Paso a compartir con Ustedes lo escrito por Jorge Donovan sobre este verdadero lujo de nuestra Patagonia, el río Quillén.

Sirva esto en su homenaje y nuestro recuerdo....

Son las 5 de la tarde, acabamos de levantarnos de la siesta, merecida, esta vez, ya que viajamos toda la noche para llegar a Quillén a eso de las 11 de la mañana. Los amigos y conocidos de la hostería nos informan: la pesca este año está peor que el año pasado, parece que la cantidad de pescadores se ha cuatriplicado, le han dado al río una paliza nunca vista, cucharas, sonares, caimanes, moscas, etc... Han rastreado el río metro a metro, algunos han matado más pescados de los necesarios. A pesar de todo salimos confiados en nuestra habilidad, vamos a probar "El Cementerio", para el lado de la Confluencia. Subimos al auto, cruzamos el puente y estamos otra vez a orillas del Quillén. Creo tener la misma sensación de mi primer día de pesca, allá en el Chimehuín, hace 20 años. Armo mi caña, que es ¨estreno¨. Una Phanton de Hardy de 6 pies, "la joyita", como la bautizó el Bebe Anchorena. Me pongo los waders, una mosca seca 14 y un líder con 4 lbs. en la punta. Empiezo a lanzar, veo flotar mi mosca en un agua perfecta y en un lugar soñado, sólo falta la trucha y ésta se hace desear. Detrás de mí varios pescaditos (truchas) muy chicas, suben a naturales. Pesco todo el pool, no muevo un pescado, paso otro y todavía otro pool más, he sacado 5 ó 6 truchas que ni siquiera mueven el reel. Mientras camino río abajo medito: "Se acabó la pesca!". No puede ser posible, estoy tan abstraído que no me doy cuenta por donde voy. De golpe canta una "Diuca", enseguida oigo al Fío Fío, por sobre mi cabeza pasa una bandada de bandurrias graznando, entonces, recién entonces, reacciono. estoy de nuevo en la Cordillera. Cuántas tardes de invierno, sentado frente al fuego, había soñado despierto con esta caminata. Ahora a través de las suelas de mis waders sentía el mullido césped de la orilla del río, caminaba entre manchones de "minchay", ya sin fruta, la puntera de la caña garabateando entre las ramas. Oigo el ronco grito del tero cordillerano, asustado por ese intruso que osaba invadir su soledad. Entonces grité, grité a todo pulmón de puro contento, estaba una vez más en el lugar más lindo de la Tierra, la Cordillera. Ya no me importó la pesca, volvía a vivir y ser feliz.

El río pagó mi saludo. Al mirarlo con ternura, vi una correderita muy chica que termina en un pozo muy profundo aunque angosto y corto, ahí me cortó una el año pasado. Entré de nuevo al agua, me acerqué, cambié la mosca, puse la misma mosca que el año anterior, al segundo cast reventó la superficie con profusión de colores, desapareció mi mosca, se puso tensa la línea. Se fue al fondo, una intensa vibración de la caña indicó el salto perfecto de plasticidad y color. La caña era un círculo, el reel chillaba como un marrano y la línea que quemaba los dedos sonaba como la melodía de una guitarra. No era grande, tal vez un kilo; si no pesaba un kilo era de "tamaño kilo". Luchamos un rato; y al fin la varé suavemente en la orilla, le saqué el anzuelo, la largué, tal vez hasta el año próximo, así lo espero... Después vino el desencanto, fue la mejor trucha del Quillén. Éramos cuatro pescadores y cuatro o cinco principiantes, pescamos muchas horas por día. Recorríamos prácticamente todo el río y habremos sacado 4 ó 5 pescados de tamaño kilo. Un año antes sacábamos eso en el día, 15 años atrás eso en un par de horas una sola caña. ¿Qué está pasando?, sencillamente, sobrepescado y mal cuidado. No estuvo mejor el Chimehuín ni el Quilquihue esta temporada. Quizá el Malleo sí, pero le estaban dando tanto que no quedará nada ahí tampoco.
Por casualidad me encontré en una estación de servicio de Buenos Aires con un Señor que había estado por esos lados, no lo conocía, ni él me conocía a mí, pero nos pusimos a charlar y me contó que un amigo de él, de Neuquén, le había informado que unos días antes de que él llegara, había sacado en San Ignacio, con carnada, 80 truchas. Cuando yo me indigné, el hombre quedó perplejo, no entendía mi reacción. Entonces le conté cómo fueron esos ríos antes de que la ignorancia de turistas y pescadores (que no son tales) destruyeran lo que fue el paraíso de la pesca deportiva en el mundo.
Yo creo que aún no está todo perdido, pero es necesario una muy intensa campaña, por parte de las Provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut, y por Parque Nacionales, de conservación y control. Así como un plan de educación del turista y de los pescadores. No hay que creer que sólo se destruye la pesca: la fauna, la flora y el paisaje están sufriendo las consecuencias de la falta de educación y de la falta absoluta de respeto de turistas indiferentes e ignorantes. Creo que en cuanto a lo último es necesario educar, en cambio para recuperar los ríos necesitamos medidas drásticas. Hay que clausurar los ríos por zonas durante algunos años para permitir la repoblación natural. Por ejemplo: el Chimehuín debería clausurarse desde la "Garganta del Diablo" hasta el puente de acceso a Junin de los Andes, el Quilquihue totalmente, el Malleo desde "Puesto de Paja" hasta el puente del camino a Pilo Lil. Efectuada esta clausura, estudiar el tiempo de repoblación y crecimiento y así, una vez logrado un buen nivel, clausurar otro tramo y así sucesivamente. Simultáneamente realizar un programa de divulgación intenso, sobre la manera de cuidar la pesca y el río. Hay que abolir el uso de señuelos tipos caimán, el uso de anzuelos triples grandes que lastiman demasiado a los peces, el uso de carnada.
Lograr una colaboración efectiva de pobladores, policía y gendarmería. Con respecto a esto personalmente no tengo ninguna experiencia, pero he oído de algunos pobladores quejas muy fundadas. Se necesitan más guardapescas uniformados (el uniforme infunde respeto). He visto en un Parque Nacional a un funcionario de I.N.T.A. haciendo pesca submarina, tenía 8 ó 10 peces colgados en su cintura. Me informaron (un guardaparques) que en esa provincia estaba permitido. La pesca con anzuelo permite devolver los peces al agua, con arpón se matan sencillamente.
No pensamos cuando iniciamos estos relatos hablar de este problema, las circunstancias nos obligan a hacerlo. Es cierto, queda mucho por pescar, conocemos lugares que aún la pesca es abundante, los reservamos, no por egoísmo, sólo por conservación, a la espera de una nueva conciencia y de una mejor vigilancia.
Cuando empecé esta narración iba a escribir sobre el Quillén y la mosca seca, me traicionó el terror que me causa pensar en el "paraíso que se acaba", por eso agregué al título el subtítulo.
El río Quillén nace en el lago del mismo nombre y por muchos kilómetros corre manso, muy manso; termina este tipo de agua en "el Champa", de ahí en más se convierte en el río típico de la cordillera. Hay muchas correderas y sus correspondientes pooles, de una hermosura sin par. Creo haberlos pescado a todos o casi todos, aunque tengo dos favoritos, uno que nosotros llamamos "La Vuelta" y el otro es mi "pool del Grande". Hace un par de veranos hicimos un plan para pasar la mayor parte de nuestras vacaciones en Rahue; en principio habíamos reservado casi todas las habitaciones de la hostería de Ochos. Arribamos allí en tres autos, cuatro grupos de familias y esperábamos un quinto que por razones de trabajo no pudo viajar. Llegó la invasión y Doña Olga, la más estupenda y gaucha de las posaderas de la Cordillera, empezó a sufrir, la verdad que con razón. Recibir once adolescentes en tren de vacaciones, con la travesura en el alma, es un problema que se lo regalo a cualquiera, pero a pesar de ello soportó el martirio con el estoicismo de los héroes del desierto. El que no conoce Rahue y la hospitalidad de los Ochos, no sabe lo que se pierde. Pesca aparte, ya les contaré de ella, la hostería es lindísima, con su jardín de flores estupendas, su peluse de césped suave y verde como una esmeralda y el "charm" típico de las viejas casonas de estancia patagónica. Desde ya no tiene lujo: para qué, con semejante marco el lujo le sobra. Cómo añoro aquellas mañanas, ni bien despierto saltaba de la cama, me vestía apurado y me iba a la tertulia mañanera de la cocina de la estancia, ahí, entre mate y mate, escuchaba las novedades del río. Resulta que los hijos de Doña Olga, Lalo y Tito, ni bien tiene un rato libre de sus ocupaciones, se van al río. Son excelentes pescadores de mosca, de los que jamás desarmaron la caña, discípulos de Pepe Navas, posiblemente el nro. 1 de los profesionales argentinos pescadores de mosca y fabricante de moscas de gran éxito, aquí como en el exterior. También terciaba en esas charlas Don Celestino, marido de Doña Olga y conocedor del río Quillén como pocos. No menos divertidas, las reuniones de la noche, a veces, después de comer; sobre todo cuando está Roberto, entonces aparece la guitarra, el mate oel whisky, la tertulia puede continuar entre ambas y cielitos hasta muy avanzada la madrugada.
Roberto es un contador, pescador de mosca y eximio guitarrero, creo que uno de los más auténticos cantores de nuestro folklore aunque no tiene ni barba, ni bigote ni disfraz, a él le debo momentos inolvidables en la cocina de Rahue.
De ahí surgían los planes del día, ahí supe que lo conocido por "el Champa", muy lejos de no tener truchas, era una gran reserva, porque no había forma de hacerlas picar. Conocido esto, fuimos a echar un vistazo. En mis muchos años de Cordillera nunca se me había ocurrido que existía ese tipo de agua, mansa, profunda, con el fondo tapizado de plantas, un verdadero acuario, donde se ven las truchas (siempre que no haya viento) comiendo y nadando.
De inmediato me di cuenta por qué no picaban. Engrasé la línea, puse una mosca seca. Había una trucha bastante linda subiendo muy cerca de donde estábamos, ni bien mi mosca pasó sobre ella, subió y tomó. Ahí mismo resolvimos trasladarnos al río con carpas, etc. ... Hicimos un camping de 12 días a orillas de "La Champa", creo que han sido los 12 días más completos de la Cordillera que he disfrutado en mi vida. El único enemigo es el viento, en toda la Champa hierven las truchas. Suben permanentemente, en cuanto empieza a soplar, aunque sea una brisa, se paraliza inmediatamente el río y se acabó el pique. Con una mosca mojada es casi inútil tirar, no tuvimos un solo pique en los 12 días. En cambio a la mañana temprano y a la tardecita el pique era continuo, siempre y cuando se colocara bien la mosca y ésta fuera de color y tamaño adecuados. Como decía más arriba, el río es un acuario, donde se puede ver y observar todo lo que hacen las truchas, donde pusimos en práctica todos los conocimientos que teníamos y aprendimos muchos más.
Podemos asegurar que las truchas de "la Champa" distinguen los colores, tamaño y forma de las moscas artificiales. Cuando están comiendo naturales negras es inútil ofrecerle artificiales marrones o viceversa, hay que presentar la mosca lo más perfectamente posible, la mosca debe flotar libre sin ningún movimiento (drag), la tanza debe ser muy fina y navegar detrás de la mosca, el cast debe ser casi perfecto, golpear el agua con la línea es fatal. De todo esto se deduce que para pescar con mosca seca es poco cualquier perfeccionismo, que hay que ser un hábil caster, dominando las técnicas de curvas y otras yerbas, si es que queremos sacar.
Creo que por muchos años recordaré aquella primera mañana en La Champa. Había madrugado más que de costumbre, ni bien me vestí me arrimé al río. Una tensa niebla se extendía sobre el mismo, se podía seguir su curso por la nube que se divisaba sobre el agua. No se movía una trucha. Prendí fuego, mientras hacía el desayuno salió el sol, tomé café con tostadas, encendí un cigarrillo, me dirigí a la orilla. De lejos vi subir una trucha, cuando llegué a la orilla otra trucha bastante linda nadaba en dirección a la costa, nos vimos al mismo tiempo, cambió su rumbo y se fue hacia el medio. Yo, en cambio, corrí en busca de la Supreme Competition de 8 1/2, Miguel (mi hijo) estaba en el agua. La escena era tan maravillosa que quise grabarla, entonces, dejando la caña, puse manos a la obra con la cámara fotográfica. Subió una trucha 10 metros adelante. "Tirale", le dije. Hizo un falso cast y puso la mosca un metro delante de la onda producida por la trucha subiendo, apreté por segunda vez el disparador simultáneamente cuando la trucha tomaba y por tercera vez cuando la trucha prendida y seguí sacando fotos hasta el momento que la devolvía al río. Son las fotos más lindas que he sacado en mi vida. Como estreno no podía ser mejor. Después de sacar varias más decidimos ir río arriba, del lado Sur del río. Llegamos a un lugar donde hay un barrancón como de 2 metros, el río corre muy cerca y no se puede vadear, pero había tantas truchas comiendo y se veían tan bien que decidimos tirar desde arriba. No era muy ortodoxo pero se podía tirar bien.
Yo tenía puesta una Black Ant 12. Había tres pescados comiendo cerca de la orilla, en la sombra de un michai; mi primer tiro cayó justo, la mosca flotó 50 cm perfectos. Las tres truchas subieron, a escasos centímetros de mi mosca se dieron vuelta sin mirarla más. Hice dos o tres tiros sin resultado, cambié la mosca por una Red Quill, la misma cosa, subían, la miraban y se daban vuelta sin tocarla. Así cambié tres o cuatro moscas. A mi compañero le pasaba los mismo, así que urgando entre las moscas dio con una Red Ant 12. Ni bien cayó al agua, se precipitaron las tres truchas, una tomó. Cambié entonces mi mosca y até una Re Ant. Veía en el medio del río una trucha subiendo, surgió otra a toda velocidad, sin titubear tomó mi mosca. A partir de ahí empezamos a experimentar. Poníamos la Black Ant idéntica a la Red Ant, sólo de distinto color, no teníamos un pique. Pusimos todas las moscas de la caja sin resultado. Volvíamos a la Red Ant nro.12, porque con más grandes, aunque fueran Red Ant, no tomaban, prendíamos. Lo curioso es que las truchas ni se asustaban ni dejaban de subir; sólo cuando hacíamos un mal cast, o nos arrimábamos mucho a la orilla, se escondían por unos minutos, al cabo de los cuales reaparecían confiadas y hambrientas. Otro factor de suma importancia que notamos, fue, que si la tanza iba adelante de la mosca no subían, de modo que cuando tirábamos río arriba había que hacer la curva a la derecha; tirando río abajo hay que tirar una línea floja y ondulada para no provocar un drag. A eso de las 11 de la mañana se levantó viento y se acabó la pesca. Esa tarde y esa noche sopló un viento muy fuerte, amaneció con una lluvia que siguió dos días, a pesar de lo cual seguimos en nuestro camping esperando que mejorara. Esos días pescamos Champa abajo con mosca húmeda. Miguel, con una Muddle Minow sacó la primer tarde una marrón de 2,500 kg linda y gorda. Los demás sacamos arco iris en cantidad suficiente para vivir felices a pesar de las mojaduras.
Por fin mejoró el tiempo y volvimos a extasiarnos en La Champa con mosca seca. La mosca seca es el arte de pescar elevado a la enésima potencia, nos afina los sentidos al máximo. Yo usé esa temporada mi caña de 8 1/2 pies, Supreme Competition, fabricada por Pezón & Michel, un reel Saint George de Hardy de 1 1/2 pulgadas, línea WF5F, tanza de 12 pies terminada en 2X, lo que considero grueso: no tenía conmigo 4X, que desde entonces siempre llevo. Si hoy tuviera que recomendar un equipo de mosca seca, del tipo Champa, recomendaría una caña de 6 1/2 pies, línea WF4F, 4X en punta, moscas entre los números 16 y 24. Creo que con ese equipo se pueden pescar todas las truchas del río.
Pescábamos hasta muy oscuro, qué noches! Jamás he visto tantas estrellas como en aquellas noches! Nos quedábamos charlando en el fogón, hasta que moría la última brasa. De esas charlas nació la idea de escribir este libro. Lástima no haberlas grabado, creo que en las 8 ó 10 noches lindas volvimos a pescar todas las truchas de nuestras vidas y a revivir todos los minutos pasados en la cordillera.
Se puede pescar con mosca seca en otro tipo de aguas, inclusive donde el río corre fuerte. Joe Brooks enseñó eso, pero pescar en aguas como La Champa no tiene nada que la iguale.
Si yo fuera gobernador del Neuquén, sólo autorizaría usar mosca seca y no matar ningún pescado, salvo que esté enfermo o sea caníbal. Si existe un paraíso en la pesca deportiva, éste debe quedar en el río Quillén, lástima que el hombre con su indiscriminación y avaricia lo esté acabando.
Espero que en la trapalanda de los pescadores exista un río Quillén con Champa y todo.

Jorge Donovan