El 15 de noviembre –atinadamente Parques Nacionales fijó esa fecha prudente y lógica- da comienzo esta nueva temporada de pesca de salmónidos en el maravilloso sur argentino. 

Este año, con nuestra confianza en que las nuevas autoridades, tanto en el orden nacional como provincial, arbitren las normas y las medidas necesarias para que todo el movimiento que genera de por sí el salmónido, entre en sus carriles, con la vigilancia necesaria para combatir el furtivismo y la depredación, con la implacable aplicación de las leyes vigentes, y con la lógica renovación de las que, el tiempo por un lado, y la inflación por el otro (aspecto multas me refiero) han hecho sencillamente nulas y obsoletas.

En Parques sabemos que la acción de una Comisión asesora designada personalmente por Felipe Larriviere, ha hecho valer su presencia evitando algunas autorizaciones de pesca (lugares), fechas y restricciones de actividades bien deportivas, que sin duda hubieran obrado nocivamente. En buena hora haya pesado la cordura. 

Personalmente, este año voy a dedicar, por etapas, mucho más, tiempo al sur que en las últimas temporadas.

Cuando este número de “Safari” esté en la calle -perdón, lector, pero ya le tocará a usted...- quien esto escribe estará en la Boca del Chimehuin en búsqueda de mis primeras emociones allí en el año 1976. Y digo primeras porque en marzo tuve un extraordinario fracaso en el sentido pesquero.

Según las noticias que me llegan, y la propia visión en dos viajes invernales que hice (julio y agosto, a fines), si bien hace diez días ha estado nevando algo, en general se puede decir que hay muy poca nieve en la montaña, los ríos están decididamente bajos, y, la temporada habrá de iniciarse salvo modificación de último momento con buenas perspectivas en los ríos en los primeros meses, pero cuando la misma vaya promediando, debemos creer que la cosa se pondrá difícil, dada la escasez de agua que es lógico prever, de no aparecer como decíamos, cosas raras, como grandes nevazones fuera de estación y mucha lluvia arriba.

Cuando los ríos están bajos (por supuesto que de esto queda lógicamente omitido el Limay por su gran caudal), la trucha, por temor, se mueve mucho menos, se pone tremendamente perceptora de las más mínimas anormalidades y casi hasta pareciera aletargarse allá en el fondo de los pozones, sin duda, buscando por un lado aguas más frías y más tranquilas. 

Cierto que es más cómodo pescar. Los ríos se caminan mejor, se cruzan en cualquier lado, y no hay lugar donde no se puede llegar con la mosca. Pero se pesca sensiblemente menos. Asustadizo, por una parte; y menos interesado en comer por otra, el animal se torna mucho más difícil. Y si bien la dificultad suele incrementar nuestro interés en esta pesca, la ausencia total de pique suele ser hartante...

El ideal se produce cuando hay mucha nieve en las altas cumbres y en las medianas para noviembre, y llueve poco durante el verano.





























De ese modo los ríos tienen el caudal correcto en febrero y marzo, el agua se conserva fría, y al haber buen torrente mejor oxigenada, y como si todo esto fuera poco, al no llover está limpia. Este conjunto de condiciones mejora notablemente las perspectivas del mosquero. 

Ahora estaremos una semana con dos nuevos fanáticos, Carlos López Rey y Jorge García Longo, y a la vuelta, en el próximo “Safari” les cuento cómo nos fue y cómo va la cosa. 

Siguiendo con mi temporada prevista. A fin de año, en familia pero con las truchas, allá en las buenas bocas del Nahuel y caminando un poco el Limay, pasaremos otros diez días, “robados” al tiempo porteño. 

Después grandes proyectos de vacaciones... febrero será dedicado a recorrer lugares poco concurridos, fijando como base de tareas, con salida de varios días a cada lugar, en Bariloche. Entre ellas una ya organizada, Limay, abajo de Estancia Chacabuco.

Y si todavía me dejan mis socios y mis clientes (sí, por favor... ¡son todas escapaditas cortas!...) en Semana Santa “tengo” que ir a Junín.

Todo esto me divertirá mucho todo el verano. Me lo hará más corto sin duda, y no sufriré tanto el calor de esta ciudad horrorosa. Y además me dará material para poder seguir divirtiéndome escribiendo en “Safari” todo 1977... A pesar de usted, amigo... perdón.

Alguno creerá que todo esto sale muy caro y yo debo ser un tipo de plata... no es cierto. Es cuestión de ingenio... de buenas carpas... y de gustarle a uno, no sólo pescar, sino vivir en la intemperie estas cosas y en aquellas soledades profundas, de saber compartir las cosas del campamento de poca gente, de gustar esos amaneceres, de saber sentir adentro el silencio del monte frio en esas noches milagrosas del sur... de saber... bueno... a mi juicio: ¡¡¡saber vivir y nada más!!!

¡Hasta la vuelta y hasta la próxima!