalidad, ni de antecedentes títulos y trabajos del que viene a darle una mano. No.

Es cuestión de ser humano. Y de vocaciones mosqueras, aún incipientes, o bien ya determinantes.

Bien, el grupo está formado. Irá creciendo, pero está formado ya.

Debe y puede servir a las causas del principio. Debe empezar a hacerlo sin pérdida de tiempo.
Aquel pequeño grupo base: Más los tantos que ingresaron luego, pueden cumplir ahora con el desarrollo total de las vocaciones mosqueras, tanto a las que hacen a la pesca en sí, como a lo más complejo:

Organizarla. Estructurarla. Darle vida y homogeneidad para que pueda seguir creciendo y no muera envuelta en la polución de las aguas.

O en los diques sin escalas de peces.
O en la pesca profesional en aguas cerradas.
O en la carencia de medios de protección.
O en la incomprensión del funcionario responsable del área.
O en la incapacidad supina de los que deben reglamentar y ejercer el deber de gobernar bien para los de ahora y los de mañana.

Mal que les pese a algunos, la Asociación crece. Deberá perder la timidez, para encarar en orden, orgánicamente, la inmensa tarea que tiene por delante, al desarrollar su capacidad latente aún no utilizada debidamente: peticionar ante las autoridades sin gestores oficiosos, sin “amigos” de nadie, de frente, por lo que representa.

A lo largo y a lo ancho del país van sumándose los Clubes, los grupos, las Asociaciones.

En Mendoza, Benito Pérez, Sanmartino, Torres Cortijo, entre otros muchos con todas las vocaciones mosqueras prendidas, hacen su parte. En Mar del Plata (sí, Mardel) las huestes del doctor Balado. 

En Bariloche, los muchachos del Club de Caza y Pesca Nahuel Huapi como Medveded, Antunez, Berdial, Criado y muchos otros cuyos nombres hacen el conjunto de gente que brega porque las cosas se hagan bien, y en función de eso, ya son guardapescas ad-honorem de Río Negro, luchan, pelean, organizan, trabajan.

En Córdoba, la gente de Córdoba Trucha Club que cuidan, enseñan, siembran y ponen carteles indicadores aconsejando por esa y otras vías en bien del proteccionismo (los carteles los pusieron ellos, de su pecunia y por su decisión!!!), en síntesis, trabajando a fondo.

En Chubut, el Club de Pescadores Esquel, que viene de lejos y al recordarlo no puedo dejar de mencionar a los que se fueron, y que tanto hicieron por la pesca: el escribano Las Heras y Augusto de la Vega. Hoy el club Esquel, con la presidencia de personaje de novela, el “Flaco” Giorgia, sigue trabajando por todo esto, con más vocaciones mosqueras que nunca.

Los sanjuaninos, que como Martín Erostarbe, con su casa enfrente de lo de dos José, allá en el Chimehuin, son símbolo y representación de un entusiasmo sensacional.

En fin. Por todos lados, clubes grandes y clubes chicos. De todo. Esto es lo que hay que hacer, y felizmente se está haciendo.

Con el tiempo, bien podría ser 1976 ser el año todos los esfuerzos individuales, sin perder la individualidad por supuesto, deben constituir un todo nacional: LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA DE PESCA CON MOSCA. 

Integrada por Clubes. Todos. Aunque mañana haya más de uno por provincia todos deben estar representados en ella.

Y cuando esté organizada, sin duda los pescadores con mosca tendremos voz más fuerte. Será así, una forma más de satisfacer nuestras vocaciones mosqueras.

Safari se ofrece como núcleo receptor de las primeras inquietudes, un poco como “agrupador” o coordinador, tal vez hasta que el conjunto empiece a marchar. Lo hace, porque ante nuestra inquietud de pescadores amigos, sintió que puede ser útil, como manera de que nadie se sienta más que otro en esta tarea que es de todos. Para que no haya quien se pueda creer líder ni padrino. Para evitar malas interpretaciones de regionalismo, ni ningún otro “ismo”. De vocaciones mosqueras “se trata”.

Se ofrece tanto como para intentar organizar -si como pienso esta primera inquietud tiene éxito- una primera reunión organizadora que prepare las bases para el futuro. Y que esa reunión se haga donde los Clubes quieran.

No solamente los ríos, lagos y lagunas brindan las satisfacciones a nuestras vocaciones mosqueras. 

El ver que cada día hay más mosqueros.

El ver cómo progresan, cómo se agrupan, cómo se respetan.

Y el ver cómo intentamos unirnos alrededor de la pasión común y en el interés común de hacer las cosas bien, en todo el país también satisface vocaciones.

Vamos a ver si sacamos esto adelante.

Es por todos y por el bien de todos.